En este mes decisivo cunde la desesperación entre quienes tienen mucho que temer de las declaraciones y las pruebas que la empresa brasileña debe entregar a la justicia peruana.,A un mes de que comiencen las declaraciones de los ejecutivos de Odebrecht ante los fiscales peruanos en Curitiba, Brasil, la corrupción se ha convertido en el problema más sentido del país y su combate sostenido por la enérgica movilización ciudadana, que constituye hoy un factor fundamental de la acción política. Sin ella, el Consejo Nacional de la Magistratura seguiría nombrando y removiendo jueces, no habría ninguna reforma del sistema de justicia, César Hinostroza seguiría manejando el poder judicial, los fiscales Vela y Pérez habrían sido apartados del caso Lava Jato –como se intentó–, y seguramente severamente castigados por su atrevimiento al meterse con quienes no debían. Finalmente llegó el hastío ciudadano ante la podredumbre imperante y se abrió paso la convicción de que no hay solución para nuestros numerosos problemas si no se limpia previamente esa cloaca en que ha sido convertido el sistema de justicia peruano durante los últimos 30 años. En este mes decisivo cunde la desesperación entre quienes tienen mucho que temer de las declaraciones y las pruebas que la empresa brasileña debe entregar a la justicia peruana. Los corruptos han sido derrotados en sus intentos de mantener a Pedro Chávarry al frente de la fiscalía de la nación y de sacar a los fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez del caso Lava Jato. El enfrentamiento con la corrupción sigue teniendo algunos momentos estelares, como el apartamiento del juez Richard Concepción Carhuancho del caso cócteles de Keiko Fujimori, a pedido de Jaime Yoshiyama, por la misma sala del poder judicial que al levantarle la prohibición de abandonar el país permitió la fuga de Yoshiyama al extranjero. Juega a favor de Concepción Carhuancho no solo su limpia ejecutoria sino la mediocridad de la sala que lo ha apartado del caso y los fundados cuestionamientos éticos que se le han formulado a esta. La apelación que presenta el fiscal Rafael Vela para que se revierta esta resolución y el juez Concepción Carhuancho sea repuesto en el caso debe ser acompañada de una masiva movilización ciudadana en defensa de la justicia. En el parlamento el escenario es más esperanzador. La crisis del fujimorismo en el Congreso ha entrado esta semana en su etapa crítica. El fujimorismo ha perdido la mayoría con la salida del parlamentario por Junín Israel Lazo. La bancada fujimorista queda reducida a 55 miembros, y con los cinco parlamentarios apristas que le sirven de comparsa hacen apenas 60 votos. Se esperan nuevas deserciones esta semana. La constitución de una nueva bancada con congresistas que abandonaron las filas del fujimorismo obliga a una recomposición de las principales comisiones parlamentarias que va a liquidar la hegemonía que Fuerza Popular exhibió durante estos dos últimos años. En vísperas de la llegada de las evidencias de Brasil el fujimorismo ha perdido el control del parlamento y con él la posibilidad de utilizarlo como un arma en defensa de la impunidad, como hasta ahora lo ha venido haciendo. Alan García por su parte brinda un penoso espectáculo que sólo puede explicarse porque está atacado por un terror pánico. A través de numerosos tweets intenta construir una realidad alternativa en la cual él es un perseguido político y todos somos corruptos, por lo cual nadie debiera ser condenado por serlo. Todo redondeado con publicherrys (gracias, Juan Acevedo) tan alucinantes como publicar una fotografía de la Tierra tomada por la Nasa y afirmar que en ella se ven las obras de su pasado gobierno. Ya Marcos Sifuentes se ha encargado de desmontar este delirio. Los giros retóricos que García utiliza, más allá de su intención exculpatoria, son altamente reveladores de su visión de las cosas. Ahora enfila sus ataques contra el presidente Vizcarra, al que señala como el culpable de sus zozobras jurídicas. Para él no es el ministerio público y el poder judicial quienes van a decidir su destino sino Vizcarra, un dictador implacable que se ha constituido en su Némesis: “Para el opositor el puñal de la llamada justicia”, afirma García, ante las cámaras de televisión. Él quisiera ser juzgado por la Comisión parlamentaria Lava Jato, la de Rosa Bartra y Mulder, que anteriormente lo exculpó de responsabilidades, a él y a Keiko Fujimori. “El parlamento es imprescindible para que haya investigaciones verdaderas respecto a lo que ocurre”, sostiene. En la nueva correlación de fuerzas el aprofujimorismo trata desesperadamente de sabotear la acción de la justicia jugando con el reloj en contra. Es un momento de cuidado, porque por la desesperación son capaces de cualquier cosa. Y es mucho lo que está en juego.