Por: Josselyn Fernández
Una intensa historia de vida detrás del éxito. La fe ha sido una de las claves para que el diseñador de modas Néstor Monroy pueda darle dura pelea a su violento enemigo: el cáncer terminal. A sus 47 años y con grandes proyectos realizados, el empresario recibió una noticias que cambió radicalmente su vida.
¿Cómo inicias tu carrera como diseñador de modas?
De casualidad. Lo primero fue por necesidad. Mi meta siempre fue ser médico y me incliné a ello; sin embargo, todo cambió cuando me inicié en mi primer trabajo como muchacho de limpieza en el taller de costura de una diseñadora superfamosa en Miraflores. Creo que inconscientemente siempre quise ser un diseñador de modas.
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¿Cuáles son tus perspectivas dentro de la carrera en Perú?
La moda en Perú es increíble. Estuve vendiendo vestidos a varias boutiques en Bolivia. Estoy muy seguro de que si hacemos las ‘cárceles productivas’, con hombres y mujeres, vamos a tener un cambio total pues formaremos personas que estén pensando en producir.
¿En qué momento irrumpe el cáncer en tu vida?
Fue increíble. Pasó el tiempo, comencé a ganar dinero, mis hijos se fueron a estudiar al extranjero y más proyectos. Nunca me di cuenta de que tenía el síndrome de Gilbert. Esto hizo que desarrolle un linfoma y empezó a crecer mi estómago. Llegó un momento en que drásticamente comencé a bajar de peso hasta que me detectaron cáncer terminal.
¿Te cambió drásticamente?
Mis hijos, al enterarse, se pusieron a llorar en la clínica Oncológica porque me detectaron linfoma en la sangre, significa que podía migrar a cualquier parte de mi cuerpo. Es un cáncer agresivo y ahí fue mi batalla. Todo lo que había ahorrado se volvió nada, pero gracias a Dios nunca agaché la cabeza, mucho menos perdí la fe. Siempre dije: Esto es solo una enseñanza y ya estoy con este tratamiento de última generación.
¿Cómo has vivido el tratamiento?
Mi amigo Jeffrie Fuster, actor, tuvo cáncer al estómago. Me comuniqué con él y le pregunté sobre su tratamiento. Me recomendó ir a Neoplásicas y lo último en que pensaba era atenderme en un centro del Estado porque en ese tiempo ganaba bien. Al llegar al hospital me encontré con unas colas horribles y comencé a llenarme de valor por las personas que tenían un plan esperanza.
¿Cómo sientes que trata la sociedad a una persona con cáncer?
El episodio del cáncer fue terrible. Primero porque me quedé sin pelos y la gente pensaba que tenía SIDA. Las personas siempre están para juzgarte y no para decirte que vas a mejorar. Te das cuenta de que no confían en ti porque creen que los vas a estafar. He estado delicado más de tres meses y he puesto mucho de mi parte para estar parado a los 15 días atendiendo en oficina.
¿Consideras que tu trabajo puede apoyar a las personas con cáncer?
Desde que comencé a sanarme, a 6 meses que me puse de pie, me escriben muchas personas preguntándome por el cáncer. Trato de contestar a todas ellas para motivarlas y decirles que lo van a superar porque el cáncer es solo un sueño.