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Farid Kahhat: “El fujimorismo quiere compararse con Bukele, no Bukele con Fujimori”

El internacionalista Farid Kahhat comparó la reelección de Nayib Bukele y Alberto Fujimori. Ambos "concentraron los poderes del Estado con aprobación popular", señala.

A pesar de la diferencia de tiempo entre ambos mandatarios, las estrategias utilizadas para conseguir la reelección generan un comparativo inevitable. Foto: Jazmín Ceras/LR/AFP. | Foto: Jazmín Ceras/LR/AFP

Las elecciones en El Salvador han declarado como reelecto presidente a Nayib Bukele. Esto se produjo debido a la enorme popularidad que el mandatario ha acumulado durante su mandato gracias a su combate contra el crimen organizado y las bandas delictivas del país centroamericano.

Sin embargo, esta figura no es la primera que se alza en Latinoamérica; ya que, en Perú, Alberto Fujimori marcó un precedente en su paso por Palacio de Gobierno. De acuerdo con el internacionalista Farid Kahhat, ambos mandatarios presentan similitudes en las formas que usaron para permanecer en el poder.

Bukele y Fujimori unidos por una reelección forzada

—¿Cuáles son las principales similitudes entre las medidas planteadas por Nayib Bukele y Alberto Fujimori?

—En cuanto a la reelección, aquí se cambió primero la Constitución, lo que permitió una reelección inmediata para luego dar paso a la "interpretación auténtica", la cual indicó que el segundo mandato era en realidad el primero. Por ende, todavía se podía reelegir Fujimori en la fatídica, para él, elección del año 2000. Sin embargo, en El Salvador, fue peor: la Constitución no permitía la reelección inmediata y más de un artículo la prohibía. Pero, con una mayoría parlamentaria, el partido de Bukele nombró nuevos jueces de la Sala Constitucional de la Corte Suprema y estos interpretaron la Constitución de una forma en la que nadie lo había hecho desde 1983, año en que fue fundada.

Por otra parte, en cuanto a cómo actuaron una vez en el Gobierno, hay parecidos. Si bien Fujimori tenían más de un 70% de aprobación cuando cierra el Congreso, Bukele no lo cierra, aunque usa las Fuerzas Armadas para intimidarlo y aprobar sus iniciativas. Posteriormente, va a elecciones y gana una mayoría calificada. Si bien yo creo que lo que hay en El Salvador es un régimen autoritario, no hay un punto de ruptura tan claro como el 5 de abril de 1992 en el Perú. Los dos concentran todos los poderes del Estado con aprobación popular, producto de logros en el ámbito de la seguridad.

—¿Hasta qué punto Nayib Bukele podrá mantener el respaldo o popularidad de los salvadoreños?

—Tiene dos problemas serios, si es que no tres. El primer problema es el siguiente: sus éxitos en materia de lucha contra el crimen organizado se basan en la adopción de medidas excepcionales de carácter inconstitucional en un estado democrático, tales como el apresar a personas sin expresión de motivo y retenerlas durante meses en prisión sin un juicio justo y sin cargos. Los éxitos del Gobierno se deben a estas medidas excepcionales y, salvo que estas se prolonguen indefinidamente en el tiempo, probablemente la delincuencia vuelva a crecer.

Bukele anuncia su victoria en las elecciones antes de que se divulguen los resultados finales. Foto: AFP

El segundo problema de Nayib Bukele es que se decía, de manera verosímil, que con las mejoras en la seguridad interior iba a mejorar la economía, porque las empresas ya no iban a tener que pagar extorsión a los grupos de crimen organizado y el país iba a atraer inversión extranjera. Bueno, El Salvador es el país de Centroamérica que menor inversión extranjera atrajo el año pasado, según la agencia alemana de Deutsche Welle. Se presume que la economía, que hasta ahora no había sido una prioridad, se convierte en un tema de importancia.

Yo diría que el tercer problema que va a tener es que nadie aprueba el tipo de normas para restringir el acceso del público. Nadie oculta la información oficial como ha hecho El Salvador e intenta controlar el Poder Judicial como ha hecho el Gobierno de Bukele en El Salvador si no intentó ocultar sus rastros. Aunque ahora el Gobierno tiene la situación bajo control, incluyendo en el ámbito mediático, eventualmente empezarán a surgir.

Bukele y la democracia en El Salvador

—¿El Gobierno de Nayib Bukele está en camino a convertirse en una dictadura?

—Yo creo que ya son un régimen autoritario. Nosotros tenemos en mente esta idea de que se pasa de la democracia al autoritarismo por un acto singular que implica una ruptura del orden constitucional, como el 5 de abril de 1992 en el caso de Fujimori, cuando cerró el Congreso. Yo creo que en realidad la democracia llega a su fin porque la subvierten, desde dentro, gobernantes democráticamente elegidos como Nayib Bukele, quien ganó limpiamente una mayoría calificada en el Congreso; pero ya antes de obtener esa mayoría calificada envía las Fuerzas Armadas amedrentar a los congresistas.

Honestamente, creo que ya es un gobierno autoritario. Por ejemplo, en un ranking sobre democracia en el mundo de la Unidad de Inteligencia de la revista de Economist, El Salvador aparece junto con el Perú bajo la categoría de régimen híbrido. Es decir, ya no califica siquiera como una democracia deficiente, sino como un régimen a medio camino entre la democracia y el autoritarismo, más cercano en realidad este último. Además, la revista señala que El Salvador fue el país con mayor grado de deterioro en su estatus democrático en América Latina y el cuarto con mayor deterioro en el mundo.

—¿Cómo afecta la reelección de Nayib Bukele a la democracia en El Salvador?

—Sí, para empezar era inconstitucional y eso lo reconoció el propio Nayib Bukele antes de ser elegido presidente cuando era candidato. La interpretación que se ha hecho de la Constitución es espuria para permitirle —quiero decir— la reelección. Aunque él hubiera podido ganar elecciones genuinamente competitivas, estas no lo fueron porque su Gobierno controla todos los poderes del Estado y amedrenta a la prensa independiente. De hecho, el principal medio crítico del Gobierno, El Faro, opera como medio virtual y varios de sus periodistas trabajan desde el extranjero, precisamente, porque huyeron de las amenazas del Gobierno de Bukele.

Gobiernos autoritarios

—¿Por qué el autoritarismo es tan aclamado en el Perú y El Salvador?

—No es aclamado per se. Cuando uno ve encuestas de opinión a nivel latinoamericano, como el latinobarómetro, el cual se realiza a nivel urbano en 18 países de la región, descubre que el grado de satisfacción con la democracia ha ido descendiendo en el paso del tiempo. La primera cuestión es que las democracias no están cumpliendo con proveer derechos y servicios públicos fundamentales como el de seguridad. El autoritarismo gana terreno ahí donde la democracia no funciona.

Específicamente en el tema de la seguridad, el latinobarómetro tiene una pregunta a la que la gente responde de la siguiente manera "no tengo problemas con que deje de haber elecciones siempre y cuando el Estado vea de servicios básicos", entre otros, el servicio de seguridad. Digamos que existe un deterioro del compromiso con la democracia que se ha dado paulatinamente. Yo, en ese sentido, creo que los liderazgos populistas son síntomas de un problema o un problema en sí.

—Si las medidas de Bukele son pedidas por la sociedad peruana y el partido fujimorista es el más cercano a estas ideas, ¿por qué el antifujimorismo se mantiene?

—Bueno, porque sabemos como terminó el "fujimorismo". Recordemos este anacronismo. Rosangela Barbarán, congresista fujimorista, dice que "Fujimori perpetuó un Bukelazo". En realidad, se debería decir que Bukele perpetuó un fujimorazo. Esta asociación se da por una razón muy obvia, porque hay un parecido en la etapa inicial, acaban con la división de poderes con amplio apoyo popular, los dos tienen logros en materia de seguridad; pero sabemos qué pasa después con Fujimori, quien admite cargos de corrupción y es condenado por su asociación con el grupo un grupo paramilitar, el Grupo Colina.

Además, sabemos que, bajo el Gobierno de Fujimori, se venden armas a los terroristas y narcotraficantes de las FARC en Colombia. También sabemos que al año 2012 ya se habían repatriado más de 200 millones de dólares al Perú, producto de la corrupción del Gobierno de Fujimori. Por eso, es que el fujimorismo quiere compararse con Bukele y no Bukele con Fujimori porque en el caso peruano ya vimos el final de la historia. En El Salvador, todavía estamos en la etapa de amplio apoyo popular.