El periodista y analista político Juan De la Puente sostiene que el presidente Pedro Castillo está dejando un radicalismo vacío para buscar la eficacia. Sin embargo, asume nuevos riesgos y debe ir con mucho cuidado.
¿Cómo entiendes el cambio de gabinete de Castillo?
Es un giro en la perspectiva de una mayor racionalidad del Gobierno abandonando un radicalismo vacío con que exhibía muy pocas realizaciones: lanzamiento de una segunda reforma agraria, política de cuidados en materia de mujer, el bono que se dio y continuación de política de vacunación. Fuera de esas cuatro, dos que son continuidad, bonos y vacunación, ese radicalismo vacío paralizó al Gobierno.
¿Y poner de ministro del Interior al abogado de Cerrón?
Sería por no romper definitivamente con la bancada oficialista. El partido de gobierno tiene militantes en el gabinete. Puede ser alguno, como Betssy Chávez, no querido por la cúpula del partido, pero militante.
Castillo parecía resistirse a retirar a Bellido y Maraví...
Parece que hubo dos o tres intentos de modificación del gabinete. No estamos ante un cambio de humor, sino una estrategia para reponer autoridad presidencial en un país presidencialista. Creo que las relaciones de Bellido y el presidente se deterioraron sobre todo por las intemperancias del expremier.
Hay congresistas que piensan que la división de Perú Libre es ficticia. ¿Qué opinas?
Si hay prejuicio, ya no hay análisis. Veo hechos que me llevan a señalar que hay deterioro de relaciones entre presidente y dirección de Perú Libre, que no significa necesariamente divorcio definitivo con la bancada.
¿Van camino a un divorcio o pueden limar asperezas?
No me atrevo todavía a hablar de un divorcio. Hay distancia, críticas y temperamentos distintos. Hay un temperamento en el Gobierno que se mueve en dirección de la eficacia y otro en quienes hablan por Perú Libre hacia la conservación de un discurso político. Son dos tendencias en el oficialismo: de la eficacia y del radicalismo vacío.
Posición ambigua. El ala cerronista del oficialismo mantiene su rechazo al gabinete, pero a su vez sus voceros aseguran que apoyan al presidente Pedro Castillo. Se trataría de un cálculo. Foto: John Reyes/La República
¿Aumenta el riesgo de vacancia presidencial o se reduce?
Depende de cómo se mueva la ultraderecha. Hoy la vacancia es una operación ultraderechista. Hasta ahora ha fortalecido al presidente: pese a sus errores, sube en aprobación. Mientras tenga esa oposición ultraderechista, no sufrirá mucha merma. Por suerte, en el Congreso se ha establecido un centro, con su presidenta, Acción Popular, APP, Podemos, Somos Perú-Partido Morado, que exigen al Gobierno eficacia, pero no se comprometen con lo extremo.
¿Qué debe hacer el Gobierno con los cerronistas?
Mantener espacio del partido en el gabinete es una apuesta inteligente para no producir una ruptura mayor. Y hay derecho legítimo de Perú Libre. En un país donde quienes pierden elecciones terminan gobernando, hay que saludar que Perú Libre quiera estar en el Gobierno. Y sus 37 parlamentarios siguen siendo caudal importante para contribuir a la gobernabilidad.
Waldemar Cerrón dijo que no respaldaban al gabinete. Ahora dicen que no serán obstruccionistas. ¿Cómo entender?
En la bancada de Perú Libre se están procesando cambios. También en las otras. Hay fuerzas que están buscando racionalidad y eficiencia. El temperamento de la bancada del miércoles quizás será distinto en semanas. Esperemos el debate de la presentación del gabinete.
¿Cómo debería ser esta?
Se dice que Mirtha Vásquez implica derechización o caviarización. No hay en eso consistencia. Si uno ve sus orígenes, su compromiso con los derechos humanos, feminismo, descentralización, defensa del ambiente y lucha contra la corrupción, en la práctica es alguien de convicciones. En la lógica extremista, podría ser calificada de radical. A veces el radicalismo vacío se viste de esos ropajes porque en realidad no tiene un argumento vinculado a la eficiencia.
¿Qué podemos prever de sus lineamientos de Vásquez?
El Perú votó por el cambio. También por el consenso. Desearía que su gabinete expresara tanto la opción de cambio como de consenso. Es arquitectura delicada, pero no voltearía los ojos a lo que es el Perú, que expresó en la elección abismos entre costa y sierra, Lima y regiones, Lima residencial y Lima de los pobres. Allí hay demanda de cambios. Pasó el momento de la discusión de las palabras y deberíamos entrar a la discusión de las políticas. No me queda duda de que es necesario recibir un programa de gobierno claramente orientado al cambio.
¿Este Gobierno debe mantener la bandera de la asamblea constituyente?
La premier señaló que no es prioridad ahora. Hay un corto plazo del cambio que obliga a un consenso. El Gobierno no debe claudicar en relación al cambio ni en lo del consenso. La idea de un cambio sin consenso, impuesto a patadas por un Gobierno que ganó por pocas décimas la elección, sería un abuso de concepto de legitimidad política. Los mandatos del Gobierno son dos: cambio y consenso.
PUEDES VER: Betssy Chávez afirma que un grupo de la bancada de Perú Libre dará la confianza al gabinete
¿Cómo ves a Cerrón acusando de caviarización y Bellido pidiendo indulto a Antauro Humala? ¿Declaración de guerra?
Los medios de comunicación han cerronizado la política. Hay una cerronitis aguda. El problema fundamental del Gobierno y la democracia no es Cerrón, es vacunar, prepararse para una tercera ola, retorno seguro a clases escolares, garantizar salario y recuperación del empleo, pobreza, bonos, descentralización, inversión pública. El problema es la crisis, la gobernabilidad, el pacto. Y hay un espacio grande donde están la sociedad civil, partidos, gobiernos regionales, empresarios, trabajadores, que no están en la lógica de preocuparse por Cerrón o la ultraderecha porque hay un país en crisis que necesita actuaciones audaces ahora.
Y has apuntado que el gabinete está ahora yendo más a esta base social...
Pero es un posicionamiento para darle voz a un sector que no la ha tenido en los últimos años. La política ahora se juega en tres territorios: el de las instituciones, el de la élite política y económica afincada en Lima y el de las regiones, sectores emergentes, sectores que han tenido poca voz. Mientras miremos más este nuevo territorio, quizá entendamos más algunas claves de la segunda vuelta que todavía no hemos terminado de digerir.