Dura realidad. Lejos de casa, muchos se ven forzados a trabajar en condiciones no adecuadas y con retribuciones que son menores al promedio. Por miedo o desinformación, no presentan denuncias. Defensoría del Pueblo pide promover el respeto. ,Cincuenta dólares guardados en un calcetín, un bolso de camping y un morral, ambos llenos de “ropa para vender”. Esas eran las únicas pertenencias que Arnaldo Andrade cargaba cuando salió de Guarenas, en Venezuela, hace más de un año. Aquella era la ciudad que lo vio crecer, pero que a sus 27 años prefirió abandonar por necesidad. Igual que al resto del territorio venezolano, a Guarenas “la consumía la miseria, las largas colas por una bolsa de harina de maíz y el hampa que no perdonaba ni de día”, relata Arnaldo. PUEDES VER Los retos del éxodo venezolano en América Latina El “caos revolucionario”, como él describe la situación de su país, lo empujó a intentar cruzar por carretera las tres fronteras que tenía por delante: Colombia, Ecuador y Perú, país que le da cobijo desde hace ocho meses. La vida lejos de casa no es sencilla para los venezolanos, asegura el “chamo” de tez morena y ojos oscuros. “A veces es difícil aceptar que tras pisar Cúcuta (ciudad fronteriza con Venezuela) ya nada será igual. Toca trabajar de lo que sea y hasta por un salario muy inferior”, cuenta el joven aficionado a la cocina. Hoy Arnaldo no tiene trabajo, aunque le han ofrecido un puesto en un restaurante. El salario está muy por debajo de lo mínimo y sabe que es muy difícil encontrar algo “mejor”. Se siente en la obligación de aceptar, a pesar de las malas experiencias. La frustración, reconoce, puede generar reacciones que ni siquiera se creía capaz de imaginar, como le sucedió durante su paso por Ecuador. “Aquí en Perú no me ha tocado fácil porque laboraba hasta 36 horas de corrido. En Ecuador, una compatriota venezolana, mi paisana, me hizo trabajar un mes seguido, pero a la hora de pagarme me estafó: no me dio nada. Quise estropearle una de las máquinas de batir masa para las donas, pero reflexioné. No valía la pena”, relata. Más vulnerables Otro problema que afrontan los venezolanos en el Perú son ataques motivados por género (ver infografía). Pastora Acosta, quien ejerce en el Perú su profesión de comunicadora social, recuerda que al llegar a Lima tuvo que trabajar como “jaladora” en una juguería de Lima Norte. Allí tuvo una discusión acalorada con su empleador. “El encargado quería que hiciera contacto con los hombres y que disimuladamente les tocara los brazos. Según él, esa acción captaría un mayor número de clientes”, relata. Debido al acoso que sufría, renunció a pesar del temor de no conseguir otro trabajo. “Sé que me explotaban. Trabajaba 12 o 14 horas diarias, pero la necesidad de un empleo es urgente cuando eres inmigrante y vienes corto de dinero. Tomas lo que sea, pero yo no estaba dispuesta a aceptar eso de tocar a los hombres”, insiste Acosta. Debido a la necesidad de tener ingresos, la mayoría de venezolanos, como le ocurrió a Pastora, se ven forzados a subemplear su mano de obra. Una encuesta de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) revela que el 39,5% de los venezolanos entrevistados en Lima tiene educación universitaria, mientras que el 21,8% cuenta con formación técnica. El 36,6% de los entrevistados dijo tener secundaria completa, como en el caso de Anyeli Salazar, una joven de 21 años que llegó a la capital peruana para trabajar. Su primer empleo en el Perú lo obtuvo en un pequeño restaurante ubicado en el Callao. “Acepté que me pagaran 600 soles al mes, menos del sueldo mínimo (850 soles), porque residía cerca y no gastaría en pasaje”, cuenta. Cuando llegó el momento de recibir el primer pago, sin embargo, le entregaron menos dinero del pactado. La empleadora le dijo que no le correspondía ganar más “porque era mujer y no cargaba cajas pesadas”, como hacían sus demás empleados. Desde el Estado Percy Castillo Torres, adjunto para los Derechos Humanos y Personas con Discapacidad de la Defensoría del Pueblo, indica que no existen cifras oficiales sobre los abusos laborales que sufren los venezolanos en el Perú. Según sostiene, el miedo a represalias y la falta de información pueden ser las razones que evitan la presentación de quejas formales. “La nacionalidad es lo de menos. Los derechos de los trabajadores son los mismos para todos. Las acciones de control de Sunafil son las que deben dar cuenta de estos abusos”, destaca. Sunafil es la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral. Durante todo el 2017, la entidad recibió solo 20 denuncias de trabajadores extranjeros, no necesariamente venezolanos. Este año solo se han atendido tres. Laboralistas advierten que en un empleo formal, el trabajador extranjero debería ser inscrito en planilla, tener jornadas de 8 horas diarias, o de 48 semanales, descansos remunerados, gratificaciones, entre otros derechos que varían en función del régimen laboral que tengan. La mayoría de venezolanos que llega a Lima empieza en trabajos informales, problema que ya era bastante extendido en el país. Castillo Torres indica que a ello se suma la falta de capacidad del Estado para regularizar la situación migratoria de los extranjeros. La solución del gobierno fue crear los permisos temporales de permanencia, y tratar de agilizar las solicitudes de refugio. La gran cantidad de trámites que ingresan, sin embargo, ha saturado los canales habilitados por la Cancillería y Migraciones. “El Perú, hasta hace algunos años, recibía anualmente unas mil solicitudes de refugio. Hoy está recibiendo mil diarias”, asegura Castillo. En medio de este panorama han aparecido ya comentarios xenófobos, sobre todo en redes sociales, donde se critica a las empresas que contratan migrantes venezolanos. Al respecto, Sunafil recuerda que la discriminación laboral por nacionalidad, o por otras razones, es una falta muy grave. Las autoridades han hecho ya múltiples llamados a la tolerancia y al respeto. El Perú enfrenta el reto de recibir a miles de venezolanos que, dada la situación crítica de su país, se aferran a la esperanza de un mejor futuro, como todos.❧ Tenga en cuenta Web. Todas las personas que sean víctimas de abuso laboral pueden presentar una denuncia virtual a través del sitio web de Sunafil: www.sunafil.gob.pe. El proceso es gratuito. Duplicidad. La Defensoría del Pueblo recomienda a la población venezolana no pedir el permiso de permanencia y el carné de refugiado a la vez. Ello satura los sistemas. Delito. La discriminación es un delito previsto en el Código Penal. Se sanciona con cárcel o con jornadas de trabajo comunitario.,