La verdad es que uno ya no sabe qué pensar. Porque a ver. Si escuchan a Fernando Vidal Castellanos, vicario general y asistente de comunicaciones del Sodalicio, pareciera que a algunos sodálites les encantara vivir a oscuras, en plan Andrea Bocelli. Es eso, o es que les fallan los sensores y resortes del sentido común. Lo digo porque he leído esta semana un informe periodístico de BBC Mundo, escrito por la periodista Pierina Pighi, y qué cosas, Vidal tiene la audacia –aunque, si me preguntan, yo usaría otro término– de afirmar que los maltratos físicos y psicológicos no formaban parte de la política de formación sodálite. Lo dice así, textualmente: “Estamos seguros que han sido hechos aislados, circunscritos”. ¡Por dios! ¿En serio quieren negar lo innegable? Es verdad que algunos, por distintas razones, se salvaron del ensañamiento perverso y sistemático, pero igual fueron víctimas del régimen vertical y totalitario, y del formateo mental, en el que la obediencia incondicional se convirtió en la columna vertebral del adepto. Basta conversar con cualquier exsodálite que haya transitado por las casas de formación de San Bartolo. Con cualquiera. No hay ni uno que no haya sido víctima o testigo de abusos físicos o psicológicos. Que hablen, si no, quienes padecieron los años en que Óscar Tokumura hizo que San Bartolo hiciera parecer a Guantánamo como un resort de Cancún. Solo para poner un ejemplo, digo. Lo más curioso es que, entre la arrogancia y la justificación peregrina y torpe, Fernando Vidal trata de mitigar la cosa diciéndole a BBC Mundo que en los comienzos del Sodalitium, cuando los sodálites eran muy jóvenes, tomaban como referencias antiguas costumbres de la época. Ergo, habría que colegir que el fascismo y el conservadurismo rancio y el rigorismo extremo “es culpa de la época”. Y por lo tanto, Figari habría sido entonces, de acuerdo a la hermenéutica de Vidal, una suerte de intérprete de la cultura de los sesenta y de los setenta, y ya no del Espíritu Santo, y de esa manera creó el Sodalicio. Con las influencias culturales de entonces. Y les confieso que volví a leer el párrafo. Y nada, seguía diciendo exactamente lo mismo. ¡¿En serio?! En otra parte de la nota de BBC Mundo, Vidal lanza otro bulo solemne. Nunca hubo restricción o prohibición de lecturas para los sodálites, sino “recomendaciones durante su formación”. Fíjense de lo que me vengo a enterar recién ahora, después de más de treinta años, porque, la verdad, no recuerdo que esa flexibilidad literaria que describe Vidal rigiese en mis tiempos sodálites, que fueron los ochenta, cuando las lecturas eran obligatorias y teníamos que leer al antisemita Hugo Wast, las obras de José Antonio Primo de Rivera, textos sobre el fascista rumano Cornelio Codreanu, Piloto de Stukas, de Hans Rudel, el nazi que ayudó a escapar a Mengele hacia Paraguay. Y así, varios libritos por el estilo. Sí, también se leía El Principito, Juan Salvador Gaviota y las novelas de Herman Hesse. Pero a los primeros había que leerlos de todas maneras. Pero volviendo a Vidal y sus declaraciones en BBC Mundo. El vicario general continúa echándole la culpa a ‘la época’, a los ‘errores de juventud’ y a su fundador. “Creo que en situaciones así (se refiere a las ‘órdenes absurdas’, al bullying colectivo y a los abusos en general) confluyen muchas cosas: los defectos y problemas del señor Figari, el contexto socio-cultural de los años sesenta y setenta, la juventud e inexperiencia de los que iniciaban este camino”, anota. E inmediatamente se atreve a asegurar que ese tipo de prácticas no se hacen “desde hace muchos años en ninguna de las comunidades sodálites”. Y claro. No especifica hace cuántos años. Pero diversas fuentes consultadas, me aseguran que el rigor se relativiza algunos años después de la muerte de Germán Doig (1957-2001). Digamos que en el 2005 o 2006, por fijar una fecha. Y asumamos que el dato es verídico (aunque, siendo sinceros, no estoy muy seguro de ello). Igual estamos hablando de treinta y cinco años de maltratos de palabra y de obra, atroces, despiadados, sin compasión y extremadamente violentos. Y ojo. La institución cumple este 2016 cuarenta y cinco años de existencia. Es decir, la mayor parte de la vida del Sodalicio ha estado dedicada a someter a sus militantes con métodos reprobables, vejatorios y atentatorios contra los derechos humanos. Vidal llama a todo esto “fallas”. Tal como lo leen. “Fallas”. Así describe a lo que está explicado y expuesto en Mitad monjes, mitad soldados, la investigación que hicimos Paola Ugaz y el arriba firmante. Dicho todo esto, creo que queda claro que la milonga del religioso bueno y honesto y transparente es una tontería. O, si prefieren, es pura retórica idiota. Y a ver si nos enteramos. Porque las mentiras son mentiras ya sea en boca de Alan García o en la de un sodálite que trata de poner la carita de pena del Gato con Botas, como en la película de Schrek. Pues eso.