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Domingo

Walter Velásquez: "No se pueden comparar los recursos de la ciudad con la zona rural. Hay que cerrar esa brecha"

"Hice la primera versión de Kipi con chatarra del laboratorio. Le puse de cerebro el procesador de mi laptop", señala Walter Velásquez.

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Esfuerzo. Walter Velásquez creo a Kipi, la robot, en tiempos de pandemia, buscando una forma de hacer llegar educación y ciencia a sus alumnos. Foto: Universidad de Piura

Walter Velásquez Godoy, profesor de una escuela en Colcabamba, provincia de Tayacaja, Huancavelica, y creador de la robot Kipi, acaba de ganar el Premio Esteban Campodónico por su destacada labor en escuelas rurales. Antes ya había recibido otras distinciones, incluyendo las Palmas Magisteriales. Él ha unido la educación con la tecnología en una zona del VRAEM donde difícilmente hay conexión a internet y escasean los recursos para promover la innovación y la ciencia. Aquí conversamos sobre el origen de Kipi y la situación de la educación peruana. Su gran historia incluso podrá verse en el documental Misión Kipi en los próximos meses.

En una entrevista dijiste que “estás fabricado para ser docente” ¿Qué influyó en ti para esa vocación?

También he dicho que soy profesor por naturaleza (risas). Creo que mis papás tienen la culpa. Mi mamá trabajó como bibliotecaria muchos años en la escuela pública. Ella me llevaba mucho a la escuela. Y yo paraba en la biblioteca desde pequeñito. Le ayudaba a acomodar los libros. Los recuerdos que tengo desde muy pequeño son los de estar en la escuela. Mi papá es profesor de matemática. Entonces, si no estaba con mi mamá y los niños de primaria, estaba con mi papá en secundaria. He crecido en un entorno escolar.

Fuiste buen alumno entonces…

Sí. Y en mi colegio tuve un profesor que se llamaba Walter como yo, que me involucró a mí y a otros niños en la ciencia. Nos gustaban sus clases en el laboratorio. Nos parecía divertido.

¿Cómo fue tu primera experiencia como profesor y cómo decides unir los contenidos educativos con la ciencia?

Enseñé primero en una comunidad que se llama Huaribamba, en el colegio Augusto Salazar Bondy. Desde chico tuve esa curiosidad de desarmar los juguetes, o fabricar mis juguetes. Y me gusta el laboratorio, enseñar y compartir lo que sé. En mis primeras prácticas como maestro fui de voluntario a comunidades. Elegí eso porque he crecido en la zona rural de Huancavelica. Y quería acercar a los chicos a la ciencia como una ventana de aprendizaje.

Antes de Kipi, la robot, ya habías creado un laboratorio en el colegio donde enseñabas.

Siempre me he preguntado por qué los arquitectos han creado aulas cuadradas. Por qué la pizarra tiene que estar adelante y las mesas atrás. Ese es el estándar. ¿Por qué no puede ser diferente? ¿Por qué no usar otros recursos? El escenario de aprendizaje tenía que ser más atractivo. Cuando llegué como profesor nombrado a Colcabamba, pedí un salón y le dije al director que quería transformarlo en un laboratorio. Me dieron un salón de adobe, sin vidrios en las ventanas, y ese saloncito se convirtió en nuestro primer laboratorio. Con los papás lo remodelamos, reparamos las carpetas y todo lo necesario.

En pandemia, ¿cómo enfrentaste los problemas de conexión para enseñar en una zona alejada como el VRAEM?

Para nadie es desconocido que la zona rural del país y en especial Huancavelica todavía la brecha digital no está cubierta, todavía hay lugares donde no llega radio, televisión, internet. O inclusive comunidades donde sí hay conexión pero no tienen los recursos para pagar un plan de datos. En la pandemia usamos el WhatsApp y el ministerio hizo el programa Aprendo en Casa. Pero en las comunidades alejadas donde no hay este acceso o las familias no tienen televisor o radio, era un problema. Yo decía: algo tengo que hacer por mis alumnos. Les llevé los libros, los alimentos de Kaliwarma y reparé treinta radios reciclados que había en el laboratorio. Todo eso sirvió.

Y en ese momento de pandemia también nace Kipi, la robot educativa

Yendo a una comunidad le digo a una mamá: señora acá traigo los libros, le entrego la radio y usted va a tener que ayudar a sus hijos con Aprendo en Casa. Y me dice: “Profesor, si yo no sé leer ni escribir, ¿cómo les voy a ayudar?”. Al regreso iba pensando qué hacer, y pensé en programar un robot. Eso podía ayudar más. Y esa idea se transformó en Kipi, una robot que pueda leer y que pueda dar los contenidos de manera más fácil a las familias. Hice la primera versión con chatarra del laboratorio. Le puse de cerebro el procesador de mi laptop y la empecé a entrenar. Al principio reconocía solo mi voz. Y luego, con escuelas rurales, implementar sus laboratorios, no solo tener a la escuela con pizarra y carpetas. Con un desarmador no vas a desmontar un motor, necesitamos más recursos y materiales.

Acabas de ganar el Premio Esteban Campodónico por ‘Actividad Profesional Destacada’, el más reciente de muchos otros premios ¿De qué manera impacta eso en tu trabajo?

Cuando el 2012 gané ‘El maestro que deja huella’ el premio ayudó para poder implementar nuestro primer laboratorio, compramos materiales, etcétera. Esta vez el premio Esteban Campodónico va a ser para poder implementar nuestro museo. Tenemos el Museo de la Curiosidad en esta zona (Tayacaja), nos visitan muchas escuelas. Tenemos cien curiosidades, porque el cerebro se estimula con cosas curiosas y aprende. Todo ha sido recopilado de la comunidad: cerebros de animales, insectos de la comunidad, arqueología recolectada, restos paleontológicos. Y mezclamos eso con los robots que creamos, tenemos prototipos, inventos. Ahora vamos a potenciar eso con mejor iluminación, módulos, maquetas, todo al servicio de la comunidad. Y vamos a preparar 100 kits de robótica para llevar a 100 escuelas. Es la mejor manera de cambiar la sociedad a una más desarrollada, más educada.

¿Qué sientes cuando ves en las noticias que el Perú está en los últimos lugares en las pruebas PISA o hay una baja comprensión lectora?

Huancavelica compite con Loreto los últimos lugares en el tema educativo. Por eso los profesores debemos hacer estrategias técnicas para avanzar, la forma en cómo enseñar, cómo llegar a ellos, y ahora con la tecnología, con la inteligencia artificial. Impulsar la tecnología ayuda a superar estas brechas. Es un proceso y ojalá que en algún momento salgamos de esta cola.

¿Qué hace falta para que una experiencia como la tuya se masifique? Para que hayan muchos Kipis en muchos lugares

Es importante darle una mirada a la innovación. Tenemos un Concejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Concytec). Como me gustaría hacer un convenio, una alianza para que vayamos superándonos. Se está generando tecnología en nuestro país pero no le estamos dando la mirada suficiente. No solo seamos un país consumista, sino un país que crea, que innova. Hay muchos profesores que están haciendo proyectos, debemos rescatar eso y empezar a cambiar muchas cosas desde abajo. El Fondep (Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación Peruana) tiene registro de los profesores innovadores y ha registrado más de 500 innovaciones en el Perú, es decir hay formas de cómo mejorar la comprensión lectora, el razonamiento matemático, el aspecto de ciencia y tecnología. Tenemos que potenciar al máximo las innovaciones.

Se está haciendo un documental sobre tu historia con Kipi

Si, agradezco a Sonaly Tuesta –la directoraque haya dado esta mirada a la escuela rural peruana. Me ha visitado, hubo varios meses de rodaje el año pasado y será lanzado en los próximos meses. Recreando cómo nació Kipi y como es una herramienta educativa y cultural para los niños. Retrata cómo estamos generando tecnología desde la escuela pública, la belleza de la comunidad, Colcabamba, y diferentes comunidades de Huancavelica.