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Cultural

Gonzalo Espino: “La poesía quechua ahora tiene protagonistas”

Poeta y decano de la Facultad de Letras de San Marcos acaba de publicar Harawinchis, una antología de poesía quechua contemporánea en la que presenta autores andinos con voz y rostro.

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Gonzalo Espino, autor del libro Harawinchis. Foto: Marco Cotrina/La República | Foto: Marco Cotrina/La República

Como estudiante de literatura en San Marcos en los años 80, coeditaba la revista Qantu. Es norteño, La Libertad, de Roma y, como moche, quizás, con esa revista, buscaba una filiación andina. Gonzalo Espino Relucé, para cerrar ese círculo, acaba de publicar Harawinchis. Poesía quechua contemporánea (1904-2021) en Pakarina editores y en edición bilingüe. Se trata de un antología de poetas quechuas, desde los primeros que hicieron registro público de sus textos hasta los más recientes, novísimos.

— ¿Cuál es el origen más lejano de este libro?

— Hay un hecho anecdótico con el profesor Jorge Puccinelli. Como éramos estudiante de literatura, nos llevó a la biblioteca de San Marcos para ver libros y revistas. Allí encontré un boletín de San Marcos y entre sus páginas un artículo de Max Uxhle sobre Adolfo Vienrich y su libro Tarmap Pacha Huaray (Azucenas quechuas). Me llamó la atención, pero fue momentáneo porque entonces me interesaba estudiar Carlos Oquendo de Amat. Más tarde, cuando ya investigo el tema, me doy cuenta de que su publicación, en 1905, coincide con el libro Carácter de la literatura del Perú independiente de Riva Agüero. Es decir, Tarmap Pacha Huaray ofrece la versión de la literatura indigenista de nuestro país en quechua tarmeño.Es el primer estudio de la literatura quechua del siglo XX. En ese artículo de Max Uxhle creo que empezó Harawinchis.

— La literatura quechua requiere acercarse también en su lengua, ¿cómo salvaste esa distancia?

— Sucedió que Isaac Huamán, alumno de mi curso Literatura orales y étnicas del Perú, tradujo un relato del quechua y me quedé maravillado, pero con duda, pues no sabía si Isaac me estaba mintiendo o el texto era así. Yo apenas reconocía algunas palabras quechuas, ante ello, como responsabilidad de profesor, decidí estudiar lingüística andina y amazónica y lo hice a través de una beca en el Centro Bartolomé de Las Casas del Cusco. Entonces, ya con mayor perspectiva, trabajé mi tesis de maestría sobre Vienrich, no solo en valoración de su obra, sino como uno de los protagonistas del pensamiento en la literatura peruana, desde el quechua.

— La literatura quechua ha ido buscando un lugar en nuestra historia literaria, ¿ya lo encontró?

— Ahora la literatura quechua es inevitable. Ese lugar ya lo encontró, porque ahora sí existen protagonistas a diferencia de antes que estaban en un marco genérico de literatura indígena. En realidad, la literatura indígena, quechua, siempre ha tenido un lugar.

Sí, pero lo decía porque Riva Agüero la omitió. Mariátegui decía que la literatura indígena ha de venir cuando los propios indígenas estén en grado de producirla…

— Es que Mariátegui no era especialista, allí se equivocó, porque sí existe una gran tradición de literatura quechua, como el gran teatro quechua colonial. No lo visualizó. Lo que pasa es que Mariátegui tenía un prejuicio, el prejuicio de la escritura.

El poder de la ciudad letrada…

— Así es. Riva Agüero lo hace conscientemente de un proyecto político, el proyecto criollo. La literatura quechua sí estaba aunque de manera marginal. Ahora podemos hablar de literaturas peruanas y la evidencia está en que existe una larga tradición de narrativa quechua contemporánea como no hay tanto en poesía quechua, que es tardía. Los poetas quechuas no sé qué pasó con ellos, no tomaron la iniciativa. No sé, se avergonzaron y prefirieron estar en la doble condición de indio y de ciudadano. Para la comunidad, es Kilku Warak´a y para la ciudad es Andrés Alencastre. Para la comunidad literaria, su nombre, para la campesina, su seudónimo.

Poeta y crítico literario Gonzalo Espino. Al lado, portada de su nuevo libro. Foto: composición/La República

— ¿Harawinchis es una actualización de nuestra literatura?

— Nosotros, en San Marcos, tuvimos un curso de literatura peruana muy rico, pero no se puso mucha atención en la literatura quechua. En ese tiempo yo no lo vi, pero quien lo vio desde muy temprano fue Julio Noriega, que después emigra a los Estados Unidos, estudia la literatura quechua y publica la antología Poesía quechua escrita en el Perú. Es el trabajo más importante sobre literatura quechua en el siglo XX.

¿Harawinchis va desde 1904 hasta 2021. Además de Pacha Huaray, ¿qué más la justifica?

— El impacto de la modernidad en el Perú. Esto significa el momento en que se produce el quiebre de la oligarquía, el proceso de terratenientes y la emergencia de una industria local, que fue muy lenta. Estamos hablando de 1904. La metáfora de la época es el tren, el que puede llegar a los pueblos del Perú. Desde Lima a Tarma y de Tarma a la Amazonía. Es decir, la imagen de que podemos ir más allá y extender el territorio. Y, como ya se ha dicho, está Pacha Huaray. Mucho después, en 1947, aparecerá Canas i los relámpagos, un librito que difunde poesía quechua con traducción. Allí aparecen los primeros poemas de Kilku Warak´a en quechua, traducidos. A partir de 1955 ya no traduce.

Retomando las antologías,  están las selecciones de Jorge Basadre, Arguedas, pero sobre todo la Antología general de la poesía peruana, de Sebastián Salazar Bondy y Alejandro Romualdo, que incluía poesía quechua.

— Antologías que la crítica olvida. Recuerda que la de Salazar Bondy y Romualdoes la primera donde se plantea una mirada plural de la diversidad de nuestra  literatura. Después hemos tenido que esperar hasta 1999, cuando Ricardo González Vigil publica su antología de la poesía peruana, donde incluye, en el capítulo de poesía quechua, desde Kilku Warak´a hasta Dida Aguirre.

Dejó de ser invisible…

La poesía quechua tiene una característica. Su productor es un productor típicamente artesanal, casi es una cofradía. Y en el siglo XXI, a partir del lanzamiento del Premio Nacional de Poesía Quechua de la Universidad Villarreal, comienza a ser parte del mercado, pero un mercado incipiente. Recién, en el siglo XXI, se puede decir que hay editoriales y los libros entran, de algún modo, al circuito. Antes, para acceder a ella, era difícil, no había registros en la bibliotecas públicas y había que buscarla en los  repositorios privados. La literatura quechua no dialoga con su producción escrita, dialoga con su tradición oral.

Y de allí también los poetas quechuas ñuqayku y los ñuqanchik…

— Sí, los poetas ñuqayku, que expresan solo en su lengua y los ñuqanchik, que escriben en su lengua y lo traducen al castellano.

¿La insurgencia actual, sobre todo del sur andino -por donde también llegó la vanguardia literaria-, podemos asociarla como el reclamo de un lugar en nuestro país?

Claro, lo que ha ocurrido en este país es un insulto a los campesinos, a los indígenas y al poblador más pobre. ¿Cómo así? Todos estamos de acuerdo que lo que hizo castillo fue incorrecto, porque quiso dar un golpe. Pero cuando lo vacan, la fotografía que se toman los congresistas opositores en el Congreso, significó, culturalmente, una ofensa. Culturalmente nunca se le ha resuelto los problemas. Los andinos son bonitos para la fotos de Promperú, para eso sí sirven, pero cuando reclaman, ahí no. Se burlan hasta de sus símbolos que adoptan.

Decano de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Foto: UNMSM

¿Es la exclusión?

— Cuando un congresista dice que la wifala, ese símbolo adoptado por los colectivos andinos, es un mantel de chifa, qué está diciendo este señor… ¿piensa que el Perú es solo suyo? Nosotros somos un país diverso, tenemos distintas miradas y tenemos que acostumbrarnos a convivir con esas miradas, contradictoriamente como decía Antonio Cornejo Polar. Nosotros apostamos a la equidad, no a que nos vean como ciudadanos de segunda, como lo hizo Alan García. Ahora el Perú está convulsionado y por primera vez ese rostro, sobre todo del sur andino, se hace evidente. La mamacha que aparece con su pollera y todo lo demás es simbólico. Nos está diciendo, oiga, déjennos de fregarnos.