Contra Donald Trump existen miles de procesos judiciales abiertos que van desde el fraude y la estafa hasta la violación sexual de menores. Es difícil pensar en alguien que haya llegado a la Casa Blanca con un prontuario comparable al suyo. Si ganara las elecciones —difícil pero no imposible— sentaría un precedente en la política estadounidense. Una de las figuras mundiales más interesa-das en que eso ocurra es Vladimir Putin, cuyo prontuario es más largo y cuyo discurso es semejante (ambos son populistas, autocráticos, fascistoides). Putin está trabajando para que Trump gane las elecciones: el ejemplo más reciente es el hackeo ruso del sistema informático del Partido Demócrata y de la campaña de Hillary Clinton. Trump, por su parte, ha dicho que le parece bien que los rusos intercepten y publiquen las comunicaciones internas de los demócratas, lo que deja en claro que ni siquiera el rechazo histórico americano a la injerencia rusa en su política, que se remonta a la Guerra Fría, detendrá a Trump de una alianza de índole criminal (con el potencial de transformarse en una mafia transnacional). Si Trump llegara al poder, nos enfrentaríamos a un escenario inédito desde la Segunda Guerra Mundial: un mundo en el que dos de los tres o cuatro países más influyentes, tanto en lo político como en lo económico, estén en manos de violentistas con historial delincuencial que ejercerán el poder como criminalidad: xenófobos, segregacionistas y autárquicos en lo ideológico, y, en lo personal, dispuestos al saqueo descarado. Si les suena conocido es porque ese mundo parece imaginado en una celda en la DIROES.