Dos científicos del Instituto Nacional de Salud buscan reducir la contaminación del agua por arsénico con el uso de filtros orgánicos. La cáscara de coco y los restos de un molusco disminuyen radicalmente los niveles de esa sustancia cancerígena presente, sobre todo, en el sur del país.,En sus últimos viajes de estudio, los científicos Manuel Chávez Ruiz (39) y Fernando Villa Gonzales (40) evitaron beber el agua de los lugares que visitaron. No por capricho, ni por gusto, sino por precaución. PUEDE VER: Agua de mar para los limeños Los dos investigadores del Instituto Nacional de Salud (INS) prefirieron llevar agua de Lima porque sabían dónde –y para qué– viajaban. En el distrito de Végueta, en Huaura, Manuel descubrió que el agua no era tan apta para el consumo humano: tenía cinco veces más arsénico que el límite máximo establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el centro poblado Coruca, en Tacna, Fernando halló hasta cuarenta veces más. Los pobladores de esas zonas estaban intoxicados. Y los científicos buscaban la forma de detener este daño. El arsénico es un agente cancerígeno. Daña la piel, el hígado, produce diabetes, hipertensión arterial y hasta cáncer al pulmón. Este metal aparece, sobre todo, en las fuentes de agua, ríos, manantiales de las regiones del sur: Moquegua, Arequipa, y Tacna. También en Puno y Ayacucho. Allí las cañerías traen el líquido contaminado que luego beben las familias. La OMS dice que el límite máximo es 0.010 miligramos por litro de agua. Pero los niveles en estas regiones superan –en promedio– cinco, diez y hasta veinte veces lo permitido. "En nuestros viajes era inevitable tomar el agua cuando consumíamos los alimentos. Sí, estábamos expuestos al arsénico durante dos o tres semanas. Pero la gente que vive allí tiene años bebiéndolo". En los últimos cuatro años, las investigaciones de Manuel Chávez y Fernando Villa buscan desintoxicar a una población que todos los días come y bebe arsénico. En el Perú, estiman, más de 250 mil personas del ámbito rural están en esta situación. Quieren salvar vidas con los residuos de una fruta y de un molusco marino. Chávez usa la cáscara de coco y Villa, los restos de la pota. Cáscara filtrante El químico Manuel Chávez asegura que un coco puede reducir el porcentaje de arsénico en el agua. Él divide la cáscara en partículas, las carboniza (se quema en una atmósfera libre de oxígeno y de humedad) y le agrega insumos químicos. Lo que resultará –a simple vista– serán los mismos fragmentos carbonizados de coco. No obstante, esta vez tendrán la capacidad de adherir arsénico. La cáscara de coco se convierte en un material filtrante. Lo que antes era un residuo ahora es un relleno que puede colocarse en las tuberías de las viviendas y en plantas de procesamiento a mayor escala. Su función es retener toda la contaminación generada por este metal –que no tiene sabor, ni color– hasta que el agua sea apta para el consumo humano. Esta investigación empezó hace cuatro años. En agosto pasado obtuvo una patente por veinte años ante el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi). Es la primera patente desarrollada para mejorar la calidad del agua en el INS. El invento de nombre impopular (filtro removedor de arsénico del agua) está listo para que se utilice en el Perú. Pero ninguna institución local o estatal se ha acercado para negociar su uso. El arsénico en el agua no se elimina con lejía, cloro y hasta puede resistir los procesos básicos de algunas plantas de tratamiento. Chávez recibió una patente porque se comprobó la eficacia de su creación. Sin embargo, aún no puede probarlo en una comunidad: no tiene los recursos. El invento de este químico no es el primero que reduce los niveles de arsénico. Su valor, entonces, es otro: la producción de un cartucho con el filtro para una familia solo cuesta 15 soles. Purifica 15 metros cúbicos de agua. Dura cuatro meses. Prueba en Tacna Los reclamos del caserío de Coruca, en Tacna, llegaron a la municipalidad. Eso dice el químico farmacéutico Fernando Villa, quien en julio pasado abandonó esta zona con altos niveles de contaminación de arsénico (0.410 miligramos por litro) luego de concluir su trabajo de campo con un sistema de filtros instalado en las viviendas. Los materiales que usó para retener el metal fueron arena y residuos de pota. "Les advertimos que la investigación duraría poco tiempo. Pero la gente se ha quejado porque quiere los filtros de vuelta". En Coruca, la mayoría bebe agua de río.Aquella vez, el científico probó este sistema en 18 familias. Y estas personas, una vez que les retiraron los productos, reclamaron su reposición. Antes de que se convierta en un filtro, los restos duros de la pota pasan por un tratamiento químico hasta obtener un elemento llamado quitosano. A este se añaden compuestos de hierro que, finalmente, se convierten en una partícula con propiedades magnéticas: atrae arsénico y lo captura. Villa, promotor de esta propuesta, dice que el filtro de arena tradicional logra reducir los niveles de arsénico. El segundo filtro –elaborado con residuos de pota– permitiría disminuir los índices por debajo de los límites de la OMS. Este material también remueve cadmio y mercurio. Lo comprobó en la comunidad de Coruca al recibir financiamiento externo del programa Grand Challenges Canada. Al igual que a Chávez, ningún municipio lo ha llamado para implementarlo a nivel local. El futuro Los científicos aseguran que la contaminación en la macro región sur es natural, "volcánica". En localidades de Tacna como Candarave y Tarata las concentraciones de arsénico en el agua superan incluso el 1.91 miligramos por litro. Manuel Chávez, Fernando Villa y el toxicólogo José Huamaní trabajan en un pequeño laboratorio del Centro de Salud Ocupacional y Protección del Medio Ambiente para la Salud (Censopas), en Lince. Allí comentan que están interesados en aplicar sus inventos en Paracas (Ica) y elaborar un piloto a más escala con la colaboración de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). En un par de semanas, Villa dará a conocer los resultados de sus estudios en Coruca, la población que aún reclama por los filtros. Chávez advierte que al igual que el coco, cuya porosidad actúa como un potente filtro, probará con la aceituna, el aguaje y el melocotón. Los niveles de arsénico disminuyen en el humano cuando este ya no se encuentra expuesto al metal. La misión de estos científicos es lograrlo en varias comunidades del sur. Así los visitantes ya no deberán llevar agua ajena para su consumo. (M.B.)