La socióloga Patricia Zárate, jefa de Estudios de Opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), reflexiona sobre la preocupante situación actual del país, el descrédito del Gobierno de Dina Boluarte y lo que puede venir a la luz de los resultados de la última encuesta nacional de este centro de investigación realizada en alianza con La República.
-Que apenas un 5% del país apruebe a su gobernante es histórico. ¿Cómo llegamos a eso?
Es una situación especial. La presidenta inició su gobierno con muy poca aprobación, que coincidía con que la gente no quería que asuma el mando. Salvo el Congreso y algunos grupos, los demás querían elecciones si Castillo se iba, y eso no se dio. Desde allí comienzan los problemas que se evidencian con los temas de corrupción. Ha quedado muy presente el tema de problemas con joyas u otras cuestiones que se popularizan. La idea de corrupción del Gobierno es parte de la explicación y otra la situación económica.
-¿Cómo pesan las percepciones sobre corrupción?
En todos los Gobiernos hay un peso en la corrupción. No tanto porque hay un 5%, pero ya tenía porcentaje bajo antes de que se conociera todo. Su peso es importante, pero no es único.
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-¿Y la situación económica cómo impacta en la evaluación?
Allí sí es un problema sin solución. En parte, por la ilegitimidad que ella tiene y en parte porque la gente no está bien, aunque peor se sentía con Castillo. Hay un claro porcentaje de gente que está muy mal: a un 34% que no le alcanza el sueldo y tiene grandes dificultades. Es un poco mayor que el porcentaje del INEI sobre pobreza. Ese porcentaje al que no le alcanza no ve resultado con este Gobierno. Eso sí explica en buena medida el problema de ella y su Gobierno.
-Con Castillo estábamos peor, pero él no cayó tanto.
No, porque fue elegido, la gente votó por él, no por el partido, sino alguien del pueblo. Muchos que votaron por él tienen mayor oposición a Boluarte.
-El factor identitario.
Claro. Que no hay con Boluarte. Tampoco el grupo de la derecha se identifica con ella: la aprobación es bajísima. Ella no atrae a ningún grupo. Es la conveniencia del Congreso que quiere que ella se mantenga.
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-Este Congreso empezó con 31% de aprobación el 2021, cuando gobernaba Castillo, y tiene 6% desde el año pasado. ¿Cómo se explica?
El porcentaje del Congreso es casi el mismo que el de Boluarte. Es muy difícil que baje más, pues hay grupos que los defienden porque para ellos significa lo anticaviar o antiprogresista.
-Se suele alegar que es impopular porque tiene diferentes grupos con rechazo de unos, aunque haya simpatía de otros.
Es cierto, pero también es difícil preguntar por bancadas. La gente casi no los diferencia.
-Además, paran cambiando.
Exacto, pero no importa. Para la gente, es el Congreso que se sube sueldos o hace tal cosa.
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-¿Cuán complicado ve que Boluarte llegue al 2026?
No lo veía complicado, salvo por las investigaciones que le están haciendo. Antes, pensaba que seguía hasta el 2026 porque no veo un acto multitudinario en que la gente reclame su destitución. Y, además, no hay nadie que pueda reemplazarla no como líder porque no lo es, sino alguien que la gente quiera en su lugar. La oposición solía estar en el Congreso, y ya no lo es.
-Aunque un 77% quiere adelantar elecciones, un 82,4% no tiene candidato o partido si esto pasa. ¿Cómo entender eso?
No la quieren, pero no tienen cómo reemplazarla.
-No la quieren, pero es tirar los dados a ver qué viene.
Sí, con esperanza de que surja para las elecciones un líder que nos saque del embrollo.
-Un 68% cree que puede surgir persona o partido que lidere un cambio positivo y más en oriente. ¿Cómo entenderlo?
En el oriente y el sur. Con la baja institucionalización y la esperanza de un outsider todavía.
-Hay una expectativa…
Una expectativa muy grande, como pasó con Castillo. Recién a fines del 2020 en algunos lugares, se iba perfilando Castillo. No aparecía hasta que vieron a alguien nuevo con algunas ideas como hombre del pueblo y parecería poder hacer algo por el pueblo. Eso le ayudó y la alta fragmentación. Se puede pasar a segunda vuelta con 15%.
-Otra vez es: “No quiero a ninguno del elenco conocido, quiero que venga alguien nuevo, aunque no sé quién”.
Sí, un outsider, pero también podría no ser outsider.
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-¿Está expectativa apuntaría más a una opción radical o una moderada institucional?
No, no podría ser una opción moderada institucional. La gente quiere cambios en el momento, que le diga a alguien que va a cambiar las cosa. Bueno, Antauro Humala lo dice, ¿no?
-Pero es un enano electoralmente, según el estudio.
Sí, pero los enanos, y aunque tengan voto en contra, pueden llegar a la segunda vuelta sin problema. Cualquiera puede llegar a la segunda vuelta. El tema es que las personas en general no estamos acostumbradas a vivir en democracia, y menos en una sociedad más institucionalizada. Hay una crisis de institucionalidad muy fuerte hacia todos los niveles. Tenemos una informalidad altísima. Entonces, ya estamos pensando que todo se puede hacer saltándose las reglas, a la gente no le importa. Sí le importa que haya corrupción, pero no tanto cómo se hacen las cosas.
-¿Pese a esta destrucción de instituciones que se da en el Congreso, no hay en la ciudadanía una conciencia que apunte a buscar una alternativa institucionalizante?
No creo. No vas a vender un discurso político diciendo “vamos a fortalecer instituciones”.
-¿Entonces, estamos ante el riesgo de un radical?
Sí, de liderazgos radicales, sí estamos en riesgo, es cierto.
-¿Un Antauro que de enano crezca o alguien de ese perfil?
Sí.
-¿Qué se puede hacer?
Es bien difícil. Un proceso lento de construcción debe venir desde la ciudadanía: que los más interesados en la política se involucren, formen parte de sociedad civil o el Estado y puedan trascender a la política. Tenemos muchas veces gente que le dice sí a la protesta, pero no está interesada en la política realmente y menos en lo institucional. Que haya muchos conflictos es termómetro de poca institucionalidad. Si eso va cambiando, sobre todo en el sur, con su sociedad civil muy interesante, y se lucha como una vía institucional, sería mucho más fructífero.