El escritor y guionista peruano presenta hoy su libro La procesión infinita en la Librería Sur. Acompañarán a la ceremonia sus colegas Santiago Pedraglio y Antonio Gálvez.,Lo conocí en París en el 2015. De vuelta a nuestra capital este mes, conversar con Diego Trelles Paz refresca ese ideal de persistir en la literatura como un mecanismo de transformación, personal y social. ¿Cómo un joven de a pie puede llegar a la posición que ocupas por este tiempo en la literatura peruana? Lectura. Responsabilidad. Que sepan que un escritor cuando inicia necesita escuchar a los demás. Valentía y humildad. Conciencia de que se tiene o no se tiene talento. Que se puede forjar, pero que no se llega. ¿A qué le llamas escritor? Uno no es escritor cuando publica y sale en los periódicos, uno es escritor cuando decide conscientemente dejarlo todo por escribir. ¿Y publicar libros? Para mí la publicación no te convierte en escritor. ¿Entonces? Uno se convierte en escritor cuando decide dejar todo por hacer un buen libro, una buena obra de teatro, un gran ensayo. El problema de muchos escritores es que hay narcisos que están desviando la atención de lo más importante: la literatura. ¿En eso influye el impacto de las redes sociales? Ahora con las redes, que son un gran escaparate, muchos jóvenes piensan que la literatura es glamour; que el objetivo es que te escuchen, que seas importante por lo que dices. ¿Eso no es importante, también? ¡Tienes que ser importante por lo que escribes! Todo lo que he podido ganar, que no es poco ni mucho para la edad que tengo, lo he conseguido trabajando. ¿Sientes que el entorno te ha favorecido en tu carrera? Sí, evidentemente. Vengo de una clase media de barrio. Nací en Lima, crecí en Magdalena del Mar. Mi primera novela es sobre mi hogar y mi barrio durante la época fujimorista. Donde aprendes las cosas a golpes, donde juegas fulbito en la calle y te matas por una gaseosa. De violencia y, en tu caso, de contrastes ¿no? Sí. Estudié en el colegio La Inmaculada y luego fui a la Universidad de Lima. Entonces, tenía dos mundos: ir a un quinceañero de un colegio de bien y a las tres de la mañana volver a una pollada a seguirla en la noche. Tenía y tengo una vida nocturna activa. Y la literatura te acompañaba... No era un ratón de biblioteca cuando era pequeño. Era alguien que se iba a la playa tirando dedo. Que descubrió cosas en el mismo trato con chicos de diferentes clases sociales. ¿Llegó para ti, como la mayoría de personas, con un fin terapéutico, de descarga emocional? Para mí la literatura fue una especie de enfermedad. Cuéntame más sobre ello... Me iba tomando de a pocos y yo me decidía si quería o no. He llegado a todo lo que me ha pasado, como cinco libros de ficción y algunos premios y de un reconocimiento que, bueno ahí está, pero sé que llegó y no dudé en aceptar el llamado. ¿Has tenido malas experiencias en la literatura? En el camino de formación. Con gente que me leyó y por un sentimiento que nunca ha llegado a calar en mí, me aconsejaron que la dejara, que no era lo mío. ¿Y cómo reaccionabas? Con mucha personalidad (sonríe). Para mí fue claro que, pese al miedo y los comentarios, la literatura era irrenunciable.