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Sociedad

Tras dos años del anuncio del primer caso en el Perú, ¿qué hemos aprendido de la pandemia?

La pandemia llegó al Perú y encontró un sistema de salud precario, sin suficientes camas hospitalarias ni camas UCI, con deficiencia de personal médico especializado y pocas plantas de oxígeno en todo el país. Dos años después, se mejoraron muchos aspectos, pero también persisten los errores.

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En estos 2 años de pandemia han fallecido un total de 210.907 peruanos. Foto: composición La República / Jazmin Ceras

“Tengo miedo a infectarme, tengo miedo a que no haya ninguna medicina para esto, tengo miedo a que no se sabe cuándo van a llegar las vacunas, tengo miedo hasta cuándo va a resistir la población esta cuarentena... pero a lo que más tengo miedo es que cuando la pandemia pase, nada cambie y sigamos con la misma precariedad en salud”, escribía Alfredo Celis, vicedecano del Colegio Médico del Perú (CMP), a unos meses de iniciada la pandemia por la COVID-19 en el país.

Sus miedos podrían perfectamente calzar con los de cualquier otro peruano que se veía ante una situación incierta, sin saber qué es lo que iba a pasar al día siguiente, semana o mes.

A inicio de año, enero, febrero, e incluso los primeros días de marzo, el coronavirus parecía lejano, una enfermedad que no llegaría al Perú. Sin embargo, un 6 de marzo de 2020, el entonces presidente Martín Vizcarra anunció el primer caso confirmado de COVID-19: un joven de 25 años trabajador de Latam que había estado en España, Francia y República Checa en sus vacaciones.

Días después, el 15 de marzo, se decretó el estado de emergencia nacional y medidas como la cuarentena general y el cierre de fronteras por 15 días… 15 días que pasaron a ser meses de encierro. Para ese entonces, ya se habían detectado 71 casos positivos y se esperaba que con la inmovilización social obligatoria la pandemia se pudiera controlar.

“Cuando se determinó la cuarentena, todos estuvieron de acuerdo en que eso era lo más adecuado y no solo Perú, sino todo el mundo. En nuestro caso, los resultados no fueron los esperados porque esta cuarentena desembocó en una primera y después en una segunda ola que fue a partir de julio-agosto del 2020. Entonces, en base a resultados y en base a la cantidad de muertos que hemos tenido en la cuarentena, no es que haya sido una mala estrategia, sino que no dio los resultados que se esperaba porque debía estar acompañada de otras medidas”, explica el vicedecano del CMP.

De acuerdo a Celis, para que la cuarentena tuviera éxito, se debía complementar con otras estrategias. Sin embargo, resalta que aun así esta medida era difícil de contener debido al diferente contexto de la población.

“Hay lugares y realidades donde podían pedir delivery, pero eso no era lo que ocurría en miles de pobladores que tienen que subsistir en el día a día. Cómo los metías a cuarentena si ellos tenían que salir a buscarse el pan de cada día. Entonces, eso debilitó probablemente la efectividad que debía tener la cuarentena si se hubiera planificado adecuadamente”, sostiene.

Perú fue uno de los primeros países de Latinoamérica que decidió una cuarentena estricta y toque de queda a partir de las 6.00 p. m. Foto: composición LR

Sistema de salud colapsado

El médico investigador Percy Mayta explica que el error más grande que se puede dar es que pase la pandemia y el sistema de salud no mejore al menos al mínimo óptimo. Esto podría ocasionar que en situaciones similares vuelva a colapsar y se pierdan vidas por ello.

“Para mí, el primer gran tema y que sigue siendo importante es señalar que nuestro sistema de salud no pudo responder. La mayoría de sistemas de salud en el mundo estuvieron colapsados hasta cierto nivel, pero en nuestro caso el resultado es muy evidente. Somos uno de los países que mayor mortalidad ha tenido”, menciona.

Los puntos más duros que se dieron en las primeras dos olas fueron la poca disponibilidad de camas UCI —al inicio había 525 en todo el país; ahora hay 1.747 específicamente para COVID-19—, la falta de oxígeno medicinal y deficiencia de personal especializado como intensivistas y neumólogos.

“Empezamos con una serie de precariedades y dentro de ese contexto se tuvo que dar una respuesta en función de las necesidades que se presentaban. Faltaban camas UCI, hay que comprar más camas UCI, falta personal, hay que contratar personal. (...) Como se dice, fue una política de ‘tapahuecos’, de ir solucionando por donde faltaba”, explica el vicedecano del Colegio Médico.

Celis manifiesta que el cambio obedeció más a una necesidad que a una planificación o estrategia debido a que la pandemia ya estaba en el país y lo que hizo fue “desnudar la precariedad de todo nuestro sistema de salud y había que enfrentarlo en condiciones deficitarias”.

Los sistemas de salud de los países han colapsado ante el gran número de pacientes con COVID-19 que necesitan hospitalización. Foto: AFP.

En ello coincide Josefa Vásquez, decana del Colegio de Enfermeras. En primera línea, las enfermeras también observaron las debilidades del sistema de salud. Pese a la falta de equipos de protección, debido a la escasez mundial en su momento, y al poco recurso humano, destacó su fortaleza.

“Nosotras como enfermeras siempre estuvimos en primera línea poniendo el hombro, los conocimientos, la entrega, ante un virus desconocido. Porque si bien la entrega ha sido de todos los profesionales —acá todos los profesionales de salud hemos puesto el hombro—, las enfermeras estamos las 24 horas del día y no tenemos la opción de decir ‘yo no quiero ingresar a ese paciente’. Hay que ponerle tratamiento, hay que tomarle funciones vitales, hay que monitorear el aparato respiratorio, y eso se ha hecho durante la primera ola que ha sido terrible en el país”, precisa Vásquez.

Con temor, el equipo médico se enfrentó al coronavirus sin saber qué hacer antes de la llegada de las vacunas. Sin ningún medicamento que funcionara contra la COVID-19 ni ninguna herramienta para hacerle frente, se optó por alternativas que podrían funcionar.

“La gente se estaba muriendo y algo tenías que hacer. No lo podías dejar morir o mirar y decir ‘como no hay evidencia científica, no le doy nada’. No. Algo tenías que darle. Era la evidencia científica frente a la necesidad de hacer algo que, en primer lugar, no le haga daño al paciente; y, en segundo lugar, pudiera aliviarlo. Se comenzó con la hidroxicloroquina, se pasó con la azitromicina, los corticoides, la ivermectina”, especifica Celis.

DURANTE LA SEMANA DEL 18 DE ENERO 2021 LOS HOSPITALES DE LIMA Y CALLAO SE QUEDARON SIN ESPACIO EN SUS UCI ANTE LA SEGUNDA OLA DEL COVID-19 UNA DE ELLAS ES EL HOSPITAL ALMENARA QUE SOLO CUENTA CON 53 CAMAS UCI Y NO PUEDEN AUMENTAR MAS POR FALTA DE PERSONAL //

No aprenden de los errores

Sin embargo, el médico investigador Mayta-Tristán afirma que un error es persistir en el uso de medicación que se ha comprobado no eficiente contra el coronavirus con el tiempo. “Al comienzo, cuando no había suficiente evidencia, era relativamente lógico buscar las diferentes alternativas de manejo. Y esto no fue aquí, sino también en todo el mundo. Nuestro mayor problema fue que se persistió en el error en el sentido del uso de medicación no adecuada, un exceso de automedicación, mala medicación, o sobremedicación de antibióticos y corticoides. Eso costó muchas vidas, mucho presupuesto, se invirtió en muchos tratamientos no útiles cuando debieron invertir en más UCI, en más oxígeno”, argumenta.

Otro error fue el poco fortalecimiento del nivel de atención en las postas médicas. Esto, sobre todo, se observó en la primera y segunda ola de la pandemia. “La gente no iba a los centros de salud ni a las postas, donde tenías que tener a médicos para enfrentar este primer nivel y ser el filtro para manejar muchos de los casos que se podrían manejar desde casa nada más. Pero al no haber este primer freno en el primer nivel, la gente iba de frente a los hospitales abarrotando los hospitales. Y rápidamente cubrieron las camas de hospitalización”, recuerda Celis.

Para la tercera ola sí se habilitó la atención en las postas médicas, por lo que los hospitales no se vieron tan saturados. Esta vez, el papel pasó a las postas, que estaban abarrotadas de personas que querían sacarse alguna prueba de COVID-19.

Esto también se sumó a las largas colas por el oxígeno medicinal al 95%, que era el requerido. “En un país donde se utilizaba oxígeno se dijo que solo se podía usar oxígeno al 95% cuando toda la vida se ha utilizado oxígeno al 93%, 94%, 95%. En el año 2010 se dio una ley que solo debía ser oxígeno al 95% y solo había 2 o 3 fábricas que podrían hacerlo y monopolizó, y la pandemia sobrepasó la capacidad de producción de oxígeno”, detalla.

Las vacunas y el reto después de estas

Un 7 de febrero de 2021 llegó el primer lote de Sinopharm al país y con ello se inició una de las más exitosas campañas de vacunación de todos los tiempos. A pesar de la desinformación y los grupos antivacunas, se ha logrado inocular a más del 75% de la población objetivo con dos dosis. Esto ocasionó que la tercera ola en nuestro país sea menos mortal, ya que la mayoría de la población estaba protegida.

Sin embargo, de acuerdo Repositorio Único Nacional de Información en Salud, desde enero se ha registrado un descenso continuo del número de personas que acuden a vacunarse, lo cual se observa también en el bajo porcentaje de terceras dosis: solo el 33% de la población la tiene.

De acuerdo a Percy Mayta, esto se debe a que el país se encuentra en descenso de casos de COVID-19 y las personas sienten que hay una cierta ‘normalidad’, por lo que no ven tan necesario ponerse una dosis más pese a que la evidencia científica resalta su importancia.

Una propuesta que brinda para promocionar la aplicación de terceras dosis es que retornen los niveles de alerta que se quitaron al flexibilizar el aforo al 100%. Así, por ejemplo, cuando se evalúe dejar de usar mascarillas en espacios cerrados, se podría evaluar a las provincias que tengan un porcentaje de vacunados.

“De hecho, cuando personas hablan o se está monitoreando esta posibilidad de decir si es que la COVID-19 ya viene a ser, a futuro, endémico, y similar al de la influenza, es justamente el (hecho de que el) volumen de casos de la ola de COVID-19 no produzca casos más graves que una ola por influenza. Y esto se genera básicamente con la protección inmune que tenga cada población. Lo que tenemos muy claro es que aquellas personas que tienen tres dosis tienen menos probabilidad de sufrir una enfermedad grave”, resalta.

En ello coincide el vicedecano del CMP, quien critica cómo se ha liberalizado el 100% del aforo sin que haya una estrategia detrás. “La vacunación es una piedra fundamental para disminuir la posibilidad de transmisibilidad del virus. No hay estrategia, se ha hecho lo más fácil, lo que la gente quería escuchar. Pero no es lo que la gente debe escuchar, sino lo que la gente necesita para que la pandemia se vaya erradicando”, remarca.

Del mismo modo, la decana del Colegio de Enfermeras, quien destaca la labor que realizan las enfermeras desde las cuatro de la mañana en los vacunatorios, precisa que ha habido una disminución de personas que acuden a vacunarse, por lo que invoca a la población a acudir a estos puntos. Asimismo, manifiesta que pueden potenciarse la labor de las brigadas que acuden casa por casa para cerrar las brechas.

Finalmente, Mayta-Tristán recuerda que lo que se necesita en general es un sistema de salud que pueda manejar olas por ‘futuros covid’ sin descuidar la atención a otras enfermedades. ”Y ahí todavía está nuestro problema. Necesitamos reforzar nuestra capacidad para que futuras olas no alteren nuestra capacidad de respuesta a otras enfermedades. Diríamos que el sistema de salud va bien cuando hay una ola no se dejen de atender otras enfermedades porque tenemos capacidad para eso”, insiste.

Protección. Niños deben estar vacunados para evitar riesgos. Háganlo por los que ya no están. Foto: John Reyes / La República