“Lo único que ha hecho el periodismo es cumplir su misión, poniendo al descubierto las irregularidades, abusos y malas prácticas...”,El Congreso de la República es una de las instituciones más criticadas de nuestra democracia. Su desprestigio se ha acelerado a una velocidad de vértigo desde que Luis Galarreta asumió su presidencia. Las decisiones administrativas y legislativas han tenido los resultados que todos conocemos: una aprobación de apenas 12% (según GFK), una nota de 6.2 sobre 20 y una desaprobación de 75% para Galarreta (según Datum). Una situación tan dramática atenta contra la legitimidad parlamentaria y ameritaría una autocrítica, un propósito de enmienda y unos correctivos urgentes. En lugar de ello, los congresistas de la mayoría han decidido rehuir sus responsabilidades y buscar un chivo expiatorio. Lo han encontrado en la prensa independiente, que lleva meses difundiendo las irregularidades cometidas por el Parlamento. Luz Salgado ha resumido este discurso como nadie: «Es que ha habido una campaña mediática (contra el Congreso), pues. (…) No tenemos un buen sistema de comunicación, en todo caso, de las cosas que estamos haciendo».La expresidenta del Congreso ha preferido olvidar que una de las oficinas más tonificadas por la gestión de Galarreta ha sido, justamente, la de prensa. Mantener esta dependencia, donde las funciones de comunicación conviven con el trolleo a los críticos de Fuerza Popular (algunos congresistas de otras bancadas, entre ellos), ahora le cuesta a los contribuyentes medio millón de soles al mes. El argumento no tiene ningún sentido. Primero, porque lo único que ha hecho el periodismo es cumplir con su misión, poniendo al descubierto las irregularidades, abusos y malas prácticas que se han vuelto moneda corriente en el Congreso. ¿Preferirían los congresistas de Fuerza Popular una prensa uniforme, que se callara ante estos hechos para cumplir las funciones de una agencia de publicidad? ¿Una prensa como la que Montesinos forjó en los noventa, sobornando a los dueños de los medios de comunicación? Segundo porque, para ser publicadas, estas irregularidades, abusos y malas prácticas primero tuvieron que ocurrir. Esta semana, por ejemplo. La culpa no es de quienes han informado sobre las mentiras en las que ha incurrido Yesenia Ponce tratando de justificar sus estudios secundarios (compañeros fantasma, el pago de 10 mil soles por un certificado y hasta ensayos para llorar en público), ni de quienes han criticado el nuevo desvarío de Edwin Donayre, que ahora no quiere que los menores de 17 años salgan de sus casas después de las diez de la noche (¿y quiénes no tienen casa? ¿Y quienes tienen cursos universitarios a esas horas? ¿Y quienes deben viajar?). Puestos a evaluar, ¿quién está cumpliendo mejor con su trabajo? ¿El periodista que publica estos disparates o quienes los perpetran?