Así, existe un Perú indudable y patente y otro borroso e incomprensible. Insisto, hay un Perú oficial, otro real y otro más, ese Perú fantástico y virtual.,Escribía esta columna desde la ciudad de La Habana y Carlos Vives cruza mi texto en bicicleta. Me distrae, me jode. ¿Por qué, Vives? Curioso vivir en Lima. Nuestras autoridades viven en la urbe pero piensan en la otra. Bueno fuera que sus propuestas a la manera de Bogotá o de Santiago nos sirvieran para una ciudad acorde con sus gentes. No, es una visión nacional del parche. Todas las ciudades, esas llamadas megalópolis latinoamericanas, sobreviven en una tensión entre lo visible y lo invisible, entre lo que se sabe y lo que se sospecha. El tema, aunque recurrente para las ciencias sociales, es harto complejo en estos procesos de hibridez. Así, existe un Perú indudable y patente y otro borroso e incomprensible. Insisto, hay un Perú oficial, otro real y otro más, ese Perú fantástico y virtual. Solo para hablar de la Carretera Central, es mirar el panorama y el fin de los sueños. Uno de sus polos fue (es) el mercado mayorista de La Parada. Desde ahí se articularon los ejes para el traslado de los inmigrantes que llegaban a la capital sobre todo de la zona del Valle del Mantaro, Cerro de Pasco, Huánuco y Huancavelica. Al convertirse en emporio comercial, generó miles de puestos de trabajos legales y de los otros. Lima se construye desde esa vez en que arribaron a la urbe familias enteras que precisamente no venían a vacacionar. Al contrario. Su viaje era la aventura desesperada por la sobrevivencia y en ese nuevo foco urbano engrosaron un contingente pobre, violento entre el desarraigo, la miseria y la discriminación. ¿Algún candidato a la alcaldía sabe de lo que escribo? No. Solo miran la ciudad como botín. Votar en Lima por nuestra ciudad es seguir apostando por los Carlos Vives que conocen nuestra ciudad en bicicleta. Gran metáfora de este panorama electoral.