En estos días palabras como “asco” o “indignación”, entre otras, han circulado no solo como expresión de un estado de ánimo de un sector de la sociedad sino también como una suerte de resumen o síntesis de lo que es hoy la coyuntura política.,Y es cierto. Escuchar los audios dados a conocer por IDL-Reporteros de jueces, jueces supremos, magistrados del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) y de los llamados “operadores políticos”, en realidad unos gánsteres de baja estofa, produce efectivamente “asco” e “indignación”. No es la primera vez que escuchamos o leemos estas palabras. Cada cierto tiempo un hecho, incluso menor al que hoy vivimos, tiene esos mismos efectos. Los peruanos estamos cansados de vivir en una sociedad que camina como el cangrejo: siempre hacia atrás. La idea de que transitamos a ser un Estado fallido y mafioso (que no es lo mismo pero que es casi igual) comienza a ganar terreno. Sin embargo, esta situación no es nueva. No es consecuencia de una vida en la cual el infortunio es el camino. Los dioses, como en la Grecia antigua, ni juegan con nuestra dichas y desdichas ni tampoco con nuestras vidas. Esos dioses no existen, son otros los responsables. Uno de ellos es el fujimorismo que no es producto de un proceso democrático sino más bien de un acto antidemocrático. Se podría decir que su partida de nacimiento fue el autogolpe o golpe (cívico-militar) del cinco de abril de 1992. El fujimorismo antes que un movimiento democratizador y progresivo, como creen algunos, es más bien lo contrario. Un producto del fujimorismo fue la creación no solo de un Estado neoliberal, es decir un Estado débil y al servicio de una minoría, sino también un Estado mafioso manejado por unos cuantos, sustentado en la corrupción y en la expansión de “negocios” informales e ilegales. El otro fue la creación de una sociedad prácticamente irrepresentable políticamente. Hoy se habla que hay, hasta ahora, más de 20 candidatos al municipio de Lima; en 1993 los candidatos para ese mismo cargo llegaron a 38 de los cuales 28 eran “independientes”. Y, finalmente, la supervivencia y fortalecimiento de los militares como “institución tutelar” e “intocable” en el país. Es cierto que el fujimorismo no es el único responsable de este desastre. A ello contribuyeron los partidos de derecha y de izquierda. Basta ver las características de los partidos legales no fujimoristas para concluir que la mayoría de ellos son un remedo de partido y algunos de ellos vientres de alquiler en cada elección. Y si bien Keiko Fujimori (me pregunto si ella será la señora K mencionada en los audios) tiene diferencias con el hermano y con el padre, estas no son de fondo, son más bien peleas para definir quién representa y quién se queda con esa “herencia fujimorista”. Herencia que hoy se está redefiniendo ya que incluye un pacto de largo aliento con el alanismo, los militares, los grupos conservadores, los grandes empresarios y las mafias. La vida, decía Valentín Paniagua, siempre es generosa. Siempre te da una segunda oportunidad. Y hoy creo que es así. Los efectos y las posibles consecuencias de los audios dados a conocer valientemente por IDL-Reporteros son similares a los “vladivideos” del año 2000. No solo porque aquellos y estos evidencian la corrupción sino también porque muestran cómo funciona el poder en nuestro país y quiénes lo manejan. Es cierto que entre una coyuntura y otra hay diferencias. En el año 2000 Alberto Fujimori no estaba en su mejor momento, es decir, se encontraba en un franco declive, el fujimorismo había dejado de ser la fuerza mayoritaria en el Congreso y la oposición estaba unida y se movilizaba en todo el país. Y si bien el fujimorismo actual que representa Keiko (y también el Apra y otros sectores) ha logrado recuperar su mayoría parlamentaria, hoy enfrenta varias dificultades. La baja aprobación de Keiko y de aliados como Alan García, el desprestigio de un Congreso que ellos controlan, los visibles vínculos con algunas mafias como estarían mostrando los recientes audios, sus peleas con algunos medios de comunicación, son algunos factores que evidencian que la fortuna política no está de lado del fujimorismo. Por eso creo que hoy tenemos una segunda oportunidad para derrotar al fujimorismo y construir un nuevo país. Ojalá sepamos aprovecharla como la aprovechó, en su oportunidad, Valentín Paniagua.