"Esa derecha es macartista hasta el absurdo. En algunos casos por convicción, en otros los bandazos de opinión apuntan al oportunismo sobón".,Estoy preocupado por nuestra democracia. Pero no, ésta no es otra columna en la que se denuncia el totalitarismo del Big Brother Vizcarra y la persecución policial a la leal oposición. Mi preocupación democrática es bastante distinta y tiene que ver con lo que nos deja nuestra política desde el 2016 en un contexto mundial de aumento del populismo autoritario. En particular, lo que más me preocupa es la forma en que han actuado en estos dos años y medio precisamente estos grupos de derecha populista que hoy denuncian persecución política. Esta derecha nos acompaña hace tiempo, no es nueva. Pero en el contexto de un fujimorismo poderoso pudimos ver su vena más peligrosa y lo que nos puede esperar en el futuro si gobierna alguien que represente sus intereses. Esa derecha es macartista hasta el absurdo. En algunos casos por convicción, en otros los bandazos de opinión apuntan al oportunismo sobón. Desde algunos diarios impresos, blogs y páginas web se dedican a torcer la realidad para que cuadre en sus esquemas binarios. Vizcarra, el pragmático, sería en realidad un abanderado de la conspiración comunista, un compañero de ruta del totalitarismo caviar. Ver a esa derecha celebrando la elección de Bolsonaro o apoyando agendas radicales conservadoras exime de mayor discusión sobre su vena autoritaria. Esta derecha, además, tuvo un claro doble estándar en los procesos de corrupción. Cuando el juez Carhuancho envió a prisión a los Humala y la fiscalía acusaba a PPK o Villarán, era un proceso de regeneración patriótica. Hoy que Keiko y Alan son los afectados estamos ante una purga dirigida por el Ejecutivo. Aunque apoyo los procesos en curso no apruebo se generalice la detención preliminar. Es necesario sí reconocer que en base a mentiras y manipulaciones varios de los detenidos han buscado entorpecer la justicia. Pero queda claro que en ningún caso estamos ante una persecución política. Esta derecha varía de opinión según sus intereses. La justificación a posiciones abusivas y antidemocráticas, así como este doble estándar para amigos y enemigos, me deja claro que en un contexto distinto hubiesen sido barra brava autoritaria. Habría cola para ser, en palabras de Paz, “secretarios de los secretarios del Secretario General del Infierno”. Pero allí no acaba mi preocupación democrática. Estos meses han mostrado también que sigue muy viva una izquierda radical y populista, opuesta en lo económico al populismo de derecha pero similar a éste en temas morales y ataque a libertades básicas. El pragmático apoyo de Vladimir Cerrón a Belmont y sus expresiones xenófobas, o los exabruptos mesiánicos de Gregorio Santos, por ejemplo, muestran que un sector de la izquierda, por convicción o pragmatismo, está dispuesto a apoyar aventuras caudillistas. Para colmo, los medios de televisión abierta han reducido el espacio de información y conversación política en sus programaciones. El mundo de las noticias falsas del que se nutren los populistas es peligroso incluso en democracias consolidadas con medios más fuertes. ¿Se imaginan ese impacto en nuestro país? Frente a este panorama no se ven esfuerzos de construir diques democráticos. Las élites políticas, incluidos candidatos exitosos el 2016, están en su mayoría desprestigiadas. Los principales candidatos hacia el 2021 tienen niveles muy altos de desaprobación, facilitando se les encuadre como parte del continuismo corrupto. Pero además los diversos candidatos no coordinan entre ellos para por lo menos articular algunos frentes unidos, todos quieren ser presidente. No se ve izquierdas, centros o derechas articulando para construir mensajes atractivos y llenar espacios electorales a fin de conquistar votantes desafectos. Así avanzamos al 2021. ¿Da para preocuparse, no?