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Sociedad

La resistencia de mujeres indígenas de la Amazonía frente a la COVID-19

Lideresas de los pueblos Awajún, Harakbut, Yine y Kishwa en los departamentos de Amazonas, Madre de Dios, Ucayali y San Martín narran cómo enfrentan el impacto del coronavirus en sus territorios, y qué hacen para resistir y no concentrar más víctimas en las comunidades nativas.

Las mujeres de los pueblos indígenas sufren los estragos que deja el coronavirus, el cual continúa, hasta la fecha, enlutando a las familias de la Amazonía del Perú. Lideresas Awajún, Harakbut, Yine y Kishwa, cada una desde su propia experiencia, narraron cómo resisten ante la pandemia de la COVID-19, que ha dejado relucir el precario sistema de salud y la ineficiencia de las autoridades correspondientes para atender a las comunidades nativas en la emergencia sanitaria.

Según el ministro de Salud, Víctor Zamora, hay un “Plan de intervención del Ministerio de Salud (Minsa) para Comunidades Indígenas y Centros Poblados Rurales de la Amazonía frente a la emergencia de la COVID-19”, aprobado bajo la Resolución Ministerial Nº 308-2020 el 21 de mayo. Asimismo, el 21 de junio mediante Decreto de Urgencia N°071-2020 se acordaron disposiciones complementarias a la norma en materia económica y financiera.

El registro de indígenas contagiados y fallecidos por coronavirus aún se encuentra en construcción, según informó el titular del Minsa. Existe una aproximación de 185 indígenas; sin embargo, la cifra es solo de aquellos que llegan al sistema de salud.

Kelly Patiachi Visse, tesorera de la comunidad nativa de Shintuya, Madre de Dios. Foto: Kelly Patiachi.

Kelly Patiachi Visse, tesorera de la comunidad nativa de Shintuya, Madre de Dios. Foto: Kelly Patiachi.

Kelly Patiachi Visse, tesorera de la comunidad nativa de Shintuya, en el distrito del Manu, Madre de Dios, declaró que cerca de las 90 mujeres indígenas del pueblo Harakbut de su territorio se hallan organizadas para impartir conocimiento en cuanto a la medicina ancestral para prevenir la COVID-19. “Estamos rescatando nuestras prácticas ancestrales para prevenir el coronavirus (…). Nuestras plantas refuerzan el sistema inmunológico”, dijo.

Las mujeres se encuentran más activas, van al bosque a recoger las plantas y les dan de beber el líquido medicinal a los niños, a los ancianos y a sus padres. En la comunidad de Shintuya, la pandemia no ha llegado, pero sí ha golpeado a la economía agraria. Desde que inició de la cuarentena se hallan aislados.

“Nosotros vendemos plátanos, pero ahora ya no. No tenemos dinero para comprar productos de primera necesidad como azúcar, arroz y otros. Vivimos del bosque y la agricultura familiar”, testificó con preocupación, agregando que a las madres les afecta más ante la impotencia de no ofrecerles a sus hijos algo mejor.

Shintuya pertenece al Consejo Harakbut, Yine y Matsiguenka (Coharyima) y no tiene casos de coronavirus, pero una situación amenaza a sus miembros: el incremento de invasión de foráneos a la Reserva Comunal Amarakaeri. Esta reserva es un bosque virgen por donde los indígenas obtienen de manera sostenible sus alimentos. “Queremos ir a pescar y nos encontramos con personas que no sabemos si están contagiadas. (…) ellos extraen recursos con dinamita y otros explosivos. Nos invaden y contaminan nuestro territorio”, contó preocupada.

La comunidad continuará en cuarentena, y es que Madre de Dios es uno de los siete departamentos más afectados, por lo que el presidente Martín Vizcarra anunció la permanencia de la cuarentena.

Carmen Cáceres Castro, jefa de la comunidad nativa de Sepahua. Foto: Carmen Cáceres.

Carmen Cáceres Castro, jefa de la comunidad nativa de Sepahua. Foto: Carmen Cáceres.

En Ucayali, desde el frondoso bosque de la provincia de Atalaya, Carmen Cáceres Castro, jefa de la comunidad nativa de Sepahua, contó lo complicado que es enfrentar a la COVID-19. La mujer indígena del pueblo Yine manifestó que Sepahua, el distrito con seis grupos étnicos Yine, Matsiguenga, Amahuaca, Yaminahua, Ashaninka y Shipibo-Konibo, concentra más de 150 contagiados de coronavirus, pero ningún fallecido.

El sistema de salud de la comunidad es deficiente y precario, son dos médicos y dos enfermeros, quienes casi siempre abastecen al distrito de Sepahua, que bordea los 1.200 habitantes. Si bien cuenta con pocos medicamentos occidentales (pastillas, alcohol, etc.), también implementan sus medicamentos ancestrales y medicinales (plantas).

“Es un tratamiento de prevención del coronavirus. Se habilitó un ambiente especial para el tratamiento de inhalación de hierbas medicinales (…). El paciente ingresa e inhala las plantas de matico, ajo sacha, la mucura hembra y macho, la verbena, el kion, Aya huma, entre otros. También se puede hacer baños con las mismas”, explicó a La República.

Carmen Cáceres desde el último mayo conforma el “Comando de operaciones distrital COVID-19 Sepahua”. La lideresa indígena informó que la comunicación y medios de transporte son complicados, y es que durante la emergencia solo el río los traslada con ocho horas de viaje a la capital de Atalaya. “Hay muchas necesidades”, finalizó.

Nelsith Sangama Sangama, de la comunidad nativa de Chunchil. Foto: Facebook Nelsith.

Nelsith Sangama Sangama, de la comunidad nativa de Chunchil. Foto: Facebook Nelsith.

Nelsith Sangama Sangama de la comunidad nativa de Chunchil en San Martín, manifestó su preocupación. Su región seguirá en confinamiento para controlar la pandemia. Esta situación la ha desconcertado, por un lado está de acuerdo que el departamento siga en cuarentena, pero por el otro perjudica su economía.

La lideresa indígena es secretaria de la Mujer en el Consejo Étnico de los Pueblos Kishwas de la Amazonía (CEPKA), que representa a 43 comunidades nativas. Desde que empezó el estado de emergencia estas se han aislado y colocado tranqueras para el control territorial. También cuentan con protocolo de intervención sanitaria y han formado su propio comando comunal COVID-19.

En San Martín, son 33 comunidades entre Shawi, Awajún y Kichwa afectadas por la COVID-19, siendo 975 casos sospechosos, 29 confirmados y 1 fallecido, según el reporte del 30 de junio de la Coordinadora de Desarrollo de los Pueblos Indígenas de la región San Martín (Codepisam), organización a la cual pertenece el CEPKA.

“Muchos enfermos de coronavirus regresan muertos del hospital. Por eso hemos decidido quedarnos en nuestras comunidades y enfrentar la enfermedad con nuestras propias medicinas ancestrales”, culminó.

Yanua Guillermina Yampis Taan de la comunidad nativa de Nazareth, Amazonas. Foto: Guillermina Yampis.

Yanua Guillermina Yampis Taan de la comunidad nativa de Nazareth, Amazonas. Foto: Guillermina Yampis.

Con un profundo dolor, Yanua Guillermina Yampis Taan de la comunidad nativa de Nazareth, distrito Imaza, región Amazonas, relató que la pandemia se ha ensañado con el pueblo Awajún puesto que al día el coronavirus cobra la vida de un indígena más. “La mayoría de las comunidades (del distrito de Imaza) están contagiadas (…). No hay atención. Los puestos de salud están cerrados. La mayoría se automedica con sus medicinas ancestrales”, declaró a La República.

“Nosotras, las mujeres, acudimos al bosque y traemos plantas medicinales. Hacemos todo para enfrentar esta enfermedad, pero estamos agotadas”, dijo lideresa awajún, quién es representante del Programa Mujeres de la Organización Regional de Pueblos Indígenas de la Amazonía Norte (Orpian).

La principal economía del distrito de Imaza es la producción de plátanos; sin embargo, debido a la pandemia su comunidad ha adoptado cerrar sus fronteras territoriales, es decir, aislarse. Esta decisión ocasionó que en estos casi tres meses de cuarentena no vendan el fruto y se alimenten de su agricultura familiar, de la cosecha de yuca, chontas y demás vegetales; además, de la crianza de gallinas y otros animales.

La mujer awajún confesó que tiene COVID-19 y que permanece en su hogar, y su único enfermero es su hijo de 13 años de edad, quien corre el riesgo de contagiarse. En Imaza, donde hay más 100 comunidades y más de 25 muertos por la pandemia, el precio de los medicamentos como el paracetamol, la dexametasona, el diclofenaco están caros y los indígenas no cuentan con dinero para comprar.

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