Una ‘bomba de tiempo’ bajo el Ártico se ha activado por el calentamiento global
El suelo congelado colapsa por el calor y se liberan toneladas de gases que aumentan aún más la temperatura mundial. Un terrible círculo vicioso.
Mientras los líderes mundiales discuten en la conferencia COP26 (Glasgow, Escocia) los planes para enfrentar el cambio climático, aún no se toma en cuenta la amenaza del derretimiento del permafrost, capa del subsuelo que está liberando dióxido de carbono (CO2) y metano a la atmósfera a una velocidad inimaginable debido al calentamiento global.
El permafrost se encuentra en el Ártico, en partes de Rusia (Siberia), Estados Unidos (Alaska), Canadá y Dinamarca (Groenlandia). De hecho, está presente en el 25% del suelo del hemisferio norte.
Como su nombre lo indica, el permafrost es una capa permanentemente congelada que está compuesta de tierra, rocas, arena y materia orgánica (restos de plantas y animales) unidos por hielo. En estos restos están almacenadas cerca de 1,5 billones de toneladas de carbono, el doble de lo que hay actualmente en la atmósfera.
Cuando la temperatura se eleva, el hielo se derrite y hace que colapse la capa superior del suelo (abundante en vegetación y tierra), lo que se evidencia en enormes cráteres y grietas reportadas en la región. Sin embargo, hay otro efecto que es invisible pero mucho más grave.
Al descongelarse el permafrost, los microbios empiezan a descomponer los restos orgánicos, liberando en el carbono en la atmósfera en forma de CO2 y metano (CH4). Este último es “30 veces más poderoso como gas de efecto invernadero”, indica a la BBC Julian Murton, profesor de Ciencia del Permafrost en la Universidad de Sussex (Inglaterra).
Estado actual del permafrost y escenarios futuros según pronóstico científico. Infografía: AFP
Estos gases de efecto invernadero se impregnan en la atmósfera y hacen que la temperatura del planeta aumente aún más. Entonces se repite el proceso: más calor, más permafrost descongelado, más gases en la atmósfera y otra vez más calor. Un terrible círculo vicioso cada vez más preocupante.
Por ello, el descongelamiento del permafrost es considerado por los científicos una “bomba de tiempo” climática.
De acuerdo con un reportaje del diario El País, Anna Kurbatova, profesora de Ecología de la Universidad RUDN (Rusia), la megadepresión —un enorme cráter en el permafrost— a unos 50 kilómetros de Batagai, en la República de Sajá, es un indicador de lo que sucede en todo el mundo.
Aquella desgracia de la naturaleza representa la vulnerabilidad del Ártico, “un territorio donde las temperaturas se han disparado hasta dos y tres veces más rápido que el promedio mundial durante los últimos 30 años”.
El cráter de Batagalai crece con el pasar de los años. Foto; N. Potapov
El permafrost podría tener un punto de no retorno, es decir, un momento en el tiempo en que el ser humano se quede sin herramientas para salvarlo. Así lo manifestaron los miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, quienes apuntaron al 2100.
“La evidencia sugiere que del 5% al 15% del vasto depósito de carbono del suelo almacenado en los ecosistemas del permafrost del norte podría emitirse como gases de efecto invernadero para el 2100 bajo la trayectoria actual del calentamiento global”, se explicó, recalcando la idea, en un artículo de la revista Nature Geoscience publicado el 1 de julio de 2019.
Gustaf Hugelius, experto en los ciclos del carbono y el permafrost en la Universidad de Estocolmo, advirtió, de acuerdo con un informe de AFP, que si todo el carbono concentrado se escapase, triplicaría la concentración de ese gas en la atmósfera. Esto coloca bajo el rifle a los ecosistemas cercanos y posteriormente a los demás.
La erosión de la costa en el lago Teshekpuk, Alaska, permite observar la capa de permafrost. Foto: U.S. Geological Survey (USGS)
La científica británica Sarah Chadburn afirmó en 2017 que si la temperatura sube a dos grados centígrados por encima del promedio de la era preindustrial, el 30% de permafrost desaparecerá.
Por su parte, Julian Murton revela que la variabilidad constante del permafrost hace difícil que se unifiquen las observaciones climáticas de la tierra y el aire, dificultad sumada a que las capas se encuentran en zonas alejadas y frías como para llevar equipo de investigación.
Aún así, contempla un escenario optimista: recuerda que la capa ya ha “sobrevivido” a otros periodos de calentamiento.