Chávarry, el Apra y el keikismo no han cesado de buscar maneras de traerse abajo ese acuerdo,Este será un San Valentín con un gran motivo de celebración para el Perú. Un día para celebrar la amistad entre Perú y Brasil y la colaboración entre estos dos países y sus representantes justicieros. Personalmente, como peruana, pasaré la noche cenando bajo la luz de las velas y tomando un delicioso vino, sino champán, mientras pienso con cariño, respeto y admiración a José Domingo Pérez, a Rafael Vela, a Richard Concepción Carhuancho, Sandra Castro y Rocío Sánchez. Pensaré a cada una y uno de estos peruanos con amor. Les dedicaré esta especial celebración porque el día siguiente, el 15 de febrero de 2019, será un día histórico para todos los peruanos que queremos ver al Perú liberado de abyectos políticos corruptos que lo merman. Ese viernes 15 de febrero, la Fiscalía peruana –más bien, lo más honorable de la Fiscalía peruana– y la procuraduría ad hoc firmarán por fin el acuerdo de colaboración eficaz con la constructora Odebrecht. Un acuerdo que se quiso petardear y hacer fracasar más de una vez. Chávarry, el Apra y el keikismo no han cesado de buscar maneras de traerse abajo ese acuerdo, sea no ratificando a sus representantes peruanos, filtrando parte del supuesto acuerdo para invalidarlo, tratando de desprestigiar el acuerdo hacienda creer que es más beneficioso para Odebrecht que para el Perú, y últimamente abriendo investigaciones desde la propia Fiscalía –diremos la parte más podrida, corrupta e indigna– a los fiscales que lideran estas investigaciones: Vela y Domingo Pérez. Pero una y otra vez han fallado los abyectos corruptos porque la ciudadanía alerta vigilante no se le ha pasado una en denunciar todos estos intentos de boycott. ¿Por qué AG, Keiko y demás investigados (Susana, Ollanta, Toledo, etc. que aunque estén mudos agradecen con su silencio los esfuerzos del fujiaprischavarrismo) quieren tirarse abajo el acuerdo a costa incluso de su propia imagen? Porque es su última posibilidad de evitar la condena penal que muy probablemente les aguarda tras las delaciones de los hombres clave de Odebrecht. La condena social ya la tienen todos los implicados porque los indicios y testimonios que en estos años han ido siendo revelados dejan claro que todos recibieron dinero sucio. Y eso explica en gran medida el repudio del pueblo peruano. Pero falta la condena penal. Sabemos que sin ella, los políticos y otros corruptos entrenados en la mentira, la negación y construcción de falsas-realidades, estos seguirán negando lo evidente y encontrarán algún subterfugio tras el cual intentar tapar el sol con sus sucios dedos. Así que, cuando en la semana del 18 al 22 de febrero los siete exdirectivos de Odebrecht respondan a las acuciosas preguntas de nuestro puño justiciero de cinco fiscales, será el comienzo del fin de una etapa negra de una forma de hacer política en el Perú que nos ha robado ya bastante tiempo, dinero, desarrollo y futuro. Con esto no quiero sugerir que no hubo antes este grado de corrupción, o tampoco que no la volverá a haber. De hecho, la corrupción que en los 90 y hasta el 2000 vivimos con el delincuencial partido político del fujimorismo fue tan o más terrible que lo de hoy. Si el corrupto decenio de Fujimori y Montesinos se caracterizó porque centralizaron la corrupción en el Servicio de Inteligencia Nacional, esta mega corrupción que hemos descubierto ahora era centralizada por una constructora representante del empresariado internacional (Odebrecht), pero con socios nacionales (Graña y Montero) y que se atrevieron a intervenir en –por lo menos– las dos últimas campañas presidenciales (hasta donde tenemos noticia) comprometiendo a los principales representantes políticos contemporáneos. Nada menos. Todos embarrados. Este 14 de febrero, entonces, celebra-peruano-celebra, que pronto podremos al fin procesar a lo más representativo y corrupto de nuestra política, y a la par del golpe que supone a nuestra república que todas sus mayores ‘caras’ políticas hayan sido desenmascaradas, rescatemos que es la oportunidad de exigir y ser parte de un urgente cambio. No esperamos menos, no nos merecemos menos, no aceptaremos menos. ¡Feliz San Valentín!¡Por la madre de todas las delaciones que está por venir!