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Opinión

Opulencia presidencial en un país pobre, por René Gastelumendi

 Boluarte se ubica en las antípodas de la estadista que un país tan complejo y fracturado requeriría

larepublica.pe
Columna René Gastelumendi

Son dos titulares de un solo país, el Perú. Dos titulares, dos realidades. La realidad de la ostentosa presidente de un país pobre y la realidad del país pobre cuya presidente ostenta, sin pudor alguno, evidentes, clásicos, signos exteriores de riqueza. La paradoja del timing la coloca como sacándole la lengua a ese 29% de pobreza monetaria y al 31.4% vulnerable que, según el INEI, en cualquier momento puede convertirse en pobre. Cuestión de unos pocos soles de diferencia, puesto que la canasta familiar es de S/446 al mes por cada persona y, promediando, si una familia tiene cuatro integrantes hablamos de S/1.784.

¿Qué significa? Si un peruano gana por debajo de S/446 es considerado pobre y, resulta que hay 9 millones 780.540 de personas— más de 596.000 adicionales comparado con el año 2022. Otra vez el cruel timing, a un año de su gobierno, señora Boluarte. Pensar que la apurimeña llegó a la presidencia porque integró la plancha presidencial al lado de un profesor golpista y estafador que decía: “No más pobres en un país rico” y hasta ahora recurre, se refugia, cuando no es en su género femenino, en el estereotipo de su origen andino, humilde y quechuablante. Qué cacha, qué hipocresía, que se haya respingado su nariz andina, ¿no?. 12 días estuvimos sin presidente y nadie, ni el congreso, otras veces tan atento, se dio cuenta, porque se si cae Dina, se van ellos.

Cirugías estéticas, “retoques”, Joyas lujosas, el oro, los diamantes. Alhajas que pretenden enrostrar un status, lucir una riqueza material. Opulencia que es, justamente, la cara opuesta de la pobreza que ayer, la presidente que le gusta lucir como ricachona en un país pobre, quería esconder, postergar. Pulseras, relojes, que adornan las muñecas de una mujer que llegó a la presidencia de un país pobre. Hasta podríamos hacer un paralelo entre alguno de los Rolex de Boluarte y las nuevas cifras de pobreza que arrojado el INEI.

Cómo no querer esconder esta blasfemia: por cada millar de dólares que cuesta alguno de los relojes o pulseras que le endilgan, podemos concordar cada punto porcentual de la pobreza peruana. Hablamos de un Rólex de 14.000 dólares, una pulsera Cartier de oro y diamantes de 54.300 dólares. Dos anillos Cartier de oro, uno de 66 diamantes, con un peso total de 0.70 quilates, con un costo de 12.500 dólares y el otro de 85 diamantes, con un peso total de 0.31 quilates, que tiene un valor de 8.900 dólares.  Mi colega César Romero detectó, además, en las apariciones públicas de Boluarte, una segunda pulsera de oro y otro anillo de oro con un diamante, que se valorizan en unos 16.000 dólares. Suman 175,700 dólares las joyas que equivalen a más de 650.000 soles, todo lo cual ya está siendo investigado por la fiscalía. ¿De dónde, pues?

Entonces, los 50 muertos en protestas, los allanamientos, los problemas crecientes de inseguridad ciudadana, las extorsiones de todos los días, los préstamos gota a gota, los sicarios de cada hora, los raqueteros y roba celulares de cada minuto, la crisis institucional, las acusaciones de corrupción y, ahora, la revelada pobreza creciente, tienen, como telón de fondo, la impúdica frivolidad de una presidenta pegada con las babas de congresistas impresentables. Boluarte se ubica en las antípodas de la estadista que un país tan complejo y fracturado requeriría. ¿Castillo también? Sí, Castillo también y todos los que a uno se le ocurran, ese es el detalle. Para colmo, Fujimori y Castillo ahora reclaman sus 15,600 soles de pensión como ex presidentes. ¡Qué país!