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Opinión

“Slowbalization” y crisis del capitalismo democrático, por Humberto Campodónico

“Ha habido una pérdida de confianza en las élites económicas (...) esto genera tanto en la izquierda como en la derecha un populismo indignado”.

larepublica.pe
CAMPODÓNICO

“La economía mundial puede estar al borde de una reversión del aumento constante de la integración que caracterizó la segunda mitad del siglo XX. La escasa recuperación económica en muchas regiones tras la crisis financiera mundial (2008–2010) coincidió con un creciente debate, especialmente en las economías avanzadas, sobre el valor del multilateralismo y los beneficios desiguales de la globalización”.

Eso dice el FMI en un reciente informe con título alarmante: “La fragmentación geoeconómica y el futuro del multilateralismo” (1). Esas dos dudas hicieron más atractivas las políticas de fortalecimiento de las industrias nacionales y que los políticos se hicieran más receptivos a políticas que privilegien a sus Estado: flujos de capitales, restricciones a la migración, intercambio de tecnología e, incluso, a la cooperación multilateral de proveer bienes públicos mundiales (el terrible ejemplo de escasa cooperación al acceso igualitario y democrático a las vacunas contra el COVID-19).

El planteamiento de Trump de “hacer grande a América otra vez” fue la evidencia más elocuente, al igual que el Brexit del Reino Unido en 2016. Le siguieron una serie de medidas proteccionistas y contra en el comercio entre las dos economías más grandes, Estados Unidos y China.

El FMI dice que la fragmentacion geoeconómica (FGE) "privilegia los objetivos estratégicos nacionales, como consideraciones de seguridad o el aumento de la autonomía mediante una menor dependencia de otros países o regiones. Podría surgir como producto de una rivalidad económica estratégica entre naciones o grupos de naciones. A veces puede ser consecuencia de objetivos primordiales de política económica interna”.

El origen económico de la crisis actual

En 1979-80, el neoliberalismo de Thatcher y Reagan desplazó al keynesianismo y al Estado de Bienestar, priorizando la libertad económica que lleva a la óptima asignación de recursos en mercados que “autorregulan”. Thomas Friedman, del New York Times, escribió en el 2005 el libro El mundo es plano, o sea que todo está nivelado para que el capital fluya libremente por todo el planeta.

Pero la Crisis Financiera Global del 2008 demostró que los mercados no se autorregulan, mucho menos los mercados financieros. El propio Alan Greenspan, jefe del Banco Central de EEUU en esos años, admitió que cometió un error al pensar que los impulsores del capital financiero se “autocontrolarían”, lo que no sucedió.

Ha terminado la etapa de la “Liberalización” de 1980 al 2008 (ver gráfico ). Estamos en la “globalización lenta” (“slowbalización”, en inglés).

Las implicancias políticas

Es sabido que el aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza, motivado en parte por la hiperglobalización y por el uso de tecnologías que permiten ahorrar mano de obra, ha provocado una reacción contra la democracia liberal que ofrece oportunidades a movimientos políticos populistas, autocráticos y violentos (1).

Ese enfoque ha sido llevado más lejos por Martin Wolf, jefe de la sección económica del Financial Times de Londres. En su último libro, La crisis del capitalismo democrático (2), dice que no va más la tesis de Fukuyama de 1990 del “fin de la historia”: que con la caída de la URSS, la sociedad humana había encontrado “su” sistema económico –el capitalismo– y “su” sistema político –la democracia liberal–.

Dice Wolf: “Hoy, ni la democracia liberal ni el capitalismo de libre mercado parecen, en absoluto, triunfantes. Y eso no solo es aplicable a países en vías de desarrollo, emergentes o excomunistas, sino incluso a las grandes democracias occidentales. Los fracasos económicos han hecho temblar la fe en el capitalismo mundial. Y los fracasos políticos han socavado la confianza en la democracia liberal. El ascenso de China, cuyo partido comunista en el poder ha rechazado el vínculo entre capitalismo y democracia, también ha sacudido la confianza de Occidente y la confianza de quienes  creían en Occidente”.

Ha habido una pérdida de confianza en las élites económicas: “La gente siente aún más que antes que el país no se gobierna para ellos sino para un estrecho segmento de personas bien conectadas que cosechan la mayor parte de los beneficios. Esto genera, tanto en la izquierda como en la derecha, un populismo indignado”. En el Perú tenemos “un país fracturado”.

Así, la derecha nacionalista moldea el debate político, aun cuando no está en el poder: Donald Trump en Estados Unidos, Nigel Farage en el Reino Unido, Marine Le Pen en Francia, Matteo Salvini en Italia, Geert Wilders en los Países Bajos y Heinz-Christian Strache en Austria. Y, claro, también los que están en el poder en Hungría y Polonia, llegando a Erdogan en Turquía y Putin en Rusia.

Son las llamadas “democracias iliberales”, donde puede haber elecciones, pero una serie de instituciones son copadas (o van camino de serlo), como el poder judicial y el poder electoral, así como la libertades democráticas, comenzando por la libertad de prensa. Suena familiar, ¿no?

Wolf añade un elemento central: “En resumen, la democracia liberal y el capitalismo global que triunfaron hace tres décadas han perdido legitimidad. Esto es importante porque son, respectivamente, los sistemas de funcionamiento político y económico del Occidente actual. La democracia otorga la soberanía a electorados definidos por la ciudadanía. El capitalismo otorga la toma de decisiones a los propietarios y gestores de empresas privadas que compiten a escala mundial”.

Cierto. La acumulación de capital en la era de la globalización hace que las élites dejen de mirar al mercado interno y a las necesidades de la población: si es más barato producir y ensamblar afuera, así será. Pero eso tiene un límite social, y político, que se manifiesta en cada periodo electoral. Es allí donde ambas chocan.

Wolf concluye: “El capitalismo democrático mundial está atrapado entre un presente insatisfactorio y un futuro aún menos satisfactorio de proteccionismo, populismo y plutocracia que es posible que culmine pronto en autocracia, sobre todo en EEUU".

Concluyendo

Las ideas fuerza del “fin de la historia” no van más. Estamos en modo Fragmentación Geo-económica, FMI dixit, una especie de fractura mundial. Por el lado económico hay gran decepción de la globalización liderada por las élites transnacionales: estamos en “slowbalization” que incluye la primacía de los intereses nacionales. En lo político, hay crisis del capitalismo democrático y la tendencia al autoritarismo se manifiesta en los regímenes “iliberales” (parecidos a los híbridos en nuestra región), populistas y, más temprano que tarde, autoritarios.

Cómo esto impacta en nuestra región (¿ya ha impactado?) en pleno proceso de disputa hegemónica global entre China y Rusia, entre otros asuntos más nacionales y ligados a nuestro país fracturado, serán temas de próximos artículos.

1)  Nouriel Roubini, Inteligencia artificial vs Estupidez humana, Project Syndicate, febrero 2024,

2)  Martin Wolf, Por qué el matrimonio entre democracia y capitalismo se está diluyendo y qué debemos hacer para solucionarlo. Editorial Deusto, 2023

“Los fracasos económicos han hecho temblar la fe en el capitalismo mundial. Y los fracasos políticos han socavado la confianza en la democracia liberal”.