Por Antonio Zapata. Antonio Zapata. El único antecedente nacional del juicio a Alberto Fujimori es el proceso seguido contra Augusto B. Leguía. El presidente del "oncenio" cayó en agosto de 1930, cuando Luis M. Sánchez Cerro dio un golpe de Estado desde Arequipa. Pocos días después, el nuevo gobierno constituyó el Tribunal de Sanción Nacional, TSN, que en forma ad hoc y sumaria juzgó los delitos de enriquecimiento ilícito cometidos por el régimen depuesto. El ex Presidente y sus hijos mayores fueron encausados ante el TSN, aunque sólo Juan lo acompañó en el banquillo. Fue condenado y murió en la cárcel, siendo el único ex Presidente peruano que ha purgado prisión después de un juicio. Felipe Portocarrero y Luis Camacho han estudiado el "TSN" en un artículo publicado en el libro El pacto infame: estudios sobre la corrupción en el Perú. Los autores relatan que el TSN fue un tribunal revolucionario que dictaminó empleando leyes posteriores a los hechos que juzgaba, incumpliendo una norma general de la justicia. Otra característica del TSN es que presupuso la culpabilidad de los acusados, que debían demostrar su inocencia antes que el Estado les devuelva sus bienes confiscados en el momento de la acusación. Con esa segunda regla se violaba otra disposición universal del derecho, cual es la presunción de inocencia. Por estas razones fue muy criticado y sus efectos no fueron positivos. Sus detractores resaltaron que el TSN carecía del mínimo de legitimidad democrática. El Perú no aprendió mucho del caso Leguía y volvieron los hechos que se buscó erradicar. Leguía fue acusado por emplear el erario público en provecho personal y fue condenado por varios casos, sobre los cuales el TSN halló pruebas de coimas y sobornos. El abogado del ex presidente fue Alfonso Benavides Laredo, quien alegó que su defendido había entrado al gobierno siendo un próspero empresario y había terminado pobre y arruinado. En sus memorias, publicadas en forma póstuma, Leguía niega haber robado, pero admite como práctica normal otorgar recompensas a ex opositores para que dejen de luchar contra su régimen. Consideraba correcto comprar conciencias. No le parecía un acto reñido con el buen gobierno, sino todo lo contrario, una muestra de prudencia. Como los sucesos coincidieron con la crisis mundial de los años 1930, el Senado de los EEUU abrió una investigación sobre prácticas corruptas de empresas norteamericanas en el mundo y saltaron varias perlas peruanas. Esa comisión yanqui probó que algunos empréstitos peruanos se habían contratado pagando sobornos que incluían a Juan Leguía, precisamente el hijo que había acompañado al ex Presidente al banquillo. El oncenio fue una época de elevada corrupción porque el Estado había dispuesto de una renta extraordinaria, en este caso compuesta por préstamos extranjeros. Es decir, además de los ingresos ordinarios que se traducen en el presupuesto, durante el oncenio, el gobierno gozó de abundante dinero prestado del exterior para realizar obras públicas. Cada vez que el Estado republicano ha tenido un tesoro adicional se ha desatado una crisis nacional de gran corrupción. Sucedió durante la era del guano, se repitió con Leguía y volvió con Fujimori, donde la renta extra fue fruto de las privatizaciones. Pero, el Estado peruano siempre ha registrado una moderadamente alta corrupción. De alta a muy alta, ese ha sido el ciclo histórico de la corrupción peruana. Hay una coincidencia adicional entre Leguía y Fujimori. El oncenio terminó cuando Leguía realizó una tercera elección consecutiva, exactamente igual a la segunda reelección de Fujimori. La regla parece ser que el Perú no aguanta tres períodos consecutivos, porque los últimos años de períodos prolongados suelen ser el reino del abuso y la coima. Al ser condenado Leguía, se acabó su partido político y su misma reputación personal. Tiempo después, se lo ha reivindicado parcialmente y la historia suele resaltar sus méritos como líder de un Estado con proyecto de desarrollo nacional. Pero, en la época inmediatamente posterior a su condena, Leguía perdió todo protagonismo y no lo recuperó en vida. Falta saber si en esta última característica, Fujimori también repite a Leguía.