Rocío Elizabeth Huamancondor Paz. Coordinadora de redes de la Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular – ALER. ,Millones de personas en el mundo se ven obligadas a dejar su hogar y a emprender nuevos rumbos a otro país o región. Mujeres, hombres, niñas y niños tienen que salir para salvar su vida a causa de presiones y amenazas; en otros casos, también migran para mejorar sus condiciones de vida. La migración en nuestra Patria Grande se hace cada vez más tangible y evidente. Así, nuestros pueblos se van acostumbrando a ver personas “de paso”, familias “de paso”. Este es un buen momento para preguntarnos: ¿Qué pasa con las personas migrantes forzadas en nuestro país, en América Latina y el mundo? ¿Por qué hay quienes tienen que “cruzar” fronteras para “pasar” de la muerte a la vida? PUEDES VER: La memoria colectiva, camino a la reconciliación nacional Las razones por las que tantas personas tienen que migrar son muchas. Por ejemplo, actualmente más del 10% de la población peruana se encuentra residiendo fuera de sus fronteras geográficas. Hay quienes migraron por el conflicto armado interno, otras y otros salieron tras la escasez de fines de los años 80 o los despidos masivos de los años 90. Los ejemplos de las múltiples causas de la migración forzada están por toda América Latina: la violencia generalizada y el conflicto armado han expulsado masivamente población en los países del llamado Triángulo Norte centroamericano y en Colombia a lo largo de décadas. Los desastres ambientales -como las inundaciones y los deslizamientos de tierra- obligan periódicamente a millones de personas a dejar su hogar en México y Argentina. El desabastecimiento, la hiperinflación y la crisis económica han hecho que venezolanos y venezolanas dejen su país. Finalmente, grandes proyectos de infraestructura, como son las represas, fuerzan la reubicación de comunidades enteras en escenarios como la Amazonía brasileña. Hoy, muchas personas obligadas a migrar cuentan sus historias desde otras fronteras. Uno de los casos recientes de migración forzada es el venezolano. Este país caribeño -que por muchos años fue receptor de migrantes- en la actualidad tiene que ver cómo más de dos millones y medio de personas han dejado su territorio. Por otro lado, no podemos dejar de ver a las caravanas de personas migrantes hondureñas y salvadoreñas que atraviesan Guatemala y México con la intención de llegar a Estados Unidos. Así, las situaciones de violencia, pobreza, inseguridad, desastres ambientales, despojo de territorios que causan la migración forzada son expresiones de un sistema que genera personas excluidas. Son las expulsadas de sus países de origen, pero también las expulsadas de un sistema que no tiene fronteras para las mercancías, pero sí para los seres humanos. Por ello, si bien las políticas de asistencia humanitaria a personas migrantes son necesarias frente las crisis que vivimos, son más importantes las políticas que reconozcan la dignidad humana, que no expulsen a la población, que no generen más empobrecimiento; para poder hacer realidad que “migrar” pueda ser un derecho y “no migrar” también. Que estos tiempos migratorios sean también para nosotras y nosotros días de “paso”: de pasar de la “exclusión” a la “inclusión”, del “rechazo” al “abrazo”, del “construir muros” a “tender puentes”. Tomar conciencia de la presencia de ciudadanos de otros países, es una oportunidad para la acogida a quien viene de lejos o a quien viene de cerca, porque todas y todos somos migrantes… Todos y todas somos caminantes… Todas y todos estamos en permanentes “pasos” y de “paso”. ....................................... Redacción: La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo - Universidad Antonio Ruiz de Montoya