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Los rapanui perdidos en el Perú

Un artista de la Isla de Pascua llegó a Lima para conocer a sus hermanos de padre y se dio con más de una sorpresa al tratar de comprender por qué en su isla temen tanto al Perú.

Arte y tradición. Unas cuantas herramientas fueron suficientes para esculpir un moái en apenas dos horas. Arriba. La búsqueda de Enmanuel Paori en el cementerio de Pisco. Foto: difusión.
Arte y tradición. Unas cuantas herramientas fueron suficientes para esculpir un moái en apenas dos horas. Arriba. La búsqueda de Enmanuel Paori en el cementerio de Pisco. Foto: difusión.

Kepano, Pacarati, Teao, Kerebeli, Beli y Tuki son algunos apellidos que don Paori Atán, natural de la Isla de Pascua, estuvo buscando en los cementerios de Chincha, Pisco, Lima y Callao siguiendo los rastros de posibles descendientes rapanui en el Perú. Su nombre completo es Enmanuel Paori Vera Atán, pero en la célebre isla es conocido como Paori Atán. “Vera es el apellido de un pololo que tuvo mi mamá”, nos dice con un leve acento chileno, mientras comprueba la contextura de una piedra blanca y porosa que acaba de encontrar en la vera de la Panamericana Sur, muy cerca de Pisco. Suficiente para esculpir un moái -esas monumentales efigies que son emblema de la Isla de Pascua- con solo un destornillador, un formón y una navaja.

Dice que fue su abuelo quien le enseñó esta manera de darle forma a las piedras y que no hay hombre rapanui que no pueda hacer un moái.

Paori tiene ahora 40 años, pero a los 18 descubrió que su padre era peruano. “Se llama José Amézaga y fue a Pascua a construir un aeropuerto, un hospital y otras obras para una empresa contratista de la NASA. Eran instalaciones de emergencia para un caso de accidente en el Transbordador”, asegura. Años después se conocieron y ahora por fin pudo venir a Lima para conocer a sus parientes en este suelo.

Tardó varios años en preparar su viaje y fue así como descubrió que en la comunidad rapanui no quieren mucho a los peruanos: cuando el presidente Ramón Castilla acabó con la esclavitud a mediados del siglo XIX, los extractores de guano de las islas se quedaron sin mano de obra. “Algunos hacendados peruanos no tuvieron mejor idea que enviar barcos a Rapa Nui para secuestrar a mis antepasados y traerlos. Fueron más de mil y solo retornaron unos cuantos”, asegura.

Aún existen relatos locales en la Isla de Pascua que cuentan cómo se escondían en las cavernas para evitar a los cazadores de esclavos que venían desde el Perú.

De ahí su curiosidad por saber si sobrevivió alguno y si tuvo descendientes en algún lugar de la costa peruana. “Mientras preparaba mi viaje, revisaba los mapas y me llamó la atención un sitio que se llama Ica -añade-”. Lo curioso es que “Ica” en rapanui significa “ave”. Y fue en Ica -precisamente en Pisco y Chincha- donde visitó los cementerios locales en busca de apellidos de su comunidad.

El ombligo del mundo

Paori Atán volvió hace unos días a Isla de Pascua y se llevó algunas noticias interesantes. Como aquella versión del inca navegante (Túpac Yupanqui) que llegó hasta la Polinesia.

“Es curioso -nos dice-, mis abuelos me contaron que los primeros pobladores de la isla fueron los Hanao Momoko y que luego llegaron los Hanao E’epe, que significa ‘oreja grande’ y fueron ellos los que mandaron construir edificios de piedra y los moái... Y aquí me entero que la nobleza inca eran los ‘orejones’, grandes constructores de piedra”.

Otro detalle interesante es que esta isla que ahora es parte del territorio chileno (con el nombre de Isla de Pascua) para los nativos se llama Rapa Nui. Sin embargo, mucho antes su nombre fue Tepito Otehenúa, que significa “el ombligo del mundo”, como Cusco.

Con más preguntas que respuestas, Paori Atán pudo conocer en persona a su padre y a sus hermanos peruanos. Antes de retornar nos confió que en Isla de Pascua, él va a relatar que así como llegaron barcos peruanos para secuestrar a sus antepasados, muchos años después arribó un peruano -su padre- que construyó un aeropuerto con el que les dio alas para conocer el mundo y para desarrollar el turismo, que es una actividad fundamental para la economía de los rapanui.

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