En 1960, Lima se estremeció con un crimen que dejó una marca imborrable en su historia policial. Guillermo Lavalle Vásquez, apodado ‘Pichuzo’, fue responsable de un acto atroz que conmocionó a toda la ciudad y que terminó con su ejecución por fusilamiento. Este caso, más allá de su crudeza, fue un hito que reabrió el debate sobre la pena de muerte en el país.
Guillermo Lavalle Vásquez era conocido en el barrio por su trabajo informal en la comisaría de Apolo, donde se encargaba de llevar alimentos a los detenidos. Sin embargo, detrás de esa apariencia cotidiana se escondía un hombre que sería recordado por un crimen espantoso.
El 30 de agosto de 1960, tras consumir alcohol, Lavalle Vásquez vagó por las calles hasta encontrar a un niño de apenas cuatro años. Lo condujo hasta una construcción abandonada en la urbanización Apolo, en la avenida Aviación. Allí, intentó abusar del menor, quien opuso resistencia, lo que llevó al agresor a cometer un acto aún más cruel: degolló al niño, terminando con su vida de manera violenta.
El cuerpo del pequeño fue hallado por el propietario de la construcción horas después. Este hallazgo alertó a las autoridades, que desplegaron un operativo para dar con el culpable. Lavalle Vásquez fue encontrado aún bajo los efectos del alcohol y con manchas de sangre en su ropa, lo que lo incriminó de manera irrefutable.
Guillermo Lavalle Vásquez declaró ser culpable de la muerte del menor al ser capturado por la policía. Foto: captura YouTube
El juicio no dejó lugar a dudas. Inicialmente, fue condenado a 25 años de prisión, una sentencia que causó controversia dada la gravedad del caso. Sin embargo, la Corte Suprema intervino y, tras apelar la decisión, elevó la pena a la condena máxima: la ejecución por fusilamiento. Este fallo marcó un precedente en la aplicación de la pena capital en el Perú.
El 11 de octubre de 1966, Guillermo Lavalle Vásquez enfrentó su destino. En la isla San Lorenzo, un pelotón de la Guardia Republicana llevó a cabo la sentencia. Antes de su muerte, se confesó con el sacerdote y rechazó la comida especial que se le ofreció, consumiendo únicamente una gaseosa.
Al momento de la ejecución, seis soldados dispararon al cuerpo del condenado, y el jefe del pelotón dio el tiro de gracia que confirmó su fallecimiento. La ejecución de ‘Pichuzo’ cerró un capítulo oscuro en la historia criminal del Perú, pero dejó preguntas abiertas sobre el sistema de justicia y la pena de muerte, temas que aún generan debate.
La Constitución Política de 1993 establece que la pena de muerte solo se aplica en casos de traición a la patria en tiempos de guerra y actos de terrorismo. El Perú es parte de la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos, que limita la aplicación de esta pena a los delitos más graves y bajo estrictas condiciones legales.