Incapaz de reaccionar serenamente ante la derrota, el fujimorismo construye dos mundos imaginarios en los que quiere vivir a la vez. En el primero, Keiko Fujimori es una especie de presidenta virtual. Cree que le han robado las elecciones y quiere gobernar bloqueando leyes ajenas e imponiendo las propias. Ese gobierno fantasma no difiere mucho, en su mecánica, de una cacería de pokemones: imágenes ilusorias sobrepuestas al mundo real. Su líder es un avatar de Keiko Fujimori que envía mensajes presidenciales desde un palacio de cartón vía Youtube, Facebook y Twitter. En el segundo mundo imaginario, los fujimoristas se han convertido en seres críticos, que objetan todas las acciones del gobierno de Kuczynski (desde sus proyectos legislativos hasta sus nombramientos, pasando por sus rutinas de calistenia y sus zapatillas). Este otro mundo imaginario es semejante a aquel capítulo de Los viajes de Gulliver donde el viajero británico llega al país de los Houyhnhnms y descubre una sociedad de caballos intelectuales. La diferencia, claro, es que en la novela de Swift los caballos son seres en extremo inteligentes, que obran siguiendo razonamientos rigurosos. La similitud es que los Houyhnhnms no tienen consideraciones morales. En efecto, en esta segunda distopía, los fujimoristas se han vuelto seres críticos, que objetan todo, pero, a diferencia de los Houyhnhnms, son incapaces de construir un argumento y se convierten rápidamente en objeto de burla. En ambos casos, están viviendo fuera de la realidad y, por tanto, más cerca del sitio que deberían ocupar siempre.