Las brechas de pobreza se están ampliando y los pobres son cada vez más anémicos, con menos acceso a servicios y con menor comprensión lectora.,El martes 15 de enero la CGTP, la asamblea ciudadana, sindicatos de construcción civil, asociaciones y estudiantes salieron a las calles en contra de la nueva política de competitividad y productividad, ergo el DS 345-2018-EF, promulgado por el presidente Vizcarra el 31 de diciembre de 2018. Veinte mil personas, la misma cantidad de gente que salió en las marchas contra el exfiscal Chávarry, se movilizaron por las calles del Centro de Lima, pero ese aglomerado humano no existió para los medios de comunicación que suelen cubrir las otras marchas. ¿Por qué? Porque en este caso no se trataba solo de un reclamo “ciudadano” sino de un reclamo laboral en contra del régimen económico. El análisis del decreto supremo amerita mucho más que las 500 palabras de esta columna; pero es preciso hacerlo. Considero que el análisis de lo que implica competitividad, productividad total de factores, concentración de la canasta exportable, enanismo empresarial, prevalencia de empresas grandes sobre las PYMES y el diagnóstico de la “ralentización” de la economía peruana son muy detallados y meticulosos. Incluso, sostiene que “el crecimiento económico durante los últimos años se ha tornado menos pro-pobre” (p16). Nos da la razón a quienes señalamos que el crecimiento se ha centrado en las grandes empresas. En buen cristiano: las brechas de pobreza se están ampliando y los pobres son cada vez más anémicos, con menos acceso a servicios y con menor comprensión lectora. Por eso hoy se requiere poner sobre la mesa un debate más profundo sobre el tema económico. El discurso “normalizado” desde el gobierno de Alberto Fujimori elevó a verdad revelada los planteamientos neoliberales: si hoy queremos discutirlos somos quemadas en la hoguera de las herejes. En principio, el concepto competitividad está situado en la esfera de una cultura de la competencia, excluyendo aquella cultura de la cooperación que también está centrada en la productividad. El enfoque del DS situado en el capital —los trabajadores, por ejemplo, somos “capital humano”— descarta de arranque el sector cooperativo y ni siquiera —a pesar de ufanarse de su enfoque de género— visibiliza las economías del cuidado y lo que implican para la dinamización de sectores como la agricultura familiar. Todo el rango de economías solidarias se excluye de este modelo. Además, ¿a qué se refiere con “bienestar”? Hasta Amartya Sen, hace más de 25 años, ha cuestionado que a mayor PBI mayor bienestar. Y hoy, a pesar de Sen, tener luz eléctrica, agua, servicios, desagüe, acceso a la salud y educación de calidad no garantiza el bienestar, y ni siquiera tenemos lo mínimo o si lo tenemos es a medias: precario y corrupto. El hedor de San Juan de Lurigancho en estos días lo confirma. El DS 345 habla de la necesidad de planificación, pero a su vez, le tiene pánico a la actividad planificadora del Estado. En todo el texto se citan innumerables estándares de la OCDE y concluye que el Estado peruano debe de diversificar su actividad productiva (Perú es puesto 94/127 países en el Ranking de Complejidad Económica de Harvard), pero sigue apelando a la necesidad de un crecimiento basado en la exportación de materias primas sin valor agregado (léase minería). En otras palabras: el DS 345 es bipolar o, por lo menos, esquizoide.