Ollas comunes: la gambeta de los pobres para zafar del hambre
Cocina comunal. Ha sido una reacción espontánea para sobrevivir a la pandemia que dejó a muchos arequipeños sin empleo y sin sustento. Las ollas comunes en Arequipa superan las cien. Ahí confluyen mujeres que, con ayuda y solidaridad, alimentan a todo un vecindario. De una olla pueden comer hasta cien comensales.
“La pandemia sacó lo peor de nosotros”. Esta frase se ha repetido como mantra durante los meses críticos de la emergencia sanitaria. Ha sido la respuesta resignada ante los malos funcionarios que se repartieron las canastas para los pobres, ante los policías contagiados con la COVID-19 por mascarillas de mala calidad o ante ciudadanos poco empáticos con las reglas sanitarias.
Sin embargo, en los centros poblados marginales, severamente golpeados con la crisis, la frase no es tan exacta. La pandemia puso a prueba su solidaridad, capacidad creativa para sobrevivir a los desafíos.Las ollas comunes surgieron como respuesta a un Estado decrépito que nunca llegó con bonos ni canastas.
Arequipa es una ciudad que ha crecido en las laderas de sus volcanes. El Chachani, una montaña con las nieves perpetuas devoradas por el cambio climático, soporta la voracidad urbana de Cerro Colorado y Cayma. Por eso cuando se viaja hasta ahí existe la sensación permanente de ascender a un tobogán. Se asientan mayormente migrantes, nuevos arequipeños que de cada diez por lo menos siete son informales. Se trata de ambulantes, zapateros, jornaleros, obreros de construcción civil etc. que decretada la cuarentena se quedaron sin empleo y sin sustento para alimentar a los suyos.
En Cerro Colorado, uno de los distritos más poblados de la ciudad, se constituyeron 67 ollas, en Cayma 20, en Yura 20, en Alto Selva Alegre 5 etc. Algunas más organizadas que otras, con padrones de beneficiarios, directiva y cuentas claras. Esas listas sirven para repartir la ayuda del programa Qali Warma y otras donaciones. Verónica Cornejo es una funcionaria del municipio de Cerro Colorado que coordina el trabajo con las ollas. Las organizan con una presidenta y almacenera. Este último puesto es clave. Fiscalizan la salida y entrada hasta de un grano de arroz y sobre todo cuando algún dirigente pícaro quiere echar mano del almacén.
In situ
Son siete y media de la mañana del miércoles, en el local social de Primero de Junio (Cayma) un grupo de madres alista la cocina para la jornada. Es la rutina diaria. La olla común se llama Corazón de Jesús. La fundó la profesora de inicial, Antonina Cusiatau Castillo , angustiada por los niños cuyos padres habían perdido su empleo y no tenían cómo alimentarlos.
La olla funcionaba con la colaboración de los vecinos. Pero había días negros por desabastecimiento de ingredientes. Antonina cuenta llorando que con varias madres se sentaban a orar por alimentos. Luego se producían los milagros.
Providenciales donaciones de dinero, como las de la maestra Norka Montero, contribuciones del sacerdote Alex. El alcalde de Cayma Jaime Chávez es citado como un benefactor permanente. Regaló su sueldo para comprar ollas. El burgomaestre es un visitante esperado por sus bolsas de pan ( lo bautizaron como papa pan) y de alimentos frescos cosechados de su chacra. Chávez es agricultor.
Institucionalmente, la municipalidad de Cayma tiene registradas a estas organizaciones para intermediar la ayuda. Gestiona la entrega de leña para los fogones y alimentos de instituciones privadas.
También aprobó una resolución para proveer de agua potable estos poblados. La entrega se hará en forma gratuita hasta fin de año. Los beneficiaros alcanzan los dos mil.
No tienen agua
Embajada del Japón es un asentamiento humano inspirado en el rescate de rehenes secuestrados en la delegación nipona de Lima por un grupo de terroristas del MRTA (1997). Surgió como una invasión hace más de 20 años. La vía principal, la avenida Charcani se constituye en la única asfaltada, las demás callecitas lucen polvorientas.
Cada esquina está repleta de cilindros y envases para recibir agua. Pronto vendrá el cisterna edil, los provee de una ración que debe durarles una semana. Tienen las conexiones listas pero no quieren soltarles el caño. Los vecinos se quejan del traficante que les vendió los terrenos y de Sedapar. “Nos han engañado, la obra se financió con dinero del Estado y nos sacaron colaboraciones y hasta ahora no tenemos agua”, se queja una vecina. Aquí funcionan dos ollas comunes: la de Santa Elena y la de el Buen Samaritano.
Pilar Turpo es una de las organizadoras de Santa Elena. Ella y sus vecinas cocinan en un canchón con pircas de sillar, desde donde se erigen dos banderas blancas, símbolo de auxilio alimentario. Hoy toca picante de calabaza. Son diez y media de la mañana y no llega el agua. Las vecinas, además de entregar raciones diarias a sus comensales, tiene una impresora comunal. Los escolares que reciben clases virtuales imprimen sus trabajos. El servicio es gratuito y se solventa de donaciones.
La olla de El Buen Samaritano es una de las más organizadas. Flor Pineda, una de sus directivas, muestra tres cuadernos en donde registran entrada y salida de víveres, número de beneficiarios, manejo de dinero y donaciones. Pineda trabaja como enfermera de EsSalud.
En los días críticos de la pandemia alquiló un cuartito cerca del hospital para no regresar a casa. Tenía miedo de contagiar a sus hijos y esposo. Trabajó 70 días de largo y, cuando regresó a casa se metió de lleno a organizar la olla. En la cola espera un anciano con sonda. Será el primero en recibir su platillo.
Sus hijos lo abandonaron pese a su cáncer prostático. Al igual que él otros ancianos tampoco pagan. ¿Cuánto se abona por un platillo? El más caro que incluye carne cuesta dos soles. Los demás entre un sol a S/1.50. Así se defienden los pobres de una crisis que tiene para rato.
El apoyo de Qali Warma
Las poblaciones de Yura y Cerro Colorado se han organizado de esta manera con el apoyo de sus respectivos municipios. Cerro Colorado concentra 67 ollas, la municipalidad también los dota de agua potable con un cisterna propio y otro de Sedapar. Son 17 pueblos más de tres mil beneficiarios. El municipio de Yura también ha registrado 20 ollas, a once de ellas se les asiste con alimentos donados por aldeas infantiles. Por gestión de la comuna, mediante el programa Qali Warma, se prepararon 24 mil canastas que se entregaron directamente a las familias. Este programa también dio 4000 canastas a Cayma.