Hablan los números: el Gobierno de Dina Boluarte no ha podido enderezar el rumbo económico, ya que este 2023 el PBI caerá 0,5%, de acuerdo con el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).
Bajo la punta del iceberg, se advierte un panorama complicado para el año nuevo, porque se romperán las reglas fiscales por la falta de ingresos, la inversión privada continúa en rojo y las expectativas empresariales siguen en el tramo pesimista. Lo rescatable es que la inflación se acercará al rango meta más temprano que tarde al cerrar diciembre en 3,1% —a un paso del rango meta de 1%-3%—.
Son siete los sectores productivos que culminarán el corriente en negativo. La contracción más pronunciada está en pesca (-17,6%), manufactura (-8,0%), construcción (-8,0%) y agrícola (-4,3%). Apenas en tres sectores habrá variaciones positivas (ver tabla).
Hace tres meses, el ente emisor aguardaba un crecimiento de 0,9%, pero los efectos de las anomalías climáticas son prolongados y ahora se espera la tasa más baja en poco más de dos décadas —1998, cuando el PBI cerró en -0,4%— sin considerar la pandemia (-11,12%).
Julio Velarde, presidente del BCRP, aseguró que las protestas contra el régimen, Congreso y por pedido de asamblea constituyente vistas a inicios de año impactaron en 0,8% del PBI, mientras que el ciclón Yaku y El Niño Costero golpearon en casi 1,5%.
Con la contracción de 0,5% del PBI, por segundo año consecutivo, el Perú se ubicaría por debajo del promedio de América Latina (2,0%). Guiándonos de cifras de Cepal, apenas estaríamos mejor que Argentina (-2,5%) y Haití (-1,8%).
Este menor dinamismo impactará en los ratios de pobreza monetaria. Velarde adelantó que aguardan una tasa de 28,7%, poco más de un punto porcentual que en 2022. Es decir, casi un tercio de los peruanos no tendrá los ingresos suficientes para atender sus necesidades básicas. El Banco Mundial, por ejemplo, prevé que se dispare a 30%.
El exministro de Economía y Finanzas David Tuesta considera que las proyecciones expuestas por Velarde ponen fin al sobreoptimismo del Gobierno, e incluso cree que para el rebote de 3,0% pronosticado para 2024 hay un sesgo a “caer más”, ya que las expectativas empresariales yacen deterioradas “día a día”.
Cabe mencionar que desde mediados de 2021 —en la génesis de la efímera gestión de Pedro Castillo— el pesimismo empresarial domina en la mayoría de los indicadores macroeconómicos recogidos por el BCRP.
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Juan Carlos Odar, director de Phase Consultores, señala que el Poder Ejecutivo no ha podido despertar la confianza de los inversionistas ni de los consumidores pese al cambio de mando, y ha insistido en programas de inversión pública —como Con Punche Perú— que se ven lastrados por el flojo desempeño de los Gobiernos subnacionales.
“No es que la caída sea severa, pero nos hemos estabilizado en un nivel bajo. Ese es el problema. No hay capacidad de reacción. Si llegamos al cuarto trimestre consecutivo en negativo, tendríamos algo que no ocurre desde 1988. Fuera de la pandemia, tenemos que revisar bien atrás para encontrar un manejo tan débil y malo de la economía”, mencionó Odar para La República.
La inversión privada, que abarca el 80% de la inversión total, lleva cinco trimestres consecutivos en negativo, y el BCRP espera una contracción mayor: de -5,3% a -7,3%. En minería, el retroceso es más pronunciado: -14,1%.
Velarde señaló que “sí hay interés” empresarial para invertir en minería, especialmente en proyectos brownfield —ampliaciones de operaciones vigentes—, pero que, ante la alta tramitología para los permisos, los interesados desisten. Dificultan las proyecciones la ausencia de proyectos de envergadura como Quellaveco, añade. Así, para el 2024 aguardan que la inversión privada total suba a 1,8%.
Aparte de los choques sobre la economía peruana como las protestas o El Niño, también es cierto que no solo el Gobierno sino también el Congreso han perpetuado el pesimismo empresarial y en el consumidor. El Gobierno ha sido incapaz de levantarlas. Se han enfocado mucho en el gasto público y tarde se han dado cuenta —y si es que lo han hecho— que su enfoque debe estar centrado en repuntar las expectativas empresariales para así crear más empleo. No es que sea automático, pero
sus prioridades fueron otras y al final no han servido mucho.
La economía quizá en diciembre comience a crecer o caer menos, pero lo que preocupa es la arremetida institucional de la clase política. En un país donde hay grupos que solo velan por sus intereses y clientelistas, lejos de generar reformas para avanzar, están causando mucha incertidumbre con sus contrarreformas. Un inversionista no sabe lo que viene hacia adelante. La economía hace tiempo está contaminada por la política pública; entonces ahora cuando nos recuperemos creceremos poco y seremos vulnerables. Con una tasa del 2% no es suficiente.
El crecimiento del PBI no lo es todo, pero si no hay crecimiento, ¿qué vas a redistribuir? La pobreza se va a incrementar y la clase media no crece. Habrá un incremento del subempleo y contracción del empleo adecuado que no se normalizó tras la pandemia, pero que se agravará más que nada en los sectores rurales.
“Los conflictos sociales y las anomalías climáticas afectaron los ingresos y la confianza del sector privado en 2023. Esperamos un clima más normal, que nos lleve a una contratación nuevamente del sector agrícola”.
“No es que la caída sea severa, pero sí prolongada. Nos hemos estabilizado en un nivel bajo. No hay capacidad de reacción (…). Tenemos que revisar bien atrás para encontrar un manejo tan débil y malo de la economía”.