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Sociedad

Francia obliga vacunarse en la víspera de una cuarta ola de la COVID-19

Con casos en aumento, el presidente francés Emmanuel Macron decidió imponer la vacunación a todos los médicos y al personal de cuidado de adultos mayores. Además, indicó que si los ciudadanos no se inoculan no podrán viajar ni tener una vida social normal.

A vacunarse todos. Emmanuel Macron ha apostado toda la estrategia contra la pandemia en una vacunación casi obligatoria.
A vacunarse todos. Emmanuel Macron ha apostado toda la estrategia contra la pandemia en una vacunación casi obligatoria.

Efraín Rodríguez Valdivia

Especial para La República desde París

Aunque cuesta creerlo, en la quinta potencia del mundo, hasta junio de este año, solo el 63% de los médicos estaban vacunados con una dosis. Y apenas un 41% con las dos. En resumida cuenta, casi la mitad del personal médico no se inoculó. Una sonora cachetada a la política de vacunación francesa -e incluso europea y mundial- si se tiene en cuenta que los galenos de esta nación empezaron a recibir las dosis desde fines de diciembre de 2020.

Esta situación hizo tronar los ánimos del presidente francés, Emmanuel Macron. En un mensaje a la nación muy solemne, el jefe de Estado ordenó, el martes 12 de julio, que todos los médicos y el personal de salud en su conjunto sean inoculados obligatoriamente. Tienen como plazo máximo hasta el 15 de setiembre. En adelante, el que rechace la vacuna será suspendido de la profesión y no podrá cobrar su salario. Si continúa en la reticencia, será despedido.

Un mensaje simbólico e histórico, pues Francia es el primer país occidental en imponer una campaña de inmunización. Sin embargo, esto no quedó allí. En la misma alocución, el presidente obligó de una manera muy elegante a los ciudadanos a inocularse. El mandatario indicó que solo los ciudadanos que tengan un certificado de vacunación podrán acceder a los cines, teatros, tiendas, centros comerciales, museos, bares, restaurantes y podrán viajar por el país, Europa y el resto del mundo. Los que no están inmunizados serán considerados prácticamente en unos parias de la vida social. Paradojas del destino, Macron hizo este anuncio esta semana, en pleno inicio de las vacaciones de verano, una época donde la gente ya puede reunirse sin limitaciones y vivir normalmente.

50% vacunados

¿Temor a la enfermedad o temor a quedarse sin vacaciones? El anuncio provocó un efecto expansivo: ocho horas después de la alocución presidencial, un millón trescientas mil personas reservaron citas de vacunación en la página web del sistema de salud. Veinte mil por minuto.

El gobierno desea expandir la inmunización para lograr inocular al 50% de la población a finales de agosto. Hasta ayer, según cifras oficiales, el 42% de la población estaba vacunada (cerca de 28 millones de personas, de 66 millones de franceses). La idea es echar a andar la máquina de la vacunación a todo vapor como única apuesta.

Una estrategia fuerte del gobierno para evitar a toda costa los estragos de la enfermedad. Pero, por su lado, el virus galopa, avanza y contagia más rápido. Pone a Francia contra las cuerdas de una cuarta ola. Según cifras del órgano estatal Santé Publique France, el 13 de julio se detectaron más de 6.000 casos a nivel nacional con la variante Delta. Esta cifra se ha triplicado porque el país reportaba, a inicios de mes, apenas 1.500 casos. El escenario puede incluso tonarse aún peor. Un modelo matemático del Instituto Pasteur, un prestigioso centro de investigación de enfermedades infecciosas, indica que el país podría registrar 20.000 casos diarios a inicios de agosto.

Si la variante Delta se impone, Francia regresaría al contexto epidémico de marzo que costó un confinamiento de un mes, un toque de queda desde las 6 de la tarde y un país funcionando a medio gas. Por ello el gobierno mete todas las castañas al fuego con la evacuación, así el presidente contravenga con la libertad de elegir no vacunarse.

No quieren

Pero, ¿por qué los franceses asumen la libertad de no inocularse? ¿Por qué un país que acaparó vacunas -5.300 millones de dosis repartidas entre la Unión Europea, Estados Unidos y el Reino Unido- no quiere inmunizarse? ¿Por qué una nación donde los políticos se arrogan la ventaja de tener dosis de sobra no desea vacunarse? Las respuestas se dividen en dos explicaciones. La primera estaría en razones escépticas. Especulaciones duras de revertir, como que la vacuna es un medicamento desarrollado en poco tiempo y, por lo tanto, no se conocen las consecuencias futuras en la salud de las personas inoculadas o que la pandemia forma parte de un plan de dominación global.

La segunda respuesta nace en el exacerbado nacionalismo sanitario. Aunque parezca increíble, en enero, febrero y marzo de este año, el presidente Emmanuel Macron desprestigió la vacuna inglesa de AstraZeneca y de la china de Sinopharm. Y se unió a un coro de políticos que decían que producían coágulos sanguíneos y no eran confiable. Un razonamiento que sólo responde a posicionar geopolíticamente la vacuna Pfizer-BioNTech, desarrollada por Alemania y Estados Unidos. El mismo Macron que ahora exige una vacunación obligatoria a su población con dosis mayoritariamente de Pfizer-BioNTech.

Pero es importante darle un contexto mayor a esta estrategia. Francia ya ha entrado en campaña electoral. En abril de 2022, los franceses votarán para elegir a un nuevo jefe de Estado. Macron presentará su candidatura de reelección en el cargo. De momento, pelea la punta en los sondeos con la ultraderechista Marine Le Pen. Para el presidente sería muy difícil enfrentar la campaña con un país encerrado en cuarentena, con restricciones por la pandemia y con la pesada factura social por los desaciertos en las políticas contra la pandemia. Por ello también encuentra una solución política en la vacuna. La apuesta de la vacunación de miles de personas es también la apuesta individual de un hombre para continuar en el poder. Paradojas del pandemia.

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