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Sociedad

La ciudad después del coronavirus

“Es nuestro derecho contar con espacios públicos saludables, tanto en nuestro paso diario por la ciudad como en nuestra interacción con sus atributos naturales.”

Algunas calles del Centro de Lima lucen menos vacías que un fin de semana habitual. Ciudadanos esperan pronunciamiento de presidente a las 8 de la noche. (Foto: Aldair Mejía)
Algunas calles del Centro de Lima lucen menos vacías que un fin de semana habitual. Ciudadanos esperan pronunciamiento de presidente a las 8 de la noche. (Foto: Aldair Mejía)

Por: Santiago Dammert

Se habla mucho de cómo la crisis desatada por el coronavirus nos hará evolucionar hacia una sociedad más justa y equitativa, sobretodo en cuanto a nuestra relación con el medio ambiente. Hay quienes lo hacen en serio, y hablan de que los humanos somos el virus que contamina los cielos de Lima. Hay quienes lo hacen en broma, y comparten imágenes alteradas que muestran delfines nadando por el Rímac luego de cuatro días sin contaminación humana. Otros se maravillan ante las aves que ocupan las playas de la Costa Verde, ahora vacías de gente y tráfico. A través de estas fantasías, se diluye la responsabilidad que tienen ciertos agentes sobre la degradación ecológica de la ciudad y sus espacios públicos.

Diversos productos mediáticos que vi esta semana tanto en redes sociales como periódicos y programas televisivos apuntan a una incipiente preocupación ambientalista más generalizada, que sin un marco mayor de pensamiento crítico corren el riesgo de quedar como hechos anecdóticos sin mayor repercusión. Olvidándonos por un momento de la función humorística de los memes, es poco productivo culpabilizar a toda la población por los pasivos ambientales que genera la sociedad; debemos afinar nuestro pensamiento y entender cómo ciertos sistemas específicos tienen impactos muy reales sobre nuestro entorno urbano, para así poder cambiarlos una vez superada la crisis. Estamos frente a una oportunidad única para hacerlo, y para ello debemos articular un discurso contundente.

A comienzos de la última semana, los principales medios limeños reportaban sobre la campaña de desinfección de las unidades de transporte público. A nadie pareció sorprenderle la cantidad de mugre retirada de las combis destartaladas, ni de que esa fuera la realidad diaria a la que alrededor del 60% de la población de la capital está sometida en sus movimientos por la ciudad (Fuente: Lima Cómo Vamos). Fuera de la gravedad de la condición física de las combis, no basta con desinfectarlas por dentro. No nos olvidemos que aunque estemos acostumbrados, este sistema es inhumano y degradante, y que obliga a casi 30% de los limeños a pasar en promedio dos horas al día en él (Fuente: Lima Cómo Vamos). Es además altamente contaminante, dada la falta de estándares ambientales y la prevalencia de unidades antiguas que utilizan combustibles de baja ley. La ineficiencia misma del sistema de transporte público empuja a que aquellos que pueden movilizarse en auto privado o taxi lo hagan, contribuyendo aún más a la congestión vial y por consiguiente a la polución del aire. No es sorprendente que luego de una semana de cuarentena los cielos de Lima nos parezcan impolutos, aunque nadie parece relacionarlo directamente con el calamitoso estado de nuestro sistema de movilidad urbana. Es imperativo que exijamos su verdadera e inmediata reforma apenas se asome la vuelta a la normalidad.

En cuanto al meme del río Rímac y su fauna imaginaria, nos puede servir para pensar en el estado de nuestros valles y borde costero. La contaminación del río Rímac es un grave problema, pero no es un hecho aislado. Esta corresponde al abandono al cual está sometido por una ciudad que siempre ha crecido de espaldas a él. La incorporación de los valles del Chillón y Lurín a los límites de la ciudad también representa una oportunidad para salvaguardar su carácter público, antes de que la presión inmobiliaria termine por consumir lo poco que queda de paisaje natural. Por otro lado, la Costa Verde es desde su creación una autopista inhóspita, a pesar de contar con algunos bolsones de actividad humana. Sin embargo, el borde costero es mucho más amplio que las playas de Miraflores, Barranco y Chorrillos, y puede ser un gran espacio conector entre todos los distritos que lo comparten.

Estos problemas ya se han mencionado infinitas veces; es cuestión de poner soluciones en marcha. Los planes existen, y el talento también. No basta con denunciar románticamente la contaminación en nuestros espacios públicos y naturales. Falta relacionar la importancia del espacio público al discurso ecologista y comprometernos a abogar por el cumplimiento de ambos de forma coherente y constante. Para ello, es importante que los medios de comunicación masiva señalen la relación entre estos problemas más allá de su relevancia como hechos aislados; son los medios los que ponen sobre la mesa los temas que se discuten en la agenda pública. En este momento en el que se ha galvanizado el apoyo a nuestras autoridades dada su eficiente respuesta ante la amenaza del coronavirus Covid-19, necesitamos apoyarlas también en acciones permanentes en cuanto al medioambiente común se refiere. Es nuestro derecho contar con espacios públicos saludables, tanto en nuestro paso diario por la ciudad como en nuestra interacción con sus atributos naturales.

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