Una palabra que ciertamente ha trabajado horas extra en la política últimamente es corrupto. El sobretiempo se explica largamente por las circunstancias. Pero también en el lenguaje la repetición puede desgastar a una palabra por los bordes, a medida que se van sedimentando en ella imprecisiones, malentendidos, o matices confusos. Digamos que corrupto se puede estar corrompiendo. Llamar a alguien corrupto es una acusación seria. Pero los ciudadanos no están protegidos de ella como en otros casos. Nadie se atreve a llamar a otro ladrón, estafador o asesino en público sin anteponerle el cauteloso adjetivo de presunto, para evitar el riesgo de una demanda de difamación y calumnia. Pero corrupto parece tener licencia en este terreno. Así, ahora son llamados corruptos no solo los sentenciados por actos definidos como corrupción, sino también aquellos de quienes se sospecha, por su mala reputación o sus contactos de cualquier tipo con efectivas situaciones delictivas. Incluso se aplica a personas integrantes de partidos, empresas u otros tipos de organización en que se ha comprobado corrupción. Quizás parte del problema está en las definiciones de la palabra. En algunas se aplica a quienes buscan el lucro de manera deshonesta. Pero en otras basta que la persona muestre un deseo de actuar deshonestamente con el mismo fin. El salto de desear ser deshonesto a efectivamente serlo se presta a naturales confusiones, pero no carece de importancia. Otra parte del problema está en que corrupción es un término genérico que no está asociado a un delito o tipo de delito en particular. Decir que tiene que ver con dinero mantiene la cosa en el terreno de las vaguedades. El volumen tampoco ayuda: la palabra se viene usando por igual para presidentes de la República y concejales de pequeños municipios. La fórmula de anteponer presunto no es muy elegante, pero quizás ayudaría a ir moderando el abuso de la palabra. Una alternativa sería explicar con algo más de detalle lo que se piensa o se le atribuye al acusado, pero quizás eso nos traería de vuelta al campo de las presunciones, como en presunto traficante de tierras, por ejemplo. La fórmula más segura es esperar con un poco de paciencia a que el acusado sea sentenciado para empezar a llamarlo corrupto.