E l cierre del plazo para la formación de las listas parlamentarias promete un Congreso con una baja tasa de reelección, al punto que es probable que solo 1 de cada 6 legisladores se reelija, con el añadido de que buena parte de los que repetirán el plato lo harán por un partido distinto con el que postularon el año 2011 o cambiando de región. Casi 110 congresistas nuevos, de un total de 130, serán la realidad de un Parlamento poco útil para el momento que atraviesa nuestro sistema político. Siendo precisos, será la consagración de la crisis de la democracia peruana; el formato combi con el que se organizan las listas parlamentarias dará como resultado una falsa renovación legislativa y un Congreso menos cohesionado que el actual, con menos vigencia de sus bancadas y renuncias más rápidas a los grupos parlamentarios. Es cierto que la Ventanilla Única Electoral reducirá la presencia de candidatos procesados y no se repetirá el escándalo de los 33 parlamentarios enjuiciados penalmente electos el 2011, pero la movilización de dinero nos traerá al Parlamento a otros productos acabados del voto preferencial: representantes elegidos luego de costosas campañas ultrapersonales, la mayoría sufragadas con dinero ajeno no reportado y leales a ese financiamiento más que al partido por el que postularon o al candidato presidencial que los escogió. No es para menos: 5 de las 6 listas con más intención de voto están compuestas en más del 70% por invitados o militantes de última hora. Dos preguntas por ahora no tienen respuestas precisas: ¿Por qué los candidatos presidenciales no empoderaron a su escasa militancia a sabiendas de que el modelo de listas combi explotará mañana o pasado? ¿Agrega mucho a las campañas presidenciales las listas parlamentarias de modo que se justifica el masivo fichaje de candidatos foráneos? Es erróneo atribuir este caos a las escasas reformas electorales aprobadas el año pasado. Al contrario, este curso es el resultado de la ausencia de reformas, especialmente la eliminación del voto preferencial, las elecciones internas a cargo de los organismos electorales y la regulación eficaz del financiamiento privado. Los hijos del voto preferencial de ese Congreso resistieron la demanda de reforma con el objetivo de garantizar su reelección. Paradoja y drama, la mayoría de ellos no logrará quedarse en el Congreso pero nos dejarán un legado nada deseable. Otras interrogantes tienen respuestas rotundas. ¿Este modelo de Congreso combi podrá impulsar las reformas institucionales que el país necesita? ¿Podrá el nuevo presidente pactar fácilmente con un Congreso dominado por la falta de colectividades? No en cada caso. La combinación de elegidos sin partido y reelección tránsfuga complicará la relación Ejecutivo/Legislativo, especialmente si como se prevé el Congreso tendrá por lo menos 6 bancadas parlamentarias al inicio de sus actividades, y si –como ha sucedido desde el año 2001– el gobierno carece de mayoría parlamentaria propia. Vista la composición de las listas es probable que la principal negociación del nuevo presidente sea con su bancada. La tendencia que se abrirá con la elección de abril será la del deterioro de nuestro ya recortado presidencialismo y el cambio de facto de las reglas de juego constitucionales en la dirección de aumentar indebidamente la capacidad de obstrucción del Congreso, es decir, alterando el esquema separación/cooperación que estableció la Constitución de 1979 y que la actual Constitución no pudo alterar. Los votos color ámbar sobre los gabinetes de René Cornejo (febrero de 2014) y de Ana Jara (julio de 2014) ya nos pusieron en esa ruta. Es obvio también que no todo está perdido y que se puede reducir la dimensión de este escenario sombrío. Por ejemplo, en manos de los electores está la decisión de votar en cada lista por candidatos de probada ejecutoria democrática o por militantes partidarios y, al revés, evitar el voto por desconocidos, por los invitados de última hora y por los que nos atosigan con publicidad electoral. http://juandelapuente.blogspot.pe/