Napoleón Bonaparte, una de las grandes figuras de la Revolución Francesa, no solo se ganó un lugar en la historia moderna por sus luchas y conquistas, sino también por lo que ocurrió con su cuerpo después de su muerte, el 5 de mayo de 1821.
El general falleció a los 51 años en la isla de Santa Elena, en África. Pero lejos de que sus restos descansen en paz, el cadáver fue sometido a una autopsia, procedimiento en el que un médico decidió quedarse con un pequeño recuerdo: el pene de Napoleón Bonaparte.
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El miembro viril del militar se convirtió en un extraño testigo cultural de generación en generación: pasó del poder de un sacerdote italiano, en el siglo XIX, al de un librero de Londres, en el XX, para finalmente ser parte de la colección privada del urólogo estadounidense llamado John Latimmer, que pagó US$ 2.900 en 1969.
Se dice que Latimmer lo mantuvo debajo de su cama en una maleta hasta su muerte en 2007. En junio de 2016, toda su colección llena de curiosidades fue subastada y vendida a un coleccionista argentino, incluido el pene de Napoleón.
El general falleció a los 51 años en la isla de Santa Elena, en África. Foto: Wikipedia
La amputación del miembro habría sido realizada por el médico Francois Carlo Antommarchi (1780-1838). Algunos historiadores creen que fue por venganza, ya que el especialista solía ser maltratado por Napoleón.
En la actualidad, los restos del emperador de Francia descansan en una tumba de cuarzo rojo bajo la gran cúpula de Les Invalides, en París. Sin embargo, su miembro viril todavía recorre el mundo desde hace siglos.
La tumba de Napoleón Bonaparte, en París. Foto: BBC
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En 1916, 95 años después de la muerte de Napoleón, el británico Maggs Bros compró el miembro y durante las siguientes cinco décadas guardó el órgano sexual. Según el New York Times, años más tarde, el miembro de Napoleón fue a parar a la casa de un coleccionista de Filadelfia (EE. UU.) llamado A.S.W.Rosenbarch.
El Museo de Artes Francesas de Nueva York lo expuso en 1927. Un periodista de la revista Time lo describió como “la tira maltratada de un cordón” y otro reportero de “anguila encogida”.
Finalmente, el médico John Lattimer compró la curiosa pieza y, tras examinarlo, arrojó los siguientes datos: “El tamaño del pene era de 4,1 cm. Y en erección alcanzaría un máximo de 6,6 cm”, contó Lattimer a la revista Time.
Una pintura que ilustra la muerte de Napoleón, de Carl von Steuben. Foto: BBC
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En 2014, un documental de la cadena británica Channel 4, entrevistó a la hija de John J. Lattimer, Evan, quien aseguró que en su casa se encontraba el miembro de Napoleón. “No hay duda de que es un pene, las estructuras internas son perfectas”, sostuvo.
Según la revista Time, la hija rechazó una oferta de 85.000 euros por el curioso objeto. Nueve años después, se supo que toda su vasta colección llena de curiosidades fue subastada y vendida a un coleccionista argentino por más de 600.000 euros.
De acuerdo con el medio ABC, la casa de apuestas garantizó el completo anonimato de los compradores. Hasta el día del hoy, el miembro de Napoleón no ha sido exhibido en ningún museo, pese a que esa fue la finalidad del misterioso comprador.
En 1955, tras su muerte, tanto el cerebro como los ojos de Albert Einstein fueron retirados del cadáver. El cerebro fue estudiado durante décadas, pero los ojos le fueron entregados al oftalmólogo y amigo personal del científico, Henry Abrams, como recuerdo.
El oftalmólogo murió en 2009 y actualmente se cree que los ojos están guardados en una caja de seguridad de un banco de la ciudad de Nueva York (EE. UU.). Una parte del cerebro le fue devuelto a su nieta Evelyn y otros fragmentos se han perdido o permanecen en instituciones científicas.
Todo comenzó cuando Einstein murió en EE. UU., en 1955. El doctor encargado de realizar la autopsia del cuerpo, Thomas Harvey, extrajo el cerebro del físico sin el consentimiento de la familia. Aunque después le permitieron conservarlo con la condición de que fuera utilizado para realizar una investigación científica.
Durante décadas, el Dr. Harvey guardó el cerebro dentro de un frasco y lo mantuvo dentro de una caja de sidra, debajo de un enfriador de cervezas. Posteriormente, cortó el cerebro en 240 pedazos e hizo 1,000 diapositivas del tejido cerebral de Einstein y los envió a investigadores de todo el mundo. Años más tarde, Harvey donó el resto del cerebro al departamento de patología del Hospital de Princeton.
El patólogo Thomas Harvey sostiene un frasco con el cerebro de Albert Einstein. Este hombre practicó la autopsia del genio y se quedó con su cerebro. Foto: Michael Brennan
Actualmente, se puede observar algunos de los fragmentos del cerebro de Albert Einstein en el Museo Mutter, ubicado en EE. UU. Los pedazos del cerebro dentro de diapositivas de vidrio se encuentran en la galería principal del museo.
Además, el Museo Nacional de Salud y Medicina de Maryland también cuenta con fragmentos del cerebro, pero estos son exhibidos de vez en cuando.
El cerebro de Albert Einstein. Foto: Pubmed
En 1737 los restos de Galileo Galilei fueron trasladados de una tumba a otra en la basílica de la Santa Cruz de Florencia. Sus seguidores aprovecharon la ocasión para sustraer partes de la anatomía del astrónomo. Le arrancaron un diente y tres dedos.
El primer dedo fue recuperado en 1937 y podía verse en el Museo de la Historia y la Ciencia de Florencia. En 2009, un coleccionista compró una urna en una subasta y en ella se encontraron los dos dedos que faltaban y el diente. El hombre entregó su hallazgo al Museo de la Ciencia de Florencia, donde ahora se exhiben junto al primer dedo.
Uno de los dedos de la mano derecha de Galileo separados del cuerpo durante la exhumación del cadáver. Foto:AFP
En el Museo Henry Ford en Dearborn, Michigan (EE. UU.), se exhibe en un tubo de ensayo el “último aliento” del legendario inventor estadounidense Thomas Edison.
Cuando el famoso creador del fonógrafo, la cámara cinematográfica y la bombilla murió en un dormitorio en Nueva Jersey en 1931, su médico selló una ampolla abierta junto a él en la que cayó su última expiración.
El hijo de Edison, Charles, creyó que el aliento llevaba consigo el alma, le dio un tubo de ensayo al socio de negocios de su padre, el magnate del automóvil Ford, para que cuidara de él.
Un tubo de ensayo que supuestamente contiene el último aliento del inventor Thomas Edison. Foto: Museo Henry Ford