Es lo que le conviene a PPK a pesar de consejo de algunos.,Pedro Pablo Kuczynski cometería un error si, como algunos le recomiendan, negocia con rodilleras la convivencia entre un gobierno políticamente débil y una oposición fuerte por su amplia mayoría congresal. Hay quienes, en efecto, le recomiendan a PPK que tome la iniciativa y vaya, cuanto antes, donde Keiko Fujimori a negociar las condiciones para llevar la fiesta en paz en el lustro. Estos también le sugieren evitar cualquier designación ministerial y hasta inclusión en las comisiones de transferencia, a personas que puedan molestar al fujimorismo. Estos consejos coinciden con el rugir de la barra brava fujimorista que justifica evitar el saludo elemental al ganador de la elección. Pero la sangre en el ojo no sería lo único que guía al fujimorismo en esa dirección sino, también, la necesidad de establecer su perfil político para el lustro que empieza, proyectándose como una agrupación de oposición al gobierno pensando en las elecciones del 2018 y, principalmente, del 2021. Otro factor que también explica la actitud de Fuerza Popular tras su derrota electoral es que el fujimorismo enfrenta una tensión no resuelta entre los planteamientos de Keiko Fujimori que –al menos durante la primera vuelta– parecían renovadores, y los del fujimorismo original, digamos el ‘bruto y achorado’. El fujimorismo tiene una gran fuerza congresal, pero pocas cosas serían más dañinas para Fuerza Popular en el año 2021 que acabar siendo interpretado por la opinión pública como una agrupación obstruccionista y desestabilizadora. Mientras el fujimorismo resuelve su frustración por la derrota electoral, dilucida sus tensiones internas, y decide cómo posicionarse políticamente en este lustro que arranca, lo peor que Kuczynski podría hacer es forzar una cita con Keiko Fujimori para hacerle ofrecimientos que hagan percibir a su próximo gobierno como más débil de lo que ya es. Así, por razones prácticas, pues en estas condiciones todo lo que ofrezca al fujimorismo le parecería insuficiente; como por un asunto elemental de principios, pues a un presidente electo se le respeta no obstante el tremendo berrinche por la derrota, el presidente electo debiera mejorar su posición negociadora, reforzando su relación con la opinión pública, la inversión privada y los gobiernos regionales, y construyendo, a partir de una debilidad aparente, una fortaleza sustentada en ideas y acuerdos que produzcan la ilusión de un futuro mejor en la ciudadanía, en vez de ir a conversar, como sugieren algunos, con las rodilleras puestas.