Ciencia

Desarrollan una inyección eficaz para protegerse del VIH

Cabotegravir fue probado en 4.570 voluntarios de siete países, entre ellos Perú, Brasil y Argentina. Se comprobó efectividad en dosis adecuadas cada dos meses e incluyó a poblaciones en riesgo.

Cabotegravir inyectable junto a las otras herramientas de prevención podrán reducir considerablemente la incidencia de VIH. Foto: referencial /EFE
Cabotegravir inyectable junto a las otras herramientas de prevención podrán reducir considerablemente la incidencia de VIH. Foto: referencial /EFE

El medicamento más recomendado a nivel mundial para la prevención del VIH es la Truvada. No obstante, tras el anuncio prometedor de un nuevo método llamado cabotegravir, que demostró ser más efectivo e incluso superior a este fármaco, las alternativas parecen abrirse camino. Y resulta oportuno para quienes no pueden o no quieren tomar una pastilla a diario. Sobre todo en las poblaciones en riesgo cuyas economías no les permiten acceder a este tipo de tratamientos.

Se trata de un inyectable de acción prolongada de prevención contra el VIH. El antirretoviral protege al paciente por dos meses y reemplaza el comprimido diario de Truvada por este tiempo, según los resultados del estudio HPTN 083, que comparó ambos medicamentos.

“Que resultara igual en cuanto a eficacia fue un gran paso, pero el análisis de mayo de este año nos dio una noticia mejor porque nos dijo que era superior a Truvada. Tenemos demostrado científicamente que cabotegravir inyectable es superior en personas de riesgo”, explica, el Dr Juan Carlos Hinojosa, investigador principal del estudio en la Asociación Civil Selva Amazónica (ACSA) en Iquitos.

Protege como una vacuna

El objetivo de un medicamento de prevención es la protección, lo mismo que se busca con una vacuna. La diferencia está en su mecanismo de acción. En el caso del cabotegravir o de la Truvada, lo que se hace es evitar la replicación del virus del VIH. Previamente, el paciente debe ser administrado con el fármaco, ya sea por inyectable o por comprimido. Luego, si el compuesto —que ya está en la sangre y en niveles adecuados— entrara en contacto con el agente infeccioso, empezará a actuar hasta eliminarlo.

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Por el contrario, en una vacuna, lo que ingresa al cuerpo son partículas del virus o bien parte de su material genético que permiten al sistema inmunitario identificar al enemigo y prepararlo ante su posible llegada. Cuando esto sucede, quien actúa es el organismo, que ya se encuentra entrenado y listo para batallar.

Otra de las diferencias, resalta Hinojosa, es que una vacuna podría necesitar solo de una o dos dosis para prevenir el VIH, pero eso todavía no se ha logrado.

“Vamos a seguir investigando, ¿por qué no usar tal vez cabotegravir cada tres meses o cambiar su fórmula para que quizás la dosis sea una vez al año o un tiempo más prolongado? Esto nos sirve de base para seguir avanzando y generar más ideas”, resalta el investigador.

Inclusivo

En el experimento participaron 4.750 voluntarios no portadores de VIH de siete países (Perú, Argentina, Brasil, Estados Unidos, Sudáfrica, Tailandia, Vietnam). Se comprendió además a poblaciones en riesgo: hombres cisgénero y mujeres transgénero. El Dr Javier Valencia, investigador principal del estudio en la Institución Asociación Civil Impacta Salud y Educación, señala lo importante de este factor para una análisis como este.

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“Recordemos que son poblaciones poco representadas en los estudios sobre VIH. Por ejemplo, las mujeres transgénero, en nuestro país son bastante afectadas por este virus. Una de cada tres tiene VIH. Este tipo de inclusión es importante para poder extrapolar resultados representativos”; asegura.

Otro dato importante es que el 50 % de la población de los voluntarios de EE. UU. se autoidentificó como afroamericana, población que también ha sido excluida en otras investigaciones, advierte Hinojosa.

“Este estudio va a permitir aplicar los resultados no solo para un tipo de población, sino para las que se consideran las más afectadas, incluso en Perú” concluye el médico.