El 20 de diciembre se realizaron las elecciones en España, y las perspectivas para formar gobierno se siguen viendo extremadamente difíciles. El partido de derecha, el Partido Popular, obtuvo menos votos que en las elecciones anteriores de 2011, pero sigue siendo la primera minoría; el Partido Socialista igual, pero es la segunda fuerza política. Partidos emergentes, que expresan la insatisfacción con el bipartidismo tradicional, como Podemos y Ciudadanos, si bien han crecido impresionantemente, solo pueden ser socios de los partidos tradicionales para formar gobierno. Los resultados marcan un contraste impresionante entre la política de la convicción y el realismo. Durante la campaña electoral, los grupos nuevos se presentan como impolutos, a diferencia de los desgastados tradicionales, y ajenos a lógicas que impliquen negociación, búsqueda de acuerdos, concesiones con los adversarios. Pero no parece existir otra salida. De otro lado, resulta fascinante la confrontación entre Hillary Clinton y Bernie Sanders por ganar la candidatura presidencial del Partido Demócrata (la otra, entre Donald Trump, Ted Cruz y Marco Rubio es interesante desde otro punto de vista: la conquista de un sentido común extremadamente conservador y tradicionalista. El populismo de Trump es desaforado y extremo aún para estándares latinoamericanos, pero ese es otro tema). Sanders expresa bien el descontento frente a un sistema político oligarquizado, maniatado por el poder del dinero, e incurre en retóricas populistas de izquierda, muy eficaces hasta el momento. Clinton pretende asumir el ansia de cambio detrás de Sanders, pero llevándolo por los cauces del realismo, el pragmatismo, la experiencia. Los cambios solo serían posibles gracias a las artes de la persuación, de la negociación, del compromiso. Sanders difícilmente podría arrastrar la maquinaria demócrata, menos derrotar al candidato republicano, y aún menos gobernar ante un Congreso probablemente adverso. Sin embargo, el rechazo al establishment se está revelando tan alto que Sanders parece estar ganando credibilidad y viabilidad muy rápidamente. ¿Ganará la convicción o el realismo? En nuestro país no estamos tan alejados de este tipo de dilemas. Uno mira las encuestas y no puede dejar de sorprenderse porque la hija del expresidente encarcelado, responsable penal por asesinatos y actos de corrupción, responsable político por haber construido un régimen autoritario con el que se cerró el Congreso, se violó los derechos humanos, se acabó con el equilibrio de poderes, se hostigó a los opositores, se controló a la prensa y un largo etcétera, encabece las encuestas de intención de voto (ciertamente hay otros aspectos de su legado que explican ese respaldo). Como señalaba Santiago Pedraglio hace unos días, se perfila un Congreso en el que el fujimorismo podría tener más de 50 parlamentarios, con una segunda fuerza política con 25-30. Esto pone en el centro del debate los términos de la coexistencia con el fujimorismo.