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Cultural

María Sonia Cristoff: “Con los géneros de no ficción construyo ficción”

La escritora y traductora argentina es una de las invitadas de la feria del libro Ricardo Palma. Aquí habla de su narrativa híbrida y de sus novelas documentales Derroche, Desubicados, entre otras.

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Cristoff comenta sobre su estilo literario y sobre sus libros que ha publicado. Foto: Félix Contreras

María Sonia Cristoff me esperaba como refugiada en el fondo de un café vecino de la feria del libro Ricardo Palma, en Miraflores. Y es que la escritora y traductora argentina ha votado contra Milei porque le parece un espanto, tanto así, dice, que bien quiere pedir un asilo en Lima. Cristoff, invitada a la feria, estuvo en nuestra ciudad para presentar su última novela, Derroche (Random House), una sátira social contra las reglas de la productividad. Pero también para hablar de su técnica de escritura, que ella llama “narrativa híbrida” por ser una mezcla de géneros, como crónica, perfil y ensayo, entre otros. Asimismo, para abordar los temas de sus otros libros, como Desubicados (Ed. Minúscula) y Mal de época (Ed. Pesopluma), que se publicó en Lima. Y, por supuesto, no dejó de lanzar diatribas contra Milei.

Asegura que su “narrativa híbrida” se cultivó cuando trabajó en una estancia en medio de la Patagonia los diarios de un viajero inglés del siglo XIX.

“En esos diarios me encontré con una versión de la no ficción que me resultó muy atractiva. Ahí empecé a alucinar con los géneros, entremezclar los géneros de no ficción para hacer ficción, novelas documentales”, explica.

-¿Cómo entendemos una novela documental?

-En ellas hay una parte narrativa, con personajes ficcionales que trabajan con algún tipo de documento, archivo, investigación y personajes históricos. Me produce una fascinación de trabajar con lo real, con el trabajo de archivo, investigar la vida de alguien, investigar un fenómeno. En el caso preciso de Derroche, he investigado mucho el tema del trabajo. El asunto de trabajar con lo real no aniquila mi deseo de narrar, de ficcionar. Es decir, hay una ficción, pero de pronto esa ficción, en mis novelas, se encuentra con un tema no ficcional.

-¿Considera que lo documental, lo informativo, son nutrientes de sus textos de ficción?

-En parte, sí; en otros, no tanto. Por ejemplo, en Derroche es menos evidente que en Mal de época. Mal de época es una novela bien híbrida. Es una novela que, por un lado, hay un personaje contemporáneo, un exsoldado que viene de Medio Oriente a Buenos Aires, en una misión secreta y, por otro lado, entrelazada, está la historia de un personaje que existió en Francia en el siglo XIX y dio origen al nombre de una alteración mental que se llama dromomanía, que consiste en que la gente sale a caminar y no puede parar. Esos dos relatos se van entrelazando. Luego, en Derroche, la no ficción está más bien en los formatos, porque empieza con una carta, sigue con una autobiografía, retratos, crónica de viaje, ensayos, etc. O sea, más son los géneros de la no ficción que construyen ficción. Pero no siempre hago la misma fórmula.

-En Desubicados cuestiona la conducta humana a través de los animales. ¿En eso hay una remisión a las fábulas, pero leídas desde los tiempos contemporáneos?

-Qué interesante… No lo había pensado así, pero me gusta la idea. En un punto, sí, porque está esa cosa de que los animales vienen a enseñarnos algo, como es en la fábula. Pero en Desubicados, más que enseñarnos, en todo caso, es revelarnos lo monstruoso que somos, como especie. Y cuán evidente es que, primero, no se asume como especie animal y, por ende, somete a todas las especies animales. Por ahí va la cuestión en Desubicado, donde una narradora todo el día está encerrada en un zoológico y se siente un animal más.

-El asunto es que el hombre suele excluirse del zoo.

-Sí, pero somos una especie más, solo que muy monstruosa, que matamos por placer, por diversión, por espectáculo. No matamos para comer, como matan los animales. Y, además, nos creemos los reyes del planeta y el planeta nos está demostrando que no lo somos y está casi por pasarnos la factura final. Es decir, esa mirada antropocéntrica es la que critica Desubicados.

-Se suele decir que los artistas se convierten en la voz de aquellos que no tienen voz. Usted dice que eso es paternalismo.

-Menos mal que usted se acuerda de eso, lo iba a decir de vuelta (risas). Pero sí, esa sobrevaloración del artista realmente me parece un problema. No sé, no me parece que uno tenga esa superioridad. Esa posición de superioridad me parece horrible porque siempre está usada en detrimento de una franja que, supuestamente, no tiene voz. Pero sí tienen voz, el problema es que en lugares centrales no la quieren escuchar. Además, quién es uno para hablar por ellos.

-Entre sus personajes hay inconformes y siempre están a punto de sabotear el mundo. ¿Son así?

-Es verdad, son así. O sea, en todos mis libros hay un personaje que está armando un sabotaje. De hecho, en Derroche, hay tres personajes. El que abre la novela es una señora, que es hija de anarquistas. Para ella, me documento con una revista anarquista que surgió en La Pampa, a principio del siglo XX. Ella surge como un personaje de ese enclave anarquista. Ella tiene todo ese discurso, ha visto padecer a sus padres. No puede evitar su modo anarquista de ver la sociedad, pero, a la vez, no quiere ser una víctima e inventa modos no convencionales de ganar dinero. Intenta que su sobrina, que es una chica urbana, una de las sometidas del trabajo contemporáneo, se rebele frente a esa situación. Y, claro, logra que su sobrina tenga una concepción más crítica del modo en que vivimos.

-¿Ese personaje tiene algo suyo?

-Siempre, y también tiene que ver con una pulsión mía, por qué escribir. Me interesa mucho la mirada severa, crítica. En ese sentido, tengo esa pasión del ensayista, quizás más que la de una narradora.

-O sea, admite su escritura desde la posición de inconforme…

-Absolutamente…

-¿Y si hablamos de coyuntura, también?

-Uff…, ¿de Argentina?

-Por supuesto.

-Uy, qué malvado.

-¿A quién votó en las elecciones recientes?

-Voté contra Milei, claramente. Me parece una desgracia lo de Argentina. Yo estoy preocupada. Yo estaba acá cuando ganó. O sea, todavía no vuelvo a un país donde ganó Milei. En cualquier momento pido asilo político y me quedo en Lima. Sí, la verdad, está difícil. Es una pena que tanta gente haya creído en lo que dijo.

-Dijo que va a abolir la asociación de científicos, CONICET, por ejemplo.

-No creo que vaya a abolir CONICET sino que todo lo va a poner en manos de una ideología muy de mercado. Es decir, todo tiene que dar rédito monetario. Eso es un modo atroz de concebir la política y la economía. La economía, finalmente, es una ciencia humana y como tal debería estar al servicio de los demás, y no al revés. Él busca que todo sea un negocio. Yo lamento por la gente que lo votó. La verdad, se van a dar cuenta de que es un sistema de vida atroz. Eso es el capitalismo llevado a su fase más atroz.

-Hasta aceptaría que se vendan órganos humanos…

-Realmente, ni siquiera mintió. A mí, eso es lo que más me preocupó de mi país. Qué es lo que la gente no pudo escuchar si lo está diciendo en la cara. Bueno, es un fenómeno que me parece que nos excede. La derecha está ganando terreno con unos discursos espantosos en muchos lugares del mundo. Pero lo de Argentina es fatal.

-Dará lugar a nuevos temas para la literatura argentina...

-Habrá que ver qué formas toma. En eso estaba pensando el otro día. Cómo será... Si bien es cierto, la literatura no responde mediática ni miméticamente a la realidad, eso ya lo sabemos, pero, claramente, oblicuamente, conversa con ella. Entonces, sobre todo esto vale preguntarse qué tipo de literatura surgirá. Yo creo que la mía, en ese sentido, se adelanta al espanto porque todos mis personajes están muy disconformes.

-En su libro se van a multiplicar los saboteadores…

-(Risas) Sí, van a armar una legión.