Condena a Alex Kouri como mensaje a la corrupción.,Quizá una de las herramientas más poderosas para luchar contra la corrupción en el Perú sean las imágenes de los ricos, famosos y poderosos ingresando a la cárcel cuando se concluye, en un proceso justo, que esa es la condena que merecen por robarle al Estado o tomar decisiones que implican el asalto al bolsillo de los ciudadanos. Esa es una conclusión relevante de la condena aplicada anteayer a Alex Kouri por la Cuarta Sala Penal Liquidadora, consistente en cinco años de cárcel y el pago de S/ 26 millones por reparación civil e indemnización, debido a su participación en las irregularidades en la construcción de la vía expresa del Callao. Habrá que esperar la decisión final que aún está pendiente en la corte suprema, pero ver ingresar a la cárcel de Ancón II a una persona que ha ocupado cargos tan importantes como ser tres veces alcalde del Callao y haber integrado una asamblea constituyente, además de tener lazos tan sólidos con algunos de los políticos de mayor relevancia en el país, significa mucho para una ciudadanía que cree que en el Perú hay gente que, gracias a su dinero o poder, es intocable, a diferencia de otros presos sin recursos que pueden podrirse en la cárcel por delitos menores y hasta siendo inocentes. La imagen de un poderoso en la cárcel por corrupto es valiosa, pero los peruanos sí hemos visto a gente poderosa terminando en la cárcel. En este sentido, pocos países pueden tener expresiones tan sólidas de lucha anticorrupción que un ex presidente como Alberto Fujimori en la cárcel, así como su asesor principal Vladimiro Montesinos y la cúpula militar de los años noventa. Asimismo, hay cinco ex presidentes regionales en la cárcel por graves acusaciones de corrupción. Pero, valgan verdades, los peruanos sabemos que son casos insólitos en un contexto general en el que la corrupción es mucho más hábil y veloz que las instituciones responsables de prevenirla y de actuar contras las personas que delinquen mediante el robo al erario y a los ciudadanos. Combatir a la corrupción requiere una estrategia general que minimice su posibilidad de ocurrencia y que maximice la eventualidad de que el que roba al Estado o a la gente acabe en la cárcel cumpliendo su condena. En ese marco, pocas herramientas pueden ser más útiles que la sensación extendida en la población de que el corrupto será condenado e irá a la cárcel, de acuerdo a la ley, y que no habrá diferencias sea quien sea, incluyendo a la gente más rica, famosa y poderosa del país.