José Miguel Tabares puede llegar a casa en uno de dos horarios: o bien cerca de la medianoche, cuando gran parte de la ciudad duerme; o bien temprano en la mañana, cuando quienes tienen suerte están tomando el primer alimento del día. “Voy directo a la ducha, tengo que desinfectarme”, relata, mientras piensa en sus primos, con quienes comparte hogar.
Él es médico de transporte de ambulancia. Vino de Venezuela. Sus turnos pueden ser de 7 a. m. a 11 p. m. o de 7 a 7. Son varias las jornadas en las que convive 24 horas con el coronavirus. ¿Qué podría ser peor? Quizá la respuesta que me da cuando le consulto por quienes necesitan tratamiento urgente: “Los hospitales están colapsados”.
Néstor Márquez, de 51 años, forma parte del equipo de seguimiento clínico presencial en la Dirección Regional de Salud (Diresa) Lima Norte. Muchas veces, quizá demasiadas, tiene que encontrar solución con lo que tiene a la mano. “Estamos colapsados, a pesar del esfuerzo que se ha hecho”, lamenta.
Hace poco le tocó visitar a un paciente que había dado positivo para COVID-19. Estaba delicado, sí, pero trasladarlo a un nosocomio no era la opción más prudente. “Se quedó en casa, conseguimos un balón de oxígeno, lo instalamos, le dimos el tratamiento y esperamos”. A veces, esa espera es como aguantar el aire, mientras tienes al frente a alguien que lucha por seguir respirando.
Este caso tuvo final feliz, pero no siempre es así. “A veces, te sientes con las manos atadas”, sentencia.
La realidad lo golpea día a día. Más, cuando ve que integra un equipo de apenas 30 médicos, que deben dividirse los turnos de 8 a 8 y atender hasta 10 llamadas al día. La cobertura es insuficiente pero es optimista. “Los médicos en primera línea están haciendo lo necesario pero necesitamos más apoyo, es fundamental. En este momento es clave la conciencia colectiva”, afirma. Acaba de cumplir un mes en su trabajo.
Un poco más al norte, en el hospital de Casma (Áncash), Martha Mendoza ‘La gringa’, como la conocen sus pacientes, es más tajante que sus compañeros de profesión. “Estamos en un colapso sanitario y la tendencia no baja porque no se ataca la cuarentena como debe ser”, afirma.
Lleva casi un mes de trabajo en el área de Emergencias de dicho centro médico y también brinda apoyo en el ambiente de COVID-19. “Mis hijos viven conmigo. Tengo miedo, pero esta es una experiencia más que nos llevamos. Es un aprendizaje más”, reafirma.
Ella, al igual que Márquez y Tabares, es oriunda de Venezuela y hace poco recibió su colegiatura para apoyar en la lucha contra la pandemia del coronavirus, que ha dejado cerca de 200 mil infectados en el país, según las cifras oficiales provistas por el Ministerio de Salud.
“La gente se está muriendo y hay muchos que lo toman muy deportivamente. Hacen fiestas, se reúnen, a veces, nosotros mismos no colaboramos”, reflexiona. “Cuando me toca ir al mercado veo mucha gente sin mascarillas, como si estuvieran de vacaciones”, lamenta.
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Por su parte, el doctor Tabares comenta que en su recorrido diario, que incluye varios puntos de la ciudad, ve marcadas diferencias entre cómo se acata la cuarentena. “En Callao, San Juan de Miraflores, San Juan de Lurigancho, San Martín de Porres hay una gran cantidad de personas en la calle, ves niños, parejas haciendo cualquier cosa”, advierte.
Para que la tendencia finalmente llegue a una baja, creen los tres, se necesita priorizar la conciencia colectiva.
Pese a todo, tienen esperanza en que la situación pueda mejorar. Y esa resurge cada vez que ven evolucionar favorablemente a un paciente. “Es el anhelo de todos y nos da mucha satisfacción. Me ha pasado varias vece ver cómo alguien mejora, porque hay un alivio de que no haya pasado a la siguiente fase”, afirma Márquez.
A su turno, Martha comenta que cree estar aquí por algo: “Para dar un aliento, ese que necesitan los pacientes y familiares. Es muy triste, pero eso me da ánimos para seguir adelante”.
Quizá, finalmente, la cuestión sea resistir y esperar, como argumenta Tabares. “Tenemos que hacerlo. Esperar, para poder vencer esto”, sentencia, antes de colgar el teléfono.
Los médicos recibieron el apoyo de la ONG World Vision y USAID para convalidar sus títulos y colegiarse en el país, cumpliendo los requisitos y aprobando el Examen Nacional de Medicina.