La defensa que los fujimoristas hacen de Pedro Gonzalo Chávarry les ha pasado una onerosa factura,El fujimorismo está por dar largas a la aprobación de las reformas planteadas por el presidente Martín Vizcarra, lo cual puede terminar siendo un juego suicida. La política está hecha de una combinación de consenso y coerción. Cuanto más consenso haya tanto menos coerción se necesitará, y viceversa, a menor consenso será necesaria una mayor coerción. Los fujimoristas han cultivado un estilo de hacer política basado en la coerción. Nunca mostraron una intención sincera de dialogar mientras su mayoría parlamentaria les permitió imponerse como lo hicieron con Kuczynski, imponiéndole funcionarios y censurando a sus ministros, hasta obligarlo a renunciar, utilizando como herramienta de chantaje los videos grabados por el congresista Mamani, los cuales permitieron adicionalmente asegurar su silencio, luego de su salida, y el de Kenji, después de su expulsión de Fuerza Popular y de su suspensión en el Parlamento. Así que Martín Vizcarra asumió la presidencia, comprendió rápidamente que una política contemporizadora al estilo PPK terminaría convirtiéndolo en un presidente decorativo. Por supuesto cuenta la pretensión de Keiko, que él ha compartido con el país, de que le consultara toda decisión importante de gobierno. De ahí que en el mensaje a la Nación del 28 de Julio decidió pasar a la ofensiva, recogiendo la indignación general contra la corrupción. El presidente Vizcarra atraviesa ahora su mejor momento. Según la encuesta de GfK del domingo 23, del 27% de respaldo que tenía en julio ha pasado al 52%, duplicando su apoyo en dos meses, mientras que su desaprobación se ha reducido del 46% a 36%. Sus propuestas tienen un amplio respaldo popular: quienes apoyan someter a referéndum la restauración de la bicameralidad son el 72%, 76% apoya que los miembros del CNM sean elegidos por concurso público de méritos, 69% la no reelección inmediata de los congresistas y 59% la regulación del financiamiento privado a los partidos políticos. Como resultado, la aprobación general de Vizcarra se ha fortalecido: quienes creen que tiene un plan claro para el desarrollo del país han pasado de 29% a 45% y un 45% cree que el país volverá a crecer económicamente. Su punto débil es la cuestión del empleo. Mientras tanto la oposición aprofujimorista está en su peor momento. La popularidad de Keiko Fujimori y Alan García está en 13% y 7%, mientras 82% y 90% los desaprueban. Keiko acaba de realizar un mitin con 31 manifestantes en Arequipa y otro con una cantidad similar en Tumbes. El Apra transita el tramo final de su crisis, destruido por su alanización. Alan García anunció pomposamente que retornaba a la política para reconstituir el partido y preparar su eventual candidatura para el 2021. Le sucedió lo peor que puede pasarle a un político: absolutamente nada. Varios cuadros apristas se han alejado, viendo cómo el partido se convertía en una maquinaria de encubrimiento e impunidad. Mauricio Mulder y Javier Velázquez Quesquén parecen empeñados en una dura competencia por lograr un pasaje VIP en el Titanic fujimorista. Cuando Úrsula Letona coordina por WhatsApp con Keiko el blindaje a Héctor Becerril cuenta a Mulder como un voto fujimorista más. La aprobación del Congreso es de 6% y su desaprobación de 90%: un récord histórico. Su presidente, Daniel Salaverry, tiene 10% de aprobación y 80% de desaprobación. La defensa que los fujimoristas hacen de Pedro Gonzalo Chávarry les ha pasado una onerosa factura: 93% considera que lo apoyan porque les conviene tener gente en la fiscalía que los defienda y sólo 4% opina que están actuando de acuerdo a ley. La versión fujimorista de que quienes atacan a Chávarry quieren impedir las investigaciones del caso Odebrecht sólo es aceptada por un 18% mientras que el 65% opina que lo acusan porque está involucrado en audios incriminadores. Quienes creen que Chávarry lucha contra la corrupción son un 18%, mientras que un contundente 73% considera que no lo está haciendo. Que el fujimorismo pretenda seguir jugando a postergar las reformas o a desnaturalizarlas podría provocar que Martín Vizcarra anuncie el 4 de octubre que su cuestión de confianza no ha sido aceptada y proceda a cerrar el Parlamento, una propuesta apoyada por el 66% de la población. No lo limita ningún impedimento legal y nunca va a tener una mejor correlación de fuerzas que la presente. Salvo que siga creyendo que es posible dialogar constructivamente con el fujimorismo y que no van a pretender vacarlo. Las decisiones que se tomen en estos próximos 10 días tendrán consecuencias de mucho mayor alcance que un simple pulseo parlamentario. Se trata de una de esas ocasiones excepcionales en las cuales se puede entrar por la puerta grande a la Historia. O salir por la puerta falsa, a lo PPK.