Desde hace décadas, existe en el país una brecha profunda entre la población y los líderes políticos, lo cual se ha reflejado en la ausencia de candidatos aluviales y la aplicación de la lógica del mal menor. Hoy, esta distancia se traduce en bajas tasas de aprobación. No importa si se es de izquierda o derecha, fujimorista o antifujimorista, dinosaurio o nuevo; el destino de todo político parece ser el de no conectar con la población. Si tomamos el caso del mandatario y de Keiko queda claro que el problema no son sus atributos personales o por lo menos no se trata de una ausencia total de ellos.El no poder incrementar sus tasas de aprobación estarían explicado más bien en su incapacidad para producir una propuesta realmente convocante, léase, no poder responder a las demandas ciudadanas. Lo cierto es que este problema afecta más al presidente, dado que es al Ejecutivo que le corresponde mostrar liderazgo ahora, pero también le está pasando factura a Fujimori. Ambos están atrapados en su laberinto. ❧