Por supuesto que ha habido momentos en los que César (18) ha necesitado hablar con alguien.
Sentado en el Bosque de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, no quiere entrar en detalles, pero reconoce que en estos casi tres años de estudios ha habido épocas en las que la preocupación por las clases y algunas cosas personales –la familia, el amor– lo embargaba tanto que le quitaba el apetito y no lo dejaba dormir.
¿Hablarlo con un amigo? Eso ni pensarlo. Para muchos jóvenes como él, contar sus preocupaciones personales es algo vergonzoso. Además, ¿qué podría decirle alguien de su edad para que se sintiera mejor?
César sabe que en la Facultad de Psicología hay un consultorio psicológico, pero nunca ha ido. No es una sorpresa. El decano de la facultad, Alberto Quintana, dice que la mayoría de los pacientes que van son externos: solo un 15% son estudiantes o docentes. Y eso porque –explica– los psicólogos que atienden en el consultorio son profesores o estudiantes de los últimos años, y a los chicos les preocupa que sus problemas se divulguen en la comunidad.
Por eso es que César y otros jóvenes sanmarquinos han recibido bastante bien que el gobierno haya inaugurado, el martes 15, un centro de salud mental universitario en el viejo campus de la Decana de América.
Es el primero de su tipo, pero la ministra de Salud, Zulema Tomas, dice que habrá por lo menos 22 más. El próximo será abierto en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).
No es, desde luego, una noticia menor, como algunos personajes han sugerido en redes sociales. Se trata de una política que podría lograr un gran y positivo impacto en los jóvenes. Y eso por la sencilla razón de que los trastornos socioemocionales abundan en los campus universitarios peruanos.
DESERCIÓN ESTUDIANTIL
En julio pasado, la psicóloga de la PUCP Lesly Martínez presentó una interesante tesis sobre la relación entre el estrés académico y la adaptación a la vida universitaria entre estudiantes de tres regiones del país Martínez reveló que el 87% de los universitarios padece de estrés académico. Prácticamente, nueve de cada diez. El 36% lo experimenta a un nivel medio, el 31% a un nivel entre medio y alto, y el 10% a un nivel alto.
Las principales causas de ese estrés son las evaluaciones de los profesores (exámenes, ensayos, trabajos de investigación, etc.), la sobrecarga de tareas y trabajos y el enfrentar las evaluaciones del curso.
En su tesis, Martínez cita otro estudio, del año 2001, que observó que los estudiantes de los primeros años se estresan más que los de los últimos. Indudablemente, la llegada a un nuevo ambiente, los nuevos métodos de enseñanza y, claro, la presión por encontrar un lugar y encajar socialmente son factores que afectan su estado emocional y mental.
Lo más grave es que el estrés, y la ansiedad que lo suele acompañar, pueden empujar al estudiante a dejar los estudios.
No es infrecuente. En el Perú, cerca del 30% de los universitarios abandona su carrera por diferentes motivos, de acuerdo a un estudio del Banco Mundial realizado el 2018.
Uno de esos motivos es su inadaptación a la vida universitaria, hecho que –según la tesis de Martínez– está fuertemente vinculado al estrés académico.
En Colombia, la tasa de deserción universitaria llegaba al 45% en el año 2008, como consecuencia, entre otros factores, de problemas psicológicos y emocionales. En ese momento, el gobierno tomó cartas en el asunto y, tras implementar estrategias de detección y manejo de la salud mental en los estudiantes, logró reducir la tasa de deserción hasta el 20%.
Los problemas psicológicos y la deserción también son una preocupación del gobierno peruano. Por esta razón es que este año, a través de los ministerios de Salud y Educación, emprendió una serie de acciones para preservar la salud mental de los universitarios del país.
CONSUMO Y ADICCIÓN
Los estudiantes sanmarquinos que acuden al consultorio psicológico de la Facultad de Psicología presentan más o menos los mismos problemas, dice el decano, Alberto Quintana.
Uno de ellos son los trastornos de sueño. La presión, la sobrecarga académica, los hacen desvelarse haciendo sus tareas, estudiando o simplemente porque no pueden dormir. Luego, en el día, se caen de sueño.
También llegan con ansiedad y también con depresión. Lo más preocupante –dice Quintana– es que estos trastornos socioemocionales desencadenan conductas poco saludables. El consumo de sustancias, como el alcohol, por ejemplo. Y la adicción a los videojuegos.
En el año 2018, el Ministerio de Educación (Minedu) organizó una serie de conversatorios con más de 300 estudiantes de 11 universidades públicas.
En estas reuniones, los jóvenes señalaron que las universidades debían contar con espacios que fomenten la salud mental y prevengan la deserción.
El Minedu y el Ministerio de Salud (Minsa) tomaron nota de ello y se pusieron a trabajar.
Una de las primeras cosas que hizo el Minedu fue pedirles información sobre la salud mental de sus docentes y alumnos a las 144 universidades del país. Contestaron 135.
El 85% de estos centros de enseñanza reveló que había identificado problemas de salud mental entre los miembros de su comunidad. Los más frecuentes fueron ansiedad (82%), depresión y estrés (79%), violencia (52%), consumo de sustancias psicoactivas (48%), trastornos alimenticios (37%) y conductas suicidas (35%).
Jorge Mori, titular de la Dirección General de Educación Superior Universitaria (Digesu), dice que, con estas líneas de base, el Minedu y el Minsa elaboraron una serie de lineamientos para el cuidado de la salud mental en las universidades.
El primero es que todas las casas de estudios deberán crear redes comunitarias de soporte y desarrollar campañas de sensibilización sobre estos temas.
El segundo, las autoridades deberán fomentar la práctica de conductas saludables. Una de ellas es el cuidado del sueño. Jorge Mori enfatiza: ninguna nota debe estar por encima de la salud de la persona.
–El rendimiento académico es algo importante, pero ni la salud ni la autoestima deben depender de una nota– dice.
El tercer lineamiento es que las universidades tendrán que realizar estudios internos para detectar los factores de riesgo y prevenir problemas. El titular de la Digesu menciona como ejemplo de un factor de riesgo la llegada de estudiantes de provincias a universidades de la capital, donde viven solos y donde deben adaptarse a nuevos hábitos y formas de aprendizaje.
–A veces hay choques culturales fuertes. ¿Qué hace la universidad frente a cuadros de depresión o ansiedad provocados por estos choques?– dice.
El cuarto lineamiento es la creación de espacios para atender integral y oportunamente la salud mental. Es aquí donde encaja la creación de centros de salud mental comunitarios universitarios, como el que se inauguró en San Marcos.
Los centros de salud mental comunitarios forman parte de una nueva forma de abordar la salud mental que se inició en el gobierno de Ollanta Humala y que las administraciones de Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra han sabido continuar.
A partir de ahora, también estarán en las universidades. En un país donde hay más de 6 millones de personas con trastornos mentales y solo el 20% recibe tratamiento, se trata de una estupenda noticia.