"Es imposible no pensar que si todo el Perú se hubiera formado en la Jauja de Claudio, hoy el Perú sería un país bastante mejor".,Ha fallecido Edgardo Rivera Martínez, y nosotros seguiremos leyendo sus cuentos, y sobre todo su País de Jauja (1993), la novela que tanto amplió los bordes de la expresión realidad andina, y cuya importancia nunca dejó de crecer. A través de sus 500 páginas de cuidadoso realismo la obra invita a territorios literarios peruanos nunca antes soñados frente a una página. Presenta una familia de capas medias provincianas articulada por el afecto y la sensibilidad, viviendo una austeridad digna, en una ciudad donde los personajes tienen roles y en esa medida ciudadanía, un espacio cultural que no se agota en el folklore y que en el encuentro con lo occidental no se desdibuja, sino se enriquece. Aquí la armonía, no el conflicto, está en el centro de la narración sobre los Andes, aunque esto no deja de ser problemático para el autor. Un grupo social andino aparece ejerciendo sus capacidades sin límites, en este caso el poder de fantasía cultural de las capas medias ilustradas en el valle del Mantaro. Es una novela de la formación de Claudio, un joven jaujino en los años 40, donde lo occidental es presentado como complementario de lo quechua. En este caso la ampliación del horizonte se entiende hasta lo griego antiguo sobre todo, pero también al cosmopolitismo costeño, que se filtra a Jauja a través de la ciencia de un sanatorio y de las ideas socialistas. Hay aquí una inédita confesionalidad de lo provinciano que corre el albur, en buena medida exitoso, de buscar seducir a un lector construido como una suerte de “forastero nacional”. Es decir alguien con deseo y capacidad para ver más allá del indigenismo convencional. Logra de paso una crónica que no es expresión de culpa social ni un testimonio de parte clasista. Es imposible no pensar que si todo el Perú se hubiera formado en la Jauja de Claudio, hoy el Perú sería un país bastante mejor. Y aquí está la ironía desgarrada del título: Jauja ha sido una quimera de los occidentales, un bálsamo de los forasteros, y Rivera Martínez nos muestra cómo hubiera podido la realidad acercarse algo al mito. Se necesitaba más provincia, más corazón, más sencillez, más sensibilidad frente a lo nacional. [Estos son fragmentos de un texto de 1996]