Escritor peruano da detalles de sus nuevos proyectos., Dicen que La noche de los alfileres es tu novela que más atrapa... Lo intento siempre, porque si leemos libros es para tener una vida más intensa. Queremos vivir más, no podemos, entonces debemos leer las novelas. Y las novelas deben ser intensas para darnos toda esa vida extra. Y en la novela hay mucho de eso. Me gusta sentir que me planteo retos y, bueno, esta vez tenía todas estas voces, muy difíciles componer, de estos cuatro chicos y esta trama que se va volviendo más oscura. Has dicho que la novela es el retrato de tu adolescencia. ¿Qué personaje tiene de ti? Todos. Carlos está hecho de cuando íbamos al centro comercial Camino Real con unos peinados que hasta ahora no puedo explicarme, con camisas de marcas surferas con rosas y apestando a una colonia que se llamaba Drakkar (risas). Y buscando sexo siempre (risas). Sexo. ¡Con suerte! Con un besito nos habríamos conformado y tampoco lo teníamos. Y Beto… Cuando había un afeminado en el colegio, lo torturaban sin misericordia. Y si no había uno a mano, a lo mejor me torturaban a mí, porque leía y era sospechoso (risas). ¿Y Moco? Como Moco, vendí porno una temporada. Nos robábamos el porno del padre de un amigo que tenía una biblioteca pública de porno en casa y lo vendíamos. Y Manu es el único que no… Él sale más de su padre, un veterano que me contó que había matado a niños en zona de emergencia. Sale de pensar qué clase de hijo puedes tener cuando le has disparado a niños. ¿Esa violencia, que es el eje del libro, nunca te contagió? Nunca fui especialmente violento y cuando traté de pelear, no lo hacía bien y me dieron palizas (risas). Descubrí que mi arma de defensa podía ser el humor. Si encontrabas el apodo hiriente para alguien, se lo iban a repetir todo el año. Así que a alguien que tuviera la lengua afilada mejor lo dejaban en paz. Tú dices que el elemento transversal de tu obra es el miedo. ¿Qué es el miedo para Santiago Roncagliolo? El miedo es la alerta que se produce en nuestro cuerpo cuando nos alejamos de nuestra zona de confort. Y ocurren en todos los ámbitos de la vida. Tenemos miedo a fracasar, a ser malos padres o malos amantes. Esa es una manera de explorar toda la condición humana y es la atalaya desde donde miro las demás emociones: el amor, la ternura, la pasión. Pareciera que lo has logrado todo, ¿a qué puedes tenerle miedo? No lo he logrado todo (risas). Y mis miedos ahora están asociados a mis hijos. Luego también tengo miedo de, en algún momento, no poder hacer más libros. En realidad esta es una carrera muy inestable. Un día te va muy bien, otro día te va pésimo, otro día te va más o menos. Estas carreras tan inestables son angustiantes. ¿Qué te falta lograr? Yo siempre tengo más proyectos creativos… De hecho, ¿sabes qué me falta y que no lo consigo pese a que lo intento? Algún proyecto que me tenga más en Perú. Hace años que lo intento, pero no termino de tener proyectos que me den más contacto con Perú y que me permitan traer a la familia por temporadas acá. Todos los escritores dicen que no les interesan los premios. ¿Y a ti? Todos los escritores te mienten (risas). No. Todo sirve. Tener lectores, tener premios, tener traducciones, que te compren los libros y los lleven al cine, son cosas que te ayudan a hacer más libros. Pero es muy difícil planear... ¿En qué sentido? Mucha gente cree que tú puedes escribir libros comerciales. Ojalá pudiese saber qué cosa va a vender o qué novela va a ganar un premio. Nunca sabes. Tú estás librado a tus gustos, y si un libro te gusta a ti, es posible que le guste a más gente, pero si no te gusta a ti no le va a gustar a más gente. Pero también es posible que te guste a ti y no le guste a nadie más (risas). ¿Alguno te gustó mucho y no tuvo el éxito que esperabas? Bueno, lo que pasa es que nunca espero… Siempre parto con la idea de que todo va a salir mal (risas). Mi punto de vista inicial es que todo sale fatal… Entonces, siempre me alegro, porque todo siempre sale mejor de lo que yo lo tenía previsto. La ficha Nací en Lima hace 41 años. Crecí fuera, en una familia de exiliados. Volví, estudié en La Inmaculada y me licencié en Lingüística y Literatura en la Católica. Pasé mi adolescencia en la Lima de los 90, entre apagones, bombas y muertos, etapa que ha inspirado varias de mis novelas. La última, La noche de los alfileres, habla de los efectos de esa violencia entre quienes crecimos en ese período. También he sido guionista de telenovelas y periodista de investigación. Ahora trabajo para El País de España y viajo mucho, aunque quisiera venir más a mi país.