En Japón, a pocos kilómetros del puerto de Nagasaki, se encuentra la isla de Hashima, conocida también como Gunkanjima. En el siglo XVII, este lugar vivió su gloria y aproximadamente 5 300 habitantes conformaban una comunidad próspera y bastante hacinada.
Sin embargo, todo este panorama se revirtió en tan solo 20 años, dejando un paraje solitario y sombrío. Cerca de 1500 personas desaparecieron sospechosamente o por muertes relacionadas con ‘accidentes’. El resto de personas huyó del lugar.
La isla Acorazado o “del infierno”, como le dicen algunos de sus expobladores, mide apenas unos 500 metros de largo por 150 de ancho. Alrededor de 1890 fue adquirida por la empresa Mitsubishi debido a su potencial de yacimientos submarinos de carbón, en plena Revolución Industrial.
El misterio de la ‘isla del infierno’: el pueblo que se quedó sin un solo habitante [VIDEO]
El negocio japonés iba bien y se pintaba de progreso y éxito. No obstante, esta misma prosperidad tiñó de oscuro su historia, explica la cadena de televisión surcoreana Arirang. La isla de Hashima no se volvió solitaria por un desastre natural o una guerra, sino que los motivos fueron meramente económicos.
Cuando Mitsubishi estuvo a cargo de la isla, necesitó de mucha mano de obra para extraer el mineral que necesitaban. En plena Segunda Guerra Mundial, se generaba cerca de 400 000 toneladas de carbón al año y la empresa “solicitó” el trabajo de más obreros.
Sin embargo, optaron por conseguir mineros a base del trabajo forzado y sueldo por debajo de lo adecuado. Entre 500 y 800 coreanos, además de otro número significativo de chinos, fueron secuestrados para realizar labores en condiciones inhumanas.
Isla Hashima
Su punto más ‘alto’ fue entre 1950 y 1953, cuando ocurrió la guerra de Corea. La demanda del carbón se volvió a disparar y la isla comenzó a crecer forzosamente. Llegaron a cohabitar más de 5000 personas, entre trabajadores y sus familiares, en el lugar.
Se crearon habitaciones, muros, negocios, escuelas, hospitales e incluso templos. Gunkanjima era como una nación, pero en pequeño.
El aparente éxito de la isla no era más que eso, una fachada. Hashima era más una especie de Chernóbil o incluso una estación de Auschwitz. No había un solo parque y el ambiente se caracterizaba por un 95% de humedad con un perpetuo polvo de carbón que era inspirado por las fosas nasales de los habitantes.
Fue así que cerca de 1500 personas desaparecieron ‘misteriosamente’. De algunos se supo que las causas fueron por desnutrición o accidentes laborales.
“Ni siquiera quiero hablar de eso. No puedo explicar cuánto sufrimos. Comer era el mayor problema. Nos dieron camote seco, frijoles y heces de frijol. Eso es lo que llamaron ‘comida’ para nosotros”, cuenta Kim Hyung-seob, quien llegó a trabajar a la mina en 1943.
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Él y sus compañeros pasaban más de 12 horas al día a mil metros bajo el mar. Muchos buscaron huir de ese “infierno”, pero murieron en el intento, agrega Kim.
“La tierra era visible desde la isla. Estaba justo al otro lado del mar. Algunos trataron de escapar nadando y agarrados a los paneles de madera. Pero murieron", dice.
Finalmente, en los años 60, el carbón fue dejado de lado por el petróleo y la isla se “secó”. Mitsubishi la dejó a manos de Nagasaki y a partir de este momento comenzó el proceso de abandono del territorio.
Todo huyeron de Hashima como si buscasen salvar sus vidas. Pronto, la isla pasó ser un lugar fantasma a partir de 1974.
Luego del boom industrial nipón, Gunkanjima pasó a ser un atractivo para los turistas y en 2015 fue catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Actualmente se le reconoce como uno de los lugares que simboliza la Revolución Industrial Meiji de Japón.
No obstante, este título no fue bien visto por Corea, que protestó ferozmente por el respaldo. Alegó que darle ese título a la ‘isla del infierno’ era mermar la dignidad de las víctimas que fallecieron allí.
Este escenario obligó al país nipón a aceptar por primera vez que sí hubo trabajo forzado en la mina.