Las expectativas de peruanos que luchan en primera línea contra el coronavirus
Desde adentro. El COVID-19 cambió la vida de la población y arrebató la vida de muchos; sin embargo, aún hay esperanzas de mejorar con lo aprendido. Profesionales de la salud y docentes nos cuentan lo que padecieron y lo que esperan para el 2021, sobre todo ahora que los casos aumentan.
“En horas de la madrugada se ha confirmado el primer caso de infección por el nuevo coronavirus en nuestro país”, dijo el entonces presidente Martín Vizcarra la mañana del 6 de marzo a nivel nacional. Desde tres meses antes, el Perú ya escuchaba sobre el ataque de ese virus, que apareció en la ciudad de Wuhan, China, aunque en ese momento se sabía muy poco del peligro que representaba.
Nueve meses después, la vida nos ha cambiado. ¿Qué hemos aprendido? ¿Cuáles son las esperanzas para este nuevo año de quienes lucharon en primera línea contra este mal?
La respuesta de la enfermera Mirtha Vicente, del Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja, fue seguir cuidando de quienes son vulnerables al Covid-19. Ella, ante la ausencia de familiares, debió ser consuelo y aliento de los pequeños que llegaron al hospital por el virus.
“Debimos suplir a los padres de los niños”, contó.
“Nosotros hemos sido formados para salvar vidas y sabemos que por años hubo pandemias. Esta es una de ellas. Seguimos en primera línea”, dijo María, del Servicio de Atención Médica de Urgencias (Samu), quien allá por el mes de abril se preguntaba “¿cómo se puede mandar a luchar sin armas?
Ambas fueron las que arriesgaron su vida para salvar otras (hasta el momento el 93% de infectados se han recuperado); sin embargo, su labor no ha sido debidamente valorada.
Su gremio, el Colegio de Enfermeras del Perú, sigue pidiendo sueldos justos y dignos, de acuerdo con la escala remunerativa; así como las condiciones laborales, entre ellas los equipos de protección personal (EPP).
Ayer, en el primer día del 2021, cientos de profesionales de la salud, como María y Mirtha, continuaban arriesgando sus vidas. Sus días no serán diferentes por el cambio del año. Más si el virus sigue aquí. Y los casos van en aumento.
El dolor de ver morir
Horas después del anuncio oficial sobre la llegada del Covid-19 al país, la entonces ministra Elizabeth Hinostroza llamaba a la calma, aseguraba que “estamos preparados para afrontar esta epidemia” y no obligaba a llevar mascarillas.
A pocos días, Iquitos colapsó. Fue una de las primeras regiones más golpeadas. “El 30 de marzo tuvimos nuestro primer fallecido. Lo peor fue cuando nos dimos cuenta de que no había oxígeno. La gente murió porque no había oxígeno”, recuerda Juan Celis, médico que ha tratado cientos de casos en la zona. Él nunca los abandonó.
“Sé que ahora ya no estamos igual, mi hospital tiene muchos problemas, pero tenemos dos plantas de oxígeno, hemos aprendido algunas cosas. Aunque hay otros que están devastados por el covid, por equipos, por personal. Los hospitales necesitan ser rescatados”, alerta Celis, quien asegura que en las dos últimas semanas ha atendido a tres pacientes graves, cuando esto ya no ocurría. “Es un aumento por la gran movilidad. Pero creo que después de un tsunami, puede haber solo una miniola”, espera.
No solo los médicos atendieron pacientes, sino también a sus propios colegas.
Para el 8 de abril, ya con un nuevo ministro de Salud (Víctor Zamora), se registró la primera muerte de un galeno, recuerda Miguel Palacios, decano del Colegio Médico del Perú (CMP). “En mayo todo fue peor, cada seis horas moría un médico”.
Palacios, quien también fue víctima del nuevo coronavirus, recuerda cuando, en su papel de decano, debió dar las fatales noticias a los familiares de sus colegas. “Una señora se puso a llorar. A una esposa de un médico de Iquitos yo le hablaba por teléfono y resulta que se había desmayado. Son hechos impactantes. Yo perdí a mi asistente, con quien operé durante 15 años. También a mi decano favorito, de Amazonas”, lamenta.
En nueve meses, hay 256 médicos fallecidos, y con esta cifra el Perú es el tercer país con más profesionales de la salud muertos a causa del Covid-19.
“Hubo un grupo compacto de 100 médicos que lucharon todo el tiempo, se enfermaron, se hospitalizaron y ahí mismo murieron. Esto tiene que ver con el sistema de salud, sin EPP, el mismo Minsa reconoce que hacen faltan 97 millones de EPP. También las salas de la mayoría de hospitales no tienen recambio de aire, por lo que el médico respira el mismo aire del paciente infectado de Covid-19”.
Hay mucho por aprender para este nuevo año, considera Palacios. Que las facultades de medicinas afinen sus currículos para formar médicos con competencias en epidemias, tener un sistema unificado de salud y que no se quede en el olvido, y una gobernanza para evitar la corrupción. “No hay estabilidad, hemos tenido tres ministros en lo que va de la pandemia”.
Para Celis, “tenemos muchos meses más” con este mal”, y recuerda que la manera de evitarlo es con la mascarilla, así como el distanciamiento social y el lavado de manos. “La gente como ya no tiene miedo, está dejando de usar la mascarilla, pero las instituciones deben obligarlo. Relajarnos nos está costando”. Parece que volvemos a las primeras semanas.
La educación sin recursos
“Han sido meses muy duros. La mayor adversidad fue enfrentar la falta de conectividad para proceder con mis clases virtuales. Mis estudiantes están en un asentamiento humano, en donde los padres de familia no disponen de internet en sus celulares. Ellos acceden al servicio de internet a través de prepago. Conforme fueron avanzando los meses los padres también necesitaban soporte emocional”, recuerda Analy Malavaer, docente de educación inicial en un colegio estatal de Carabayllo.
Las clases presenciales fueron suspendidas en marzo. Desde entonces, los problemas no se hicieron esperar y la pandemia evidenció la necesidad de priorizar la educación a distancia, sobre todo en regiones alejadas.
“Nuestro país no estuvo preparado para las clases virtuales. Ahora debemos tener nuevas estrategias, proyectos y apostar por cambios. La educación debe ser presencial, pero de forma progresiva”, dice la docente que ahora dicta clases desde un espacio de su vivienda. La voz de la primera línea debe ser escuchada.
La cura fue peor que la enfermedad
Después de 9 meses de pandemia, la actual ministra de Salud, Pilar Mazzetti, reconoció que la ivermectina no es un medicamento que ayude a salvar vidas de los infectados de Covid-19. Sin embargo, hay médicos que aún lo usan. “Pusimos la esperanza, pero pronto nos dimos cuenta que no ayudaba”, dice Juan Celis, de Iquitos.
El especialista también alerta que los últimos pacientes que ha atendido de gravedad se automedicaron con corticoides, lo cual no está recomendado en la primera fase del virus. “En esta enfermedad, menos es más. En primera fase, el manejo solo debe ser sintomático”.
Fallecidos diarios por coronavirus.
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