Pedro Castillo habría estado haciendo ruidos privados en el sentido de cambios en el gabinete dentro de poco tiempo. Las versiones no dan nombres. Es de suponer que en una lista así figurarían los ministros más criticados, o los más afectados por la pugna interna del gobierno. Quizás cada sector ya tiene sus propios candidatos al reemplazo.
Lo más claro que ha dicho Castillo sobre el particular es un reconocimiento de la necesidad de avanzar hacia la paridad de género en el gabinete. Esto produciría una suerte de recambio suave en un número de carteras, pero no se sabe que esté buscando mujeres para esos altos cargos. Todavía no parece ser más que una buena intención.
Sin embargo los más cuestionados parecen tener el fajín seguro por el momento. El ministro de Transportes se viene beneficiando de señales de apoyo desde las alturas, y Castillo no tiene ganas de entregar su cabeza. Cambiar al primer ministro le crearía más problemas dentro y fuera del Ejecutivo.
Cabe preguntarse, entonces, cuán reales son los rumores sobre un pachacuti ministerial a corto plazo. Quizás lanzar versiones sobre cambios en el gabinete es solo una manera de calmar las aguas y ganar tiempo mientras la gestión se va asentando. Aunque retirar a Héctor Béjar de la Cancillería le dio a Castillo un pequeño respiro.
Si los rumores tienen asidero, podríamos estar a las puertas de una operación de baja policía política, para limpiar el gabinete de influencias externas al entorno de Palacio, atajar algunas tempranas muestras de inoperancia, y revelar a un presidente dispuesto a gerenciar una suerte de segunda etapa.
Pero surge la pregunta sobre dónde va a encontrar los buenos reemplazos para su Consejo de Ministros. Los nombramientos que conocemos han estado casi todos marcados por la urgencia, la presión política y el amiguismo. Debemos entender que para ser fructífero un ciclo de reemplazos tendría que seguir criterios diferentes.
Las semanas transcurridas han bastado para detectar baches en el gabinete, pero quizás no han sido lección suficiente para hacer del profesor un buen convocador de talentos administrativos. Hay indicios de que el Castillo de setiembre es el mismo Castillo de agosto, con los mismos criterios y parecidas presiones.