Cultural

“La vida de las marionetas”: historias que surgen de la soledad y del fuego

Los cuentos que componen el primer libro de Fiorella Moreno indagan sobre los complicados lazos familiares y las incertidumbres cotidianas. Revisa en la siguiente nota la entrevista con la autora.

“La vida de las marionetas” obtuvo el Premio Luces 2021 y actualmente se encuentra cerca de agotar en ventas su primer tiraje. Foto: composición/ La República/ Alastor Editores
“La vida de las marionetas” obtuvo el Premio Luces 2021 y actualmente se encuentra cerca de agotar en ventas su primer tiraje. Foto: composición/ La República/ Alastor Editores

“La vida de las marionetas” (Alastor Editores, 2021) es el primer libro de relatos de Fiorella Moreno (1990). En sus siete historias—que están dentro de tres secciones: “El huevo de la serpiente”, “¿A dónde vamos desde aquí?” y “Susurros”— los dramas familiares son el hilo central. Los personajes principales expresan sus miedos de forma explícita y cruda: una voz interior parece salir de ellos como si fuera el humo oscuro que deja el incendio de un gran teatro.

‘Theatrum mundi’ (El teatro del mundo) es uno de los tópicos literarios más conocidos y empleados en la literatura y el arte. Entre las múltiples interpretaciones, como la idea de que las personas están dentro de un ‘gran teatro’ y que son ‘actores’ con roles específicos, se dice que los humanos funcionan como marionetas (Mito de la caverna, Platón).

Moreno parece jugar con este concepto, ya que sus protagonistas— las marionetas—asisten a escenas trágicas de la vida cotidiana y moderna, manipulados por hilos que a su vez son movidos por recuerdos y traumas: “Y mis actores ahora pasaban a ser un desfile de damnificados que ya no tenían que fingir más la desgracia porque ellos mismos lo eran” (pág.145), se puede leer en el sexto cuento titulado “Al principio era el fuego” cuando el teatro ambulante construido por Anna, una adolescente que había encontrado una fascinación por montar obras con sus hermanos, se incendia en el último acto.

Foto: Alastor Editores

Foto: Alastor Editores

En el cuento “Águila negra” se muestra un complicado retrato de la maternidad. Guiada por la sinfonía “Carnaval de los animales”, una madre (Esther) recuerda a su hijo recientemente fallecido, redescubriendo, una vez más, la maldad de este y su necesidad de reconciliarse y ‘volar’ (como un águila) hacia él.

En tanto, en “Silencio”, una madre y su hija realizan un largo viaje en auto. Ahí eventos del pasado resurgen revelando poco a poco la importancia del destino al que se dirigen. En “La ratonera”, un hombre convierte en un tormentoso vórtice la sala de espera de un hospital en el que está por nacer su primer hijo. Estos son algunos de los temas que se encuentran a lo largo de las 185 páginas que componen “La vida de las marionetas”.

Puedes leer a continuación la entrevista que brindó la autora Fiorella Moreno a La República.

La mayoría de cuentos tienen en común los conflictos en las relaciones familiares, ¿qué te llevó a querer retratar y contar estas historias íntimas?

—Yo soy de las que piensan, haciendo eco de lo que alguna vez dijo por ahí un escritor, que son los temas los que a uno lo eligen, influenciado, obviamente, por una experiencia vital y libresca. En mi caso particular, creo que nace de mi soledad como hija, como hermana, como amiga. Mi soledad y el silencio que veía por todas partes, aun cuando se hablara demasiado en mi casa y en todos los lugares que habitaba me empujó a buscar respuestas o más bien a plantearme preguntas y alcanzar, al menos hoy lo siento así. Una pequeña certeza: estoy llena de tantas interrogantes que jamás podré responderlas.

—¿Cómo surgió el título “La vida de las marionetas” que engloba las siete historias, ¿tiene alguna inspiración particular?

—Surgió, como siempre sucede, gracias al azar. Como a mí me gusta el psicoanálisis, se me dio por ver algunas películas que soportan dicho enfoque. Partí desde Hitchcock y Polanski hasta que llegué, nuevamente, a uno de mis directores predilectos: Bergman. Entonces, recordé que tenía la tarea de encontrarle un título a mi libro y se me vino la imagen de unos seres sostenidos por los hilos de la herencia y la memoria: hijos como títeres de los padres, padres a su vez manejados por sus propios padres, y así. Pensaba en eso, cuando vi el catálogo de la filmografía de Bergman, y supe que ese era el título para mi libro.

Portada de la  película "De la vida de las marionetas" de  Ingmar Bergman. Foto: imdb

Portada de la película "De la vida de las marionetas" de Ingmar Bergman. Foto: imdb

—¿Cómo fue el proceso para concebir el libro y poder armarlo?

—Escribí una primera historia como “El silencio”. Luego, aparecía nuevamente el personaje de Anna. Entonces, me dije: ¿por qué no escribir historias en torno a un solo personaje? A partir de allí todo fluyó. En cuanto a la estructura, no sabría responder: fue algo, quizás, inconsciente. Pero, con respecto al orden, eso sí lo tengo clarísimo. Surgió una tarde en un restaurante. Tenía todos los relatos, pero sabía que debía proporcionarle un orden, un sentido. De manera que pensé lo siguiente: ¿qué tienen en común? (...). Y me di cuenta que en ambos relatos transita una presencia indecible, por intentar darle un adjetivo. De manera que concluí que debían tener tres secciones con sus respectivos títulos. Ahí ordena un poco la numerología: el tres, tres secciones, siete relatos. Desde niña he creído que hay una relación oculta entre los hechos y los números.

—¿Cómo fue el proceso de corrección y edición con Alastor Editores? ¿Se redujeron muchos los cuentos para su versión final?

—Me interesa mucho esta pregunta porque el trabajo de edición es clave cuando se habla del producto final. En cuanto a Alastor y la labor de Julio Isla ha sido impecable. Un editor muy respetuoso de mi estilo, de mi propuesta que, además, ha venido trabajando en la difusión del libro. No puedo estar más agradecida. Pero, si volvemos al inicio, con el manuscrito en la pantalla, pues no, él no los ha mutilado, aunque sí ha tenido observaciones que gustosamente yo he agradecido y seguido en muchos casos.

—Desde la primera sección del libro “El huevo de la serpiente”, la narración nos va mostrando en cursiva los pensamientos internos, muchas veces oscuros, así como recuerdos y reflexiones de los personajes, ¿por qué la decisión de incluir esta técnica narrativa de la voz interna?

—Cada vez estoy más convencida que se debe a mis primeras lecturas “a conciencia”, es decir, aquellos libros que leía no solo por su anécdota, sino con un afán de desmontarlo. Y es así que las novelas del modernismo anglosajón y las del Boom dejaron una impronta en mí. Quería contar una historia que a su vez encierre otras historias socavadas por la conciencia. Por ejemplo, no solo quería contar el conflicto de una madre y su hija, sino las historias individuales que las conducen a ese conflicto entre ambas.

—¿Cuáles son tus influencias literarias para “La vida de las marionetas”? ¿Reconoces algunas lecturas que podrían haber nutrido el proceso de escritura?

Definitivamente creo que es la literatura escrita por mujeres. Esa sería mi tradición, aunque reconozco que la tradición en mayúsculas se teje a partir de los clásicos, es decir, de una literatura hecha por hombres, la cual, obviamente ha nutrido también mi experiencia lectora.

—”Será mía aquella sombra sin cuerpo que va pasando” es el epígrafe que abre la tercera sección del libro y “Morirá el pensamiento que no nazca del sueño” de la primera parte, ¿cuál es tu cercanía con estos autores y cómo las historias que siguen se asocian a estos versos?

La poesía de Xavier Villaurrutia, del cual hice un ensayo, me cautivó durante un tiempo. El existencialismo, el sustrato filosófico de su poesía sentía que dialogaba conmigo y, sobre todo, con la tercera sección de mi libro. En cuanto a E.E. Cumming, ese verso para mí encerraba la metáfora de la dimensión onírica que también poseen algunos de mis relatos. Por eso, lo elegí. Yo amo leer poesía, como narrativa. Pero no me imagino leyendo solo esta última.

—En el cuento “Al principio era el fuego”, el personaje principal es una adolescente aficionada a montar obras en su casa y que empieza a usar fuego real como utilería, ¿qué buscas transmitir principalmente usando estas imágenes del teatro y del fuego? ¿Existe algún concepto detrás que te llame la atención para usar estas figuras?

Bueno, existe toda una tradición que parte desde Platón acerca del mundo como teatro. Ahí los humanos somos o funcionamos como marionetas. De ahí el tópico latino del Theatrum mundi, muy popular en el Siglo de Oro, por ejemplo. Básicamente, esa metáfora me persiguió siempre, incluso de niña cuando no era consciente de ello. Recordemos que todo niño se acerca al mundo desde lo lúdico, de ahí que yo, al igual que el personaje de este cuento, montara obras de teatro con mis hermanos, con mis muñecos, con todo lo que se pareciera a algo vivo y pensante. Y, respecto al fuego, hubo un hecho que lo estoy contando en mi siguiente proyecto, que me marcó sobremanera. Ya luego cuando leí a Bachelard y su Psicoanálisis del fuego, me quedé con una idea maravillosa de que todo aquello que cambia velozmente, de la noche a la mañana, se explica mediante el fuego.

Foto: Alastor

Foto: Alastor

—La maternidad es uno de los temas que tocas en varios de tus cuentos. Tanto en “El silencio”, donde a través del diálogo entre madre e hija empezamos a entender la compleja relación entre ambas. También, en “Águila negra” la maternidad es retratada de una forma muy dura tras la pérdida de un hijo y su recuerdo más bien tormentoso. En “Sumersión” se puede intuir que el personaje vive una especie de duelo. ¿Cuál es tu mirada sobre la maternidad en la actualidad, los cambios generacionales y la forma en que se está escribiendo en la actualidad?

Creo que lo más fructífero de esta época es la posibilidad tangible de que no haya una lectura hegemónica sobre un tema en particular. Considero que la maternidad es leída desde distintas perspectivas que responde a cada generación sucedánea y, particularmente, al punto de vista desde el cual se enuncia, ya sea directa o indirectamente frente a esa experiencia. En ese sentido, todo lo que pude haber dicho de la maternidad es desde mi visión de hija, de nieta, de sobrina, pero también desde un nuevo horizonte que desafía el paradigma tradicional de la maternidad, aquel constructo social, que nos habla de realización, de sentimientos innatos, de sacrificio, etc. Y lo más interesante de todo esto es que la literatura contemporánea está produciendo nuevos y más auténticos retratos sobre una maternidad no necesariamente gozosa.

—Este es tu primer libro, ¿te sientes cómoda escribiendo narrativa y cuentos? ¿También escribes otros géneros? ¿Actualmente te encuentras trabajando en algún próximo proyecto?

Sería inexacto hablar de sentarme a escribir cuentos. Creo que me gusta escribir historias, independientemente de si llegan a ser cuentos o novelas. Yo solo planeo, bosquejo -soy escritora de mapa- y de ahí, lo que salga. Tampoco tengo la idea desesperada de hacer la novela que al fin confirme mi oficio; ver a la cuentística como un trampolín para una novela no va conmigo. Por lo que ahora mismo estoy trabajando unas historias que se están haciendo un poco largas, una sería considerada una nouvelle. En el futuro me encantaría hacer guiones y, quizás, un poemario, aunque esto último suena más a fantasía que a realidad.